sábado, 23 de enero de 2016

(153) - Empecemos la tertulia con unas copita y algún puro, compañeiro.
- Pero no me arrastres al desenfreno, porque me falta tu aguante cósmico y se me va a desdibujar Francisco de Toledo, pecado imperdonable tratándose de personaje tan serio. Sigámosle la pista. En otra carambola de los famosos de Indias, atravesó la “Mar Océana”, casualmente en una expedición dirigida por nuestro tristemente conocido Diego Flores de Valdés, el impresentable que ninguneó al gran Pedro Sarmiento y tuvo tanta culpa en el desastre de la Armada Invencible. En cuanto Francisco puso pie en Cartagena de Indias, a miles de kilómetros de Lima, empezó allí mismo a ejercer de virrey porque la amplitud de su jurisdicción era enorme, y a todos se les hizo evidente que semejante meteoro no iba a parar su frenética actividad hasta que abandonara el cargo, avaro de su tiempo, aprovechando toda circunstancia para supervisar y organizar, batiendo todos los récords de funcionario peripatético, y alcanzando con su presencia, o la de sus delegados, hasta el último rincón del territorio. Partió de Cartagena dejándola mejorada en todos los aspectos. Siguió la obligada ruta hasta Panamá, y repitió la jugada. Le quitó protagonismo a la ciudad de Nombre de Dios y se lo dio a la de Portobelo, llamada así por Colón (y probablemente recordada en la famosa calle londinense). No se embarcó en la costa del Pacífico sin haber dejado antes toda Panamá libre de desorden, abusos y conflictos, logrando también consolidar las estructuras. ¿Qué opinas?
     - Que de tu boca sale la verdad, honrado cronista. En cuanto llegó a Lima, tuvo el buen sentido de escoger los mejores colaboradores y delegar en ellos importantes misiones, pero reservándose las más duras, porque se ocupó él mismo de una tarea tan gigantesca como necesaria: recorrer el inmenso virreinato para ver con sus propios ojos la realidad, “desfacer entuertos” y promover el desarrollo. Total: un paseíto de 8.000 kilómetros durante cinco años, vive Dios, bien aprovechados. No importaba que el rey apenas se enterara de tanta entrega: era un hombre de honor. Hablemos de sus colaboradores.
     - Déjame a mí a Pedro Sarmiento de Gamboa (¡bilbaíno por parte de madre!, no lo olvide, señor Lehendakari). Ya hablamos de él, pero saldrán más cosas. De momento basta con decir que el virrey enseguida vio su valía y le encargó que hiciera una historia de los incas, quizá con la principal intención de subrayar lo que de despótico tuvo aquel imperio.
     - Gracias, pequeñín, por darme el turno para recordar de pasada a otro colaborador que me llega al alma: Juan de Matienzo. Francisco de Toledo era un cazatalentos y lo descubrió al instante. Muerto ya “mi primo”, y establecida  Buenos Aires, el hiperactivo virrey mandó fundar la ciudad de Salta (hoy en Argentina) para poner en marcha la GRAN RUTA MATIENZO, ese trazado que abrevió tan espectacularmente la duración de los viajes a España desde Perú. Un brindis por ellos.
     - Y tres coronas de laurel para semejantes fenómenos. Seguiremos.



     ¡Porca miseria, coleguita! Por más que has buscado, no has visto ningún monumento verdaderamente digno del buen virrey don Francisco de Toledo. ¿Será posible que para los limeños sea un ectoplasma olvidado como yo? Consolémonos con el que le han puesto en Salta, la población que mandó fundar como etapa de descanso en la GRAN RUTA MATIENZO que se inventó “mi primo” Juan, en dirección   a Buenos Aires, para reducir al mínimo el viaje a España. Menos es nada, pero el virrey parece desquiciado en ese perdido lugar cercano a Bolivia, y rodeado de domingueros que lo confundirán con el Sagrado Corazón.


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