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– Fíjate, desconfiado cronista, qué diáfano y claro queda en la versión de Tomé
el motín al que escuetamente se refirió Sarmiento.
- Estoy de acuerdo, perspicaz Sancho:
llego a la definitiva conclusión de que, al margen de apasionadas reacciones,
Pedro es un historiador totalmente fiable. Explica ‘el superviviente’ que
fundaron la Ciudad de Rey Don Felipe, “cercada con maderas fortísimas, con una puerta que salía al mar, y otras dos a la
parte de la montaña, poniéndose piezas de artillería”. Échale un capote a Tomé.
- Excomulgaré a quien lo tilde de
‘chivato’, porque se limitó a cumplir con su deber, e incluso demostró un gran
aprecio por Sarmiento, que ya nos hizo saber que controló un complot gracias al
aviso de alguien. Ahora nos enteramos de quién fue, porque Tomé mismo lo cuenta, con mucho más
detalle que Pedro: “De ahí a unos 30 días, viéndose la gente apurada del
trabajo, hambres y necesidad de vestidos (llegó la nieve), andaba disgustada. Y
una noche, recorriendo la guardia este testigo, como cabo de escuadra, halló
que un clérigo llamado Alonso Sánchez estaba a deshoras hablando con el soldado
Juan de Arroyo, que estaba de posta”. Tomé le reprendió al soldado por admitir
a alguien sin dar la contraseña. “El clérigo, pareciéndole que había quedado
enojado, le fue a buscar y le dijo que, si guardaba secreto, le daría noticia
de un negocio grave y provechoso para todos los soldados. Y este declarante se
lo prometió. Y el clérigo le dijo que estaba tratado entre todos los soldados amotinarse
y matar al capitán (Sarmiento), alzarse con el navío y volver a Brasil, porque
ya no podían sufrir aquella vida. Y este declarante dio aviso dellos a
Sarmiento cuando desembarcó del navío, porque dormía siempre en él, y si no
hubiera tenido ese cuidado, tiene por cierto que lo hubieran muerto días había”.
Sarmiento encerró en el barco al fraile, al cabecilla y a otros tres soldados.
Reconocieron su plan, “por lo cual les sacó en tierra con rótulos en la espalda
de traidores, y en la plaza les cortó la cabeza por detrás, y se pusieron en
unos palos. Y el clérigo se quedó preso en el navío”. ¿A qué viene esa cara, puntilloso?
- Excuse me, dear Sancho: ‘Amo a Sarmiento,
pero amo más la verdad’ (que dijo el
clásico), y creo que en su carta al rey suavizó la versión. Afirmaba que
ejecutó al cabecilla, pero que, para los otros, los castigos habían sido menos
graves. Aunque Pedro no tenía necesidad de mentirle al rey, porque un motín
costaba la cabeza, quizá quisiera mostrarse como especialmente humano, por
mucho que empleara otro argumento más verosímil: andaba escaso de soldados. De
todas formas, yo me inclino a favor de Tomé: en total, decapitó a tres,
perdonando al resto. Donde coinciden
ambos es en que respetó la vida del fraile. A domani.
- Certamente, piccolino: “Se non é vero, é
ben trovato”. Y ya es también casualidad que quien le descubrió el complot a
Sarmiento (que tuvo la delicadeza de no mencionar su nombre) fuera precisamente
el único que sobrevivió, el correoso Tomé, revelando después el dato en su
declaración. Ciao.
Dos fotos relativas a la Ciudad (es mucho
decir) Rey Don Felipe. En el plano antiguo se la ve construida como un fuerte
el año de su fundación, 1584, y su nombre en griego clásico, Philippopolis.
Tenía una puerta hacia el mar y dos hacia las montañas, todas artilladas, como
nos cuenta Tomé Hernández, el único superviviente de los “sin ventura” que se habían
quedado abandonados en esa tristísima población. Lo contó todo al detalle el
año 1620, en declaración ante las autoridades. No estaría de más que se le
recordara en el lugar, aunque solo fuera con una placa enriquecida con su
nombre. También es poca cosa lo que se
ha hecho allí por la memoria de Pedro Sarmiento de Gamboa, pero algo hay, como
ese crucero, típicamente gallego, que le colocaron sus sentimentales paisanos
en el 2010, después de visitar la zona el buque escuela Juan Sebastián Elcano.
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