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Heme aquí, luminoso cronista de Indias. Y luego os quejáis del estrés y
la dureza de vuestra vida: hasta el
viaje de vuelta de Cabeza de Vaca y Salazar de Espinosa fue movidito. Al
depuesto gobernador le intentaron envenenar en el barco, pero, como era muy
hierbero, “con esos remedios, plugo a Dios que se salvara”.
- Un
placer verte, entrañable Sancho. Al llegar al mar, tuvieron tal tormenta que
sus almas supersticiosas sacaron conclusiones. Sus carceleros, Alonso Cabrera
(que luego, trastornado, mataría a su mujer en Andalucía) y Garci-Vanegas,
viendo en ello la mano del Señor, le soltaron, “le besaron el pie, aunque él no
quiso, y dijeron públicamente que Dios les había dado aquellos cuatro días de
tormenta por los agravios y sinjusticias que le habían hecho sin razón”.
Comenta que también murieron de forma súbita y desastrada Vanegas y los frailes
que estuvieron en su contra; y lo interpreta como un castigo divino por el “que parece manifestarse la poca culpa que el
gobernador tuvo”. Pero en España iba a tener graves problemas.
- Así es, discípulo mío: sus adversarios eran
poderosos, “y después de haberle tenido preso en la Corte (la barbaridad de)
ocho años, le dieron por libre y quito”. Pero no pudo recuperar la gobernación
“porque sus contrarios decían que si volvía a la tierra, habría escándalos y
alteraciones”. Ni le dieron “recompensa de lo mucho que gastó en ir a socorrer
y descubrir”. Sin embargo, terminó sus días plácidamente en 1559, justamente
rehabilitado y ejerciendo como juez en Sevilla. Vida corta (52 años), pero de
apasionante intensidad. El rey se amoldó a los hechos consumados (quizá por ser
Asunción un lugar explosivo) y legalizó la situación de Irala nombrándolo
gobernador. Por su parte, el gran capitán Juan de Salazar de Espinosa no tuvo
ningún problema en España con las autoridades. Se le dio permiso en 1550 para
volver a la provincia del Río de la Plata como tesorero (cargo digno, pero por
debajo de sus méritos), teniendo que tragarse el sapo de darle al odiado Irala
la provisión de su nombramiento como gobernador. Partió con 300 hombres y 50
mujeres, tan necesarias para matrimoniar y así mitigar la anarquía sexual de
Asunción, pero el viaje fue un revoltijo de circunstancias adversas donde pasó
de todo. Pronto perdieron dos naves y murieron 200 hombres; en la costa
africana les dejaron bajo mínimos los piratas franceses. En Brasil, les retuvo
¡cinco años! el mandamás portugués, y resistieron ataques de los indios. Juan
de Salazar logró llegar a Asunción con algún soldado y las pocas mujeres que
quisieron o pudieron seguirle (después irían otras). Lo primero que hizo el espinosiego fue tragar
saliva y saludar a Irala, que estaba eufórico por su nombramiento (esta vez
legítimo) de gobernador. Adeu, Feliset.
-
Mañana disfrutaremos la carta que Juan le envió al rey. Visca Mena, Sanchet.
Álvar
Núñez Cabeza de Vaca, jerezano, de
ilustre familia, pero de ninguna manera un “zeñorito andalú”. Ese monumento
fuente que le han dedicado en su pueblo, Jerez de la Frontera, junto a la
antigua muralla, nos muestra al heroico náufrago que inicia su lucha por
sobrevivir atravesando América. El busto con casco está emplazado en un parque de Houston (Texas) para que también
los gringos conozcan la asombrosa historia. Se echa de menos algo que recuerde
su faceta de notable cronista y de gobernador injustamente tratado.
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