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– Buona notte, caro figliolo. Acompañemos al jovencito Mendaña. Siempre me
emociona el rito de toma de posesión.
- Ya sé, nostálgico clérigo, que lo que te
llega al alma es el himno gregoriano. Cuenta Álvaro que, tras el ‘milagro’ (‘¡y
fue milagro, testarudo descreído!’) que les salvó de las rocas y les condujo a
buen puerto en la isla grande, “después de haber surgido (arribado) ambas naos,
saltamos a tierra y pusimos una cruz alta; y los religiosos cantaron aquel
himno, ‘Vexilla regis prodeunt’ (los estandartes del Rey avancen), y luego tomé
posesión de toda aquella tierra en nombre de V. M.”. Llegó el cacique principal de la isla y el
encuentro fue cortés, intercambiándose los nombres en señal de amistad; el jefe
se llamaba Bilebanhama. Observó Mendaña que la fonética era muy parecida al
castellano, y le explica al rey, quizá un poco ingenuamente, algunas palabras
que aprendió. Se quedaron 3 meses para hacer un bergantín (estas hábiles
improvisaciones fueron habituales en Indias). Pero había también nativos más
problemáticos, “indios bien abastecidos de arcos, flechas, lanzas y macanas,
los cuales no osaron llegar a bordo”. Para mayor seguridad, envió dos grupos de
exploración, uno bajo el mando del capitán Pedro Sarmiento (sí, el nuestro), y
el otro dirigido por Pedro de Ortega. El primero se encontró con muchos indios
“y pareciéndole a Sarmiento que querían darle alguna guazabara (lucha), quiso
prender a su fauriqui (cacique), y sobre esto vinieron a las manos, y el
fauriqui se escapó, y le hirieron un soldado de un flechazo en la cabeza, y los
españoles desbarataron a los indios y prendieron a un hermano de Bilebanhama, y
trajéronle a los navíos. Al cual yo solté para conservar la amistad”. Pedro de
Ortega tuvo un incidente casi idéntico, y los indios “diéronle una guazabara y
le hirieron dos soldados, y uno dellos murió de ahí a 8 días, que se pasmó
(enconó) la herida”. Otro fauriqui le hizo un ‘exquisito’ regalo a Mendaña.
“Envióme un cuarto de carne humana, que parecía ser de muchacho. Hice apartar
toda la gente para que el fauriqui viese lo que hacíamos; mandé hacer un hoyo
junto a la lengua del agua, hice enterrar el cuarto, y le dije en su lengua
‘teo nateha arra’, que quiere decir ‘yo no lo como’. Viendo que habíamos tenido
en poco su presente, como corridos y agraviados, se fueron”. A domani.
- No lo dudes, melancólico (y descreído)
filósofo: la raza humana ha mejorado un montón. Ciao.
Viendo este mapa, no cabe duda de que, una
vez más, la Historia tiene que darle la razón a Sarmiento y a sus monumentales
cabreos. Mendaña se limita a picotear por
las islas Salomón, unas miserables migajas comparado con los inmensos
territorios que tenía al alcance de la mano. Él va a justificar su repentina
vuelta, pero cuesta creer que, tras un viaje tan largo, hiciera como el río Paraná,
‘que besa la playa y se va’. Veremos cómo en su carta al rey se llena de
razones, pero también que sus silencios
son clamorosos. Quizá, por su juventud, le faltara algún hervor.
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