miércoles, 20 de enero de 2016

(150) - Fue tremendo, vicario mío: al poner Aguirre su tullido pie en la isla Margarita, un rayo sacudió la tierra desde un cielo sin nubes, los  pájaros dejaron de cantar y todos los animales de escondieron.
     - Estás invadiendo mi terreno literario, romántico abad. De hecho, según cuenta Vázquez, el cronista testigo, Aguirre tranquilizó a varios vecinos diciendo que iban de paso y solo necesitaban comida. “Y a uno dellos le dio, para engañarle, un capote  de grana con unas fajas de oro y una copa, y pidióles carne para comer, con muchos ruegos y crianza; Y los vecinos mataron una o dos vacas y se las dieron. Y sabido esto en el pueblo, el gobernador, don Juan de Villaldrando, movido, según se dijo, de codicia, deseoso de haber algunas joyas,  partió con varios vecinos para donde estaba el tirano (en el sentido de rebelde), y luego que los vio, salió a recibirlos con ciertos amigos, y se les humilló hasta hincar las rodillas y bajar a besar los pies del gobernador. A manera de hacerles servicio, les tomaron los caballos y los ataron lejos. Y le dijo al gobernador: 'Señor, los soldados del Perú siempre se han preciado más de buenas armas que no de vestidos, y suplican a vuestra merced les dé licencia para que lleven sus armas y arcabuces'. Y el don Juan, como era mozo e iba con codicia de joyas, le respondió que fuesen como ellos quisieran. (Lope volvió adonde su gente) y retornó con ciertos soldados armados, y les dijo a los vecinos: 'Señores, nosotros vamos a Perú, y somos informados que hay allá muchas guerras, y que aquí vuestras mercedes no nos han de dejar pasar allá; por tanto, conviene que sean presos’. Y entraron por una calle gritando '¡libertad, libertad!, ¡viva Lope de Aguirre!', y el tirano mandó echar un bando para que todos trajesen las armas que tuviesen, so pena de muerte, y luego echó en prisiones al gobernador y al alcalde, Manuel Rodríguez”. Les aseguró que no les pasaría nada, pero varios días después "volvió a la prisión con soldados y negros con cordeles y garrotes (para dar garrote, estrangular); y, quedándose él fuera, se dirigieron al gobernador y le dijeron que se encomendase a Dios que había de morir, y él respondió que cómo era aquello, que el general Lope de Aguirre no había mandado tal, y pidiendo confesión,  lo acabaron de matar degollándolo con una daga. Y asimismo dio garrote al alcalde y a otros regidores y un fraile dominico”. Triste destino el del noble y prometedor, pero sin duda ingenuo, Juan Gómez de Villandrando: le salió al camino, en la flor de la vida, el que quizá fuera el personaje más siniestro de la historia de Indias. Las crónicas se olvidan de la atroz angustia de su joven esposa, Marcela, que abandonó aquella maldita tierra para  siempre, aunque su hijo Juan volvería como gobernador. Bye, dear.
     - Muy triste: la pobre Julieta perdió a su Romeo. Bye, trovador.



     Klaus Kinsky bordó el papel en la película de Herzog “Aguirre, la cólera de Dios” porque su propio carácter era inquitante. Inolvidables imágenes de la bajada por el río Amazonas de aquellos desesperados, con un grupo de crápulas como guardia personal del demencial personaje, y el resto de los españoles sin  poder huir de sus garras; como complemento ideal, el sonido melancólico de una preciosa música andina presagiando todavía más desastres, como la muerte del “sin ventura” Juan Gómez de Villandrando.


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