lunes, 21 de marzo de 2016

(211) – Fíjate, desconfiado cronista, qué diáfano y claro queda en la versión de Tomé el motín al que escuetamente se refirió Sarmiento.
     - Estoy de acuerdo, perspicaz Sancho: llego a la definitiva conclusión de que, al margen de apasionadas reacciones, Pedro es un historiador totalmente fiable. Explica ‘el superviviente’ que fundaron la Ciudad de Rey Don Felipe, “cercada con maderas fortísimas, con  una puerta que salía al mar, y otras dos a la parte de la montaña, poniéndose piezas de artillería”. Échale un capote a Tomé.
     - Excomulgaré a quien lo tilde de ‘chivato’, porque se limitó a cumplir con su deber, e incluso demostró un gran aprecio por Sarmiento, que ya nos hizo saber que controló un complot gracias al aviso de alguien. Ahora nos enteramos de quién fue,  porque Tomé mismo lo cuenta, con mucho más detalle que Pedro: “De ahí a unos 30 días, viéndose la gente apurada del trabajo, hambres y necesidad de vestidos (llegó la nieve), andaba disgustada. Y una noche, recorriendo la guardia este testigo, como cabo de escuadra, halló que un clérigo llamado Alonso Sánchez estaba a deshoras hablando con el soldado Juan de Arroyo, que estaba de posta”. Tomé le reprendió al soldado por admitir a alguien sin dar la contraseña. “El clérigo, pareciéndole que había quedado enojado, le fue a buscar y le dijo que, si guardaba secreto, le daría noticia de un negocio grave y provechoso para todos los soldados. Y este declarante se lo prometió. Y el clérigo le dijo que estaba tratado entre todos los soldados amotinarse y matar al capitán (Sarmiento), alzarse con el navío y volver a Brasil, porque ya no podían sufrir aquella vida. Y este declarante dio aviso dellos a Sarmiento cuando desembarcó del navío, porque dormía siempre en él, y si no hubiera tenido ese cuidado, tiene por cierto que lo hubieran muerto días había”. Sarmiento encerró en el barco al fraile, al cabecilla y a otros tres soldados. Reconocieron su plan, “por lo cual les sacó en tierra con rótulos en la espalda de traidores, y en la plaza les cortó la cabeza por detrás, y se pusieron en unos palos. Y el clérigo se quedó preso en el navío”.  ¿A qué viene esa cara, puntilloso?
    - Excuse me, dear Sancho: ‘Amo a Sarmiento, pero amo más la verdad’  (que dijo el clásico), y creo que en su carta al rey suavizó la versión. Afirmaba que ejecutó al cabecilla, pero que, para los otros, los castigos habían sido menos graves. Aunque Pedro no tenía necesidad de mentirle al rey, porque un motín costaba la cabeza, quizá quisiera mostrarse como especialmente humano, por mucho que empleara otro argumento más verosímil: andaba escaso de soldados. De todas formas, yo me inclino a favor de Tomé: en total, decapitó a tres, perdonando al resto.  Donde coinciden ambos es en que respetó la vida del fraile. A domani.
     - Certamente, piccolino: “Se non é vero, é ben trovato”. Y ya es también casualidad que quien le descubrió el complot a Sarmiento (que tuvo la delicadeza de no mencionar su nombre) fuera precisamente el único que sobrevivió, el correoso Tomé, revelando después el dato en su declaración. Ciao.



     Dos fotos relativas a la Ciudad (es mucho decir) Rey Don Felipe. En el plano antiguo se la ve construida como un fuerte el año de su fundación, 1584, y su nombre en griego clásico, Philippopolis. Tenía una puerta hacia el mar y dos hacia las montañas, todas artilladas, como nos cuenta Tomé Hernández, el único superviviente de los “sin ventura” que se habían quedado abandonados en esa tristísima población. Lo contó todo al detalle el año 1620, en declaración ante las autoridades. No estaría de más que se le recordara en el lugar, aunque solo fuera con una placa enriquecida con su nombre. También es poca cosa lo que  se ha hecho allí por la memoria de Pedro Sarmiento de Gamboa, pero algo hay, como ese crucero, típicamente gallego, que le colocaron sus sentimentales paisanos en el 2010, después de visitar la zona el buque escuela Juan Sebastián Elcano.



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