(156) - Buona notte, caro desfacedor de agravios: don Francisco de Toledo
está emocionado y te manda un cariñoso y virreal abrazo.
- Todo un honor, dolce Sancio;
sigamos escuchando sus justas reivindicaciones por haber recibido peor trato
que otros virreyes: “Dejo de referir la fuerza que he hecho a mi naturaleza, y
el sufrimiento soportado por entender que era el mayor servicio de V. Majestad,
a quien suplico que tome nota de las mercedes que se han hecho a los virreyes
de esta tierra, con menos calidad, trabajo y cuidado que los míos. Lo que se
hizo con el licenciado Vaca de Castro y su hijo, y las rentas que tienen en
esos reinos y en estos. La honra y crecimiento que dio V. M. al licenciado de
la Gasca (que tuvo el gran mérito de acabar con la rebelión de Gonzalo
Pizarro). Lo que quedó en este reino y en ese al hijo de don Antonio de Mendoza
(otro gran virrey, que lo había sido también de México). Lo que disfrutó de
vuestra hacienda el marqués de Cañete para sí y para su hijo. Y cuánto más
salario ha sido el del licenciado Castro, un letrado, que el mío para la
representación de casa, gasto y autoridad que había de conservar para mejor ejecutar todo lo que V. M. me
mandó”. (Pide, con más razón que un santo, abonos suplementarios por los
grandes viajes que ha realizado, como se hace con los oidores por sus visitas,
siendo sus gastos mayores para poder representar dignamente la autoridad real).
“Yo le digo a V. M., con fe y verdad, que he gastado en este reino todo el
salario de que se me hizo merced y la ayuda que mi familia me dio, quedando muy
endeudado. Y así, suplico a V. M. tenga memoria de lo que otros virreyes se han
aprovechado y enviado a esos reinos, y que no es razonable estar en ellos con
necesidad y tan poco aprovechamiento. Suplico a V. M. tenga por extraordinaria
la verdad de esto y que no ha de salir la reparación de donde otros la suelen
sacar importunándole menos a V. M., con mayor cargo de su conciencia y aun de
la de V. Majestad, a la que pido que tenga en cuenta lo que consumo en su
servicio sin tener el desaguadero de mujer e hijos, ni haber parado en mi casa
una barra (de oro), ni haberla enviado a esos reinos a ninguna persona para mí,
ni para ella, ni un tomín (céntimo) a privado ni ministro de V. M., ni cosa que
lo valiese”. Tú sabías mucho de esas miserias, Sancho. ¿Qué opinas?
- Pues que, si no fuera un
ectoplasma, me moriría de vergüenza. Don Francisco de Toledo, hombre insigne y
linajudo, se está humillando ante la ‘divina’ majestad de Felipe II para
pedirle lo que es suyo, y no más. Pone por delante el orgullo de haber cumplido
sus obligaciones hasta con exceso. Y le deja claro que no quiere obtenerlo como
la mayoría, robando o sobornando a funcionarios.
- Chapeau para el gran virrey.
Devuélvele un abrazo propio de mi
humilde condición. Mañana más.
Este cuadro del virrey don
Francisco de Toledo se encuentra en Lima. El rótulo dice: “Co. de Toledo hijo
segundo de la Casa de Oropesa entró en esta ciudad en 26 de noviembre de 1569 y
volvióse a España en 23 de septiembre de 1581”. El ejemplar servidor del rey,
trabajador infatigable y austero personaje hasta en su fúnebre atuendo, murió a
los pocos meses, sin conocer el resultado del juicio de residencia que se
aplicaba a todos los cesantes, y que, en su caso duró diez años: quedó libre de
todo cargo y con su honra intacta. Pero se le sigue difamando.
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