(154) - Sigue, sigue, divino maestro, tu diario caminar con la cruz a
cuestas hacia el Olimpo. Con ese masoquismo
alcanzarás la gloria.
- Buenas noches, príncipe de
los guasones. Esto es puro placer, y además no puede haber mejor Cirineo que
tú. Nos espera el gran virrey Francisco
de Toledo. Hombre tan recto tuvo que provocar rechazo en muchos frentes,
algunos con gran poder, como el de los hacendados españoles acostumbrados a
todo tipo de desorden que favoreciera sus intereses. No es de extrañar que
simpatizara de inmediato con “tu primo” Juan de Matienzo, porque eran almas
gemelas: inteligentes, honrados y firmes. Pero, como hombre fiel a su
conciencia, cometió errores, incluso por falta de hipócritas habilidades
maquiavélicas, con alto coste político que aprovechó la camarilla buitrera.
Introdujo la Inquisición. Arremetió contra la sublevación del inca Tupac Amaru,
y la cortó de raíz, apresándolo y ejecutándolo (en el siglo XX tomaron ese
nombre como símbolo los activistas “tupamaros” uruguayos). Cuando Francisco
volvió a España, esto le costó una bronca del rey Felipe, como ya le ocurrió a
otro santo varón, fray Juan de Zumárraga, con Carlos V por un hecho similar en
México. Y como un ilustre mestizo, hijo de conquistador español y de una india
noble, el Inca Garcilaso de la Vega, fue un notable historiador y testigo de
aquellos tiempos, se dejó llevar por su corazoncito herido, y pintó en sus
libros una mala imagen del virrey. Añadamos que también se le acusa de haber
recuperado “la mita”, programa de explotación de los indios en los trabajos
mineros. Había, pues, materia para meterle caña en el palenque histórico. Pero
da la sensación de que fue víctima de su pequeña leyenda negra, resultado de
lógicos dolores nacionales (como los de Garcilaso y los propios indios), pero
también de mezquinas maniobras de la negra envidia y de la corrupción en que se
cocía la sociedad española de Perú. Casi un calco de lo que se ha hecho con su
honorable, inteligente y creativo amigo: “tu primo” Juan de Matienzo. No parece justo este maltrato a
los mejores.
- Vale, ya lo has vomitado.
Visto el platillo de los pecados, veamos el de sus méritos, que lo que cuenta
en el Juicio Final es cuál pesa más. Fíjate qué idea más consoladora: el
contable san Pedro te deja entrar si tienes más en el haber que en el debe. Me
enternece que “mi primo” se muriera poco antes de que, siguiendo su consejo y
por orden del rey, se fundara Buenos Aires, y a los dos años don Francisco
Álvarez de Toledo, el mejor de los virreyes, que tantas charlas tuvo con él,
fundara otra población llamada Salta con el único objetivo de que sirviera de
sitio de descanso y posta en la GRAN RUTA MATIENZO. To see more.
- Más que políglotas, parecemos
poliidiotas, dulce Sancho. Bye.
Pobre don Francisco. Has
seguido fisgando, justiciero investigador, y me traes esa foto de la placa que
tiene en la casa solar de Oropesa que fue su cuna. Es bonita y cuenta parte de
sus méritos, lógicamente ocultando sus errores. Confirma lo que ya vienes
diciendo, y resulta llamativo que se subrayen sus leyes protectoras de los
indios, ciertamente duraderas a lo largo de los siglos, pero que tuvieron una
aplicación efectiva bastante limitada. El reconocimiento final al ejemplar
virrey tiene ausencias clamorosas. Aparte el previsible testimonio expreso de
las autoridades oficiales más próximas, solamente hay una representación del
territorio del antiguo virreinato, y se trata otra vez de Salta, la pequeña
población Argentina qe él fundó. Más vale caer en gracia que ser gracioso.
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