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- Buenas noches, indeciso Hamlet: ya sé que casi todo está podrido, pero tienes
que ir a votar el domingo. Escoge al menos malo.
- Es justo y necesario, sabio abad. Pero
me taparé la nariz. Hoy nos toca la carta de denuncia contra el gobernador Irala
escrita en 1556 por el muy fiable Juan Muñoz de Carvajal (aunque quizá patine
en las cifras, cosa habitual entonces). Se expresaba bien, tenía una letra
preciosa y nos convence de la valía de Cabeza de Vaca. Vamos con ella: “Con el
debido acatamiento, haré relación verdadera a Vtra. Majestad de las cosas que
suceden desde la prisión del gobernador Cabeza de Vaca, con el cual yo vine de
España, y cómo siempre me pareció mal esto de su prisión, por ser legalmente el
gobernador de esta tierra, y también por ver que no le prendieron los oficiales
y el capitán Domingo de Irala por el servicio de Vtra. Maj., sino por sus
intereses, como luego se vio en los malos tratos que hicieron en los indios,
enviando sus corredores, robando y destruyéndolos, tomándoles sus mujeres
paridas y preñadas, y quitándoles las criaturas de los pechos, y tomándoles sus
hijas para su servicio y todas las cosas necesarias que los míseros tenían para
pasar su vida. Y viendo los conquistadores que gozaban la tierra, les dio la
vileza de dedicarse a robar. Y los oficiales y el capitán Domingo de Irala lo
hacían con tanta crueldad que, cuando se marchaban, hacían tantos llantos los
maridos por sus mujeres y las mujeres por sus maridos y por las criaturas que
dejaban, que parecía romperse el cielo pidiendo a Dios misericordia y a Vtra.
Maj. justicia, y amparo a quienes tienen el oficio pastoral destas míseras
ovejas. Y esto ha durado desde el día de la prisión del gobernador Cabeza de
Vaca. Que traen manadas destas mujeres para sus servicios como quien va a una
feria y trae una manada de ovejas. Lo cual ha sido causa de haber perecido más
de veinte mil ánimas y haberse despoblado gran parte de la tierra. Pues agora
que vivieron las provisiones de gobernador al dicho Domingo de Irala, que tanto
ha destruido la tierra, lo cual puso muy gran confusión de los españoles y de
los naturales, en seguida repartió la tierra y el servicio de los indios,
tomando para sí y para cuatro yernos que
tiene, y para los cuatro oficiales de Vtra. Maj., lo más y mejor de la tierra,
y lo demás lo repartió entre sus amigos y paniaguados, y entre extranjeros,
franceses, italianos, venecianos, genoveses
y de otras naciones, porque le han ayudado a hacer lo que tengo dicho, y
aun a otros que vinieron del Perú y allá nada hicieron al servicio de V. M.,
olvidando a muchos conquistadores viejos que han conquistado y descubierto la
tierra. Por lo cual, de mi parte suplico a
Vtra. Maj. que no consienta quedar así esto, aunque solo sea por no desanimar a los que de aquí adelante
serán al servicio de S. Maj. He hecho esta relación por me parecer hacer lo que
debo al servicio de Dios y de Vtra. Maj., dejando muchas cosas por la
prolijidad, y esta es la verdad de todo, y cuando otra cosa Vtra.Maj. hallase,
mándeme cortar la cabeza como a hombre que a su rey y señor no dice verdad”.
Impresionante Carvajal. Votaré por uno así.
- Pero traga saliva que mañana te toca
hablar Irala. Pax tibi, filius meus.
Un ilustre anónimo: Juan de Carvajal. Y
sin embargo, era culto (la elegante caligrafía de la firma es idéntica a la del
texto), no pide nada para sí, salvo orden y justicia para todos, indios
incluidos, y para no desanimar a los futuros vecinos de Asunción, y, además, de
probada valentía al desafiar al temible Irala y emplazar al rey a que ¡le corte
la cabeza! si considera que miente. Un héroe en la sombra.
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