(144) - Venga, jovencito; no te me duermas.
Al tajo: continúa la crónica.
-
Hola, querido Sancho; me ofendes: es un placer tertuliar contigo. Sigamos con
la copla. Para que Rasquín pudiera completar la armada, el rey se saltó algunas
normas. Dice Santoya que le dio permiso “para que fuesen casados sin sus
mujeres, y gente prohibida (delincuentes y judíos), y aun medio moros, así como
gente aventurera que acababa de llegar destrozada de Perú y Nueva España”.
Apunta ya de entrada un conflicto entre valencianos (léase catalanes) y
castellanos. Su reverenciado Villandrando “quiso presentar a la gente (noble)
al duque (de Medinasidonia) y a la condesa de Niebla, su madre, y ciertos
valencianos agraviáronse dello y dijeron que no eran soldados sino caballeros;
además les pesaba que caballero tan mozo y castellano llevase el preeminente
oficio de maestre de campo; y todos los más valencianos eran hombres de bandos
y homicidas y fugitivos, excepto algunos caballeros muy honrados
(prestigiosos), de lo que el gobernador (Rasquín) llevaba mala ventura, porque
todos le tenían en poco, y ya desde el principio se entendió mal con sus
oficiales”. El tacaño Jaime partió con pocas provisiones, “que la gente más
parecía estar condenada a galeras que ir en una armada del rey. Salimos de
Sanlúcar el 14 de marzo de 1559, y enseguida quisieron los oficiales ver cómo
se gastaban los bastimentos, y el gobernador dijo que no se embarazasen en esas
cosas, que él lo tomaba a su cargo.
Hasta llegar a Canarias (10 días) no comió la gente vianda (carne) ni
bebió vino, porque no lo había”. En Cabo Verde, “el maestre de campo dijo que
había que entrar en el puerto por falta de alimentos y porque en Canarias se
había cargado poca agua; y el gobernador le comenzó a reñir y decir que, aunque
muriesen, que había que pasar de largo”.
-
Y ahí tenemos, doctísimo hijo mío, la clásica reacción ciega de obediencia militar
(o te cortan la cabeza): el caballeroso Villandrando se traga sus palabras, se
pone firme, y respetuosamente le dice al hijo de su madre que, “como capitán y
caballero, no dejaría de seguir la nao capitana hasta morir”. Prosiga el mosén.
-
Según Santoya, todos estaban angustiados. “Los caballeros y gente de cuenta
decían que el gobernador lo había tomado a pechos y que le tenían por hombre
cabezudo, y rogaron a los oficiales que le hablasen y le hiciesen tomar puerto. Le pidieron que tomase puerto para no poner
en peligro la vida de tantas ánimas. El gobernador comenzóse a alborotar y
decir palabras de señor enojado en su tierra (en catalán)”. A domani, caro.
-
¿Cómo terminará el incidente? ¿Qué hará ese tarugo? ¿Ahorcará a los oficiales?
Amigo lector: la próxima entrega mañana. Ciao.
El
motín de la Bounty, muy repetido en el cine. Otro conflicto histórico debido a
un capitán obsesivo, paranoico y despótico: Willian Blight. En esta versión, Trevor Howard borda el
personaje. El pensativo primer oficial, Christian Fletcher (Marlon Brando),
está a punto de quitarle el mando al trastornado, aun sabiendo que la rebelión
se castigaba con la muerte. Los amotinados quedaron como proscritos, y varios
fueron ahorcados. Esa fue la razón de que Villandrando no se atreviera a hacer
lo mismo con Rasquín.
No hay comentarios:
Publicar un comentario