(150) - Fue tremendo, vicario mío: al poner
Aguirre su tullido pie en la isla Margarita, un rayo sacudió la tierra desde un
cielo sin nubes, los pájaros dejaron de
cantar y todos los animales de escondieron.
- Estás invadiendo mi terreno literario,
romántico abad. De hecho, según cuenta Vázquez, el cronista testigo, Aguirre
tranquilizó a varios vecinos diciendo que iban de paso y solo necesitaban
comida. “Y a uno dellos le dio, para engañarle, un capote de grana con unas fajas de oro y una copa, y
pidióles carne para comer, con muchos ruegos y crianza; Y los vecinos mataron
una o dos vacas y se las dieron. Y sabido esto en el pueblo, el gobernador, don
Juan de Villaldrando, movido, según se dijo, de codicia, deseoso de haber
algunas joyas, partió con varios vecinos
para donde estaba el tirano (en el sentido de rebelde), y luego que los vio,
salió a recibirlos con ciertos amigos, y se les humilló hasta hincar las
rodillas y bajar a besar los pies del gobernador. A manera de hacerles
servicio, les tomaron los caballos y los ataron lejos. Y le dijo al gobernador:
'Señor, los soldados del Perú siempre se han preciado más de buenas armas que
no de vestidos, y suplican a vuestra merced les dé licencia para que lleven sus
armas y arcabuces'. Y el don Juan, como era mozo e iba con codicia de joyas, le
respondió que fuesen como ellos quisieran. (Lope volvió adonde su gente) y
retornó con ciertos soldados armados, y les dijo a los vecinos: 'Señores,
nosotros vamos a Perú, y somos informados que hay allá muchas guerras, y que
aquí vuestras mercedes no nos han de dejar pasar allá; por tanto, conviene que
sean presos’. Y entraron por una calle gritando '¡libertad, libertad!, ¡viva
Lope de Aguirre!', y el
tirano mandó echar un bando para que todos trajesen las armas que tuviesen, so
pena de muerte, y luego echó en prisiones al gobernador y al alcalde, Manuel
Rodríguez”. Les aseguró que no les pasaría nada, pero varios días después
"volvió a la prisión con soldados y negros con cordeles y garrotes (para
dar garrote, estrangular); y, quedándose él fuera, se dirigieron al gobernador
y le dijeron que se encomendase a Dios que había de morir, y él respondió que
cómo era aquello, que el general Lope de Aguirre no había mandado tal, y
pidiendo confesión, lo acabaron de matar
degollándolo con una daga. Y asimismo dio garrote al alcalde y a otros
regidores y un fraile dominico”. Triste destino el del noble y prometedor, pero
sin duda ingenuo, Juan Gómez de Villandrando: le salió al camino, en la flor de
la vida, el que quizá fuera el personaje más siniestro de la historia de
Indias. Las crónicas se olvidan de la atroz angustia de su joven esposa,
Marcela, que abandonó aquella maldita tierra para siempre, aunque su hijo Juan volvería como
gobernador. Bye, dear.
- Muy triste: la pobre Julieta
perdió a su Romeo. Bye, trovador.
Klaus Kinsky bordó el papel en
la película de Herzog “Aguirre, la cólera de Dios” porque su propio carácter
era inquitante. Inolvidables imágenes de la bajada por el río Amazonas de
aquellos desesperados, con un grupo de crápulas como guardia personal del
demencial personaje, y el resto de los españoles sin poder huir de sus garras; como complemento
ideal, el sonido melancólico de una preciosa música andina presagiando todavía
más desastres, como la muerte del “sin ventura” Juan Gómez de Villandrando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario