domingo, 3 de enero de 2016

(133) -  Heme aquí, luminoso cronista de Indias. Y luego os quejáis del estrés y la dureza  de vuestra vida: hasta el viaje de vuelta de Cabeza de Vaca y Salazar de Espinosa fue movidito. Al depuesto gobernador le intentaron envenenar en el barco, pero, como era muy hierbero, “con esos remedios, plugo a Dios que se salvara”.
     - Un placer verte, entrañable Sancho. Al llegar al mar, tuvieron tal tormenta que sus almas supersticiosas sacaron conclusiones. Sus carceleros, Alonso Cabrera (que luego, trastornado, mataría a su mujer en Andalucía) y Garci-Vanegas, viendo en ello la mano del Señor, le soltaron, “le besaron el pie, aunque él no quiso, y dijeron públicamente que Dios les había dado aquellos cuatro días de tormenta por los agravios y sinjusticias que le habían hecho sin razón”. Comenta que también murieron de forma súbita y desastrada Vanegas y los frailes que estuvieron en su contra; y lo interpreta como un castigo divino por el  “que parece manifestarse la poca culpa que el gobernador tuvo”. Pero en España iba a tener graves problemas.
- Así es, discípulo mío: sus adversarios eran poderosos, “y después de haberle tenido preso en la Corte (la barbaridad de) ocho años, le dieron por libre y quito”. Pero no pudo recuperar la gobernación “porque sus contrarios decían que si volvía a la tierra, habría escándalos y alteraciones”. Ni le dieron “recompensa de lo mucho que gastó en ir a socorrer y descubrir”. Sin embargo, terminó sus días plácidamente en 1559, justamente rehabilitado y ejerciendo como juez en Sevilla. Vida corta (52 años), pero de apasionante intensidad. El rey se amoldó a los hechos consumados (quizá por ser Asunción un lugar explosivo) y legalizó la situación de Irala nombrándolo gobernador. Por su parte, el gran capitán Juan de Salazar de Espinosa no tuvo ningún problema en España con las autoridades. Se le dio permiso en 1550 para volver a la provincia del Río de la Plata como tesorero (cargo digno, pero por debajo de sus méritos), teniendo que tragarse el sapo de darle al odiado Irala la provisión de su nombramiento como gobernador. Partió con 300 hombres y 50 mujeres, tan necesarias para matrimoniar y así mitigar la anarquía sexual de Asunción, pero el viaje fue un revoltijo de circunstancias adversas donde pasó de todo. Pronto perdieron dos naves y murieron 200 hombres; en la costa africana les dejaron bajo mínimos los piratas franceses. En Brasil, les retuvo ¡cinco años! el mandamás portugués, y resistieron ataques de los indios. Juan de Salazar logró llegar a Asunción con algún soldado y las pocas mujeres que quisieron o pudieron seguirle (después irían otras).  Lo primero que hizo el espinosiego fue tragar saliva y saludar a Irala, que estaba eufórico por su nombramiento (esta vez legítimo) de gobernador. Adeu, Feliset.
     - Mañana disfrutaremos la carta que Juan le envió al rey. Visca Mena, Sanchet.


     Álvar Núñez  Cabeza de Vaca, jerezano, de ilustre familia, pero de ninguna manera un “zeñorito andalú”. Ese monumento fuente que le han dedicado en su pueblo, Jerez de la Frontera, junto a la antigua muralla, nos muestra al heroico náufrago que inicia su lucha por sobrevivir atravesando América. El busto con casco está emplazado en un  parque de Houston (Texas) para que también los gringos conozcan la asombrosa historia. Se echa de menos algo que recuerde su faceta de notable cronista y de gobernador injustamente tratado.



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