(161) - Hello, baby. Veamos actuar
a la Inquisición en Lima.
- Welcome, daddy. Un
dominico “iluninado”, fray Francisco de la Cruz, fue tan terco en sus fantasías que puso en un
callejón sin salida a los inquisidores, y, a pesar de ser un trastornado mental,
terminó en la hoguera. Un chivatazo denunció que fray Pedro de Toro, el jesuita Luis López y fray
Francisco de la Cruz habían visitado a
una endemoniada, María Pizarro, a quien estaban exorcizando, y terminaron por
creer que las apariciones que tenía eran santas, según las cuales fray Pedro y
fray Francisco estaban predestinados para una gran misión. Entrelazado con los
hechos, se ve un claro fondo de carácter sexual. Al parecer, el jesuita “se
aficionó a la endemoniada y ella a él”, la dejó embarazada, y abortó. María fue
acusada también de haber tenido
trato carnal con el demonio; se arrepintió, enfermó durante las declaraciones,
se confesó y murió. El jesuita Luis
López quedó, de momento, absuelto, pero después le denunciaron por “otros
feísimos delitos”, y tuvo la imprudencia de decir a los jueces que a fray
Francisco le habían calificado de hereje, estando loco, y “que no quisiera él
tener la conciencia del inquisidor Cerezuela”, consiguiendo con su osadía que
le abrieran un nuevo proceso. Sacaron a colación sus pecados con María Pizarro,
que, censurados por el pudor, los describieron en latín.
- Mas vos nos faseréis mersed
de mostrarnos en román paladino al acorralado jesuita dando las mesmas
escurridisas, pero nada convinsentes, rasones que daba el presidente Clinton.
- Pues allá va, querido mosén,
la traducción: “Y como quisiera el reo tener otra vez cópula carnal con ella, que yacía
desnuda en el lecho, y tuviera la polución entre sus piernas, y porque no sucediera
en el vaso natural, el reo dijo que no fue sino un conato de pecar, puesto que
había sido fuera del vaso (pura poesía)”. Entre que dijo una tontería y que le tenía cabreado a Cerezuela, lo condenaron a dos
años de reclusión en España, prohibiéndole confesar, y los cumplió en una casa
de la Compañía situada en la villa de Trigueros. Lo de fray Francisco tuvo
menos gracia. Creyendo sinceramente en las alucinaciones de María Pizarro, se
entregó sin reserva a un demencial proyecto (que también espoleaba
inconscientemente al pobre frailuco con impulsos sexuales llenos de
sentimientos de culpa), sin que en sus reivindicaciones faltaran algunas
verdades de grueso calibre político y social. El fiscal presentó
sus acusaciones: “Que dijo a ciertas personas, para poder mejor plantar su
secta, que en esta ciudad de Lima había de nacer un niño que había de ser
santo, gran siervo de Dios, y que había de ser fraile de Santo Domingo, y
remedio del Perú, siendo el dicho fray Francisco padre del niño; que quería
alzarse contra el Rey en Perú, y que se iba ganando a muchos para tal fin”. En el interrogatorio
empezó a decir “palabras nefandas deshonestísimas, que por no ofender a las
pías orejas de los católicos cristianos, no las mandamos escribir”. Lo tomaron
por un brote de locura y llamaron al médico del Santo Oficio, quien, pasados
algunos días, dijo que ya estaba cuerdo. (Continuará).
- En verdad os digo: cuánto
mejor vivís ahora, hijos míos. Pax vobis.
Una bonita vista nocturna de la
Plaza de Armas de Lima, resaltando la catedral y esa hermosa fuente que colocó
hacia 1650 otro buen virrey malogrado (porque no tuvo más que obstáculos),
García Sarmiento de Sotomayor. Primero, en México, enfrentado al obispo
Palafox, y después en Perú soportando una época de profunda crisis económica.
Dejó gustoso el puesto, tras seis años de ejercerlo, pero le agradaba tanto el
país que no quiso volver a España, y vivió allá felizmente otros cuatro, “hasta
que le llegó la hora”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario