martes, 19 de enero de 2016

(149) -Tristes y tétricas noches, querido hijo mío putativo (con perdón). Vístete de luto, ponte shespiriano y canta como se merece el triste destino de Juan Gómez de Villandrando; pobre muchacho.
     - No me tomes el pelo, revoltoso abad. Pero sí es cierto que el bueno de Juan fue maltratado por la rueda de la fortuna. Santoya nos lo describió con muy elogiosas palabras: “mozo de hasta 20 años y hombre que de  más de 40 parecía en cristiandad y ánimo”; le consideraba generoso y valiente, pero con un ribete de ingenuidad. Su padre, Juan de Villandrando, tenía un puestazo: presidente del Consejo de Indias. ¿Qué fue de este prometedor mancebo cuando desembarcaron en Santo Domingo? Hay quien dice que ya estaba casado, pero, por sus pocos años, parece más lógico que allí  encontrara a su Julieta y le robara el corazón (¿voy bien, Sancho?).
     - A la altura del Bardo de Avon, mi querubín. Esa preciosa doncella, de solo unos quince años, que se casó jubilosa con Villandrando, era nieta de Marcelo Villalobos, el oidor de la audiencia de Santo Domingo compinche de mi sobrino Juan Ortiz de Matienzo, y estaba emparentada con mi otro sobrino, Pedro, el alcalde de la tristemente famosa y perlífera isla de Cubagua. Y el destino siguió enredando.
     - Con implacables y rocambolescos resultados, querido Sancho, como los del aleteo de una mariposa. Tu sobrino Juan se metió en turbios negocios de exploración; su compañero Ayllón, le arrebató la licencia, muriendo en el empeño, y el tercer oidor en discordia, Villalobos, consiguió permiso real para poblar la isla Margarita, que está al lado de la de Cubagua y frente a Venezuela, pero falleció antes de llevarlo a cabo. Cogió la antorcha su viuda, Isabel de Manrique, cediendo a su vez los derechos a su hija, Aldonza Villalobos, quien, al fallecer su marido, se los pasó a la suya, Julieta, digo Marcela Villalobos, la casi niña esposa de Juan Gómez de Villandrando, ejerciendo este como gobernador del territorio: en mala hora. Prosiga el mosén.
     - En nuestro maravilloso libro lo cuentas divinamente. Todo iba   bien, estando el matrimonio serenamente al mando de la Margarita. Pero un día aciago, el 20 de julio del año 1561, llegó a la isla el Quinto Jinete del Apocalipsis: Iñigo Lope de Aguirre. El valiente, sufrido y cruel trastornado acababa de bajar el Amazonas con una expedición atenazada por el terror, con el suicida propósito de volver por tierra a Perú y apoderarse del virreinato, aunque lo que le movía era una total desesperación que solo servía para destruir. Necesitaba provisiones y puso rumbo hacia la Margarita. Varios de los supervivientes narraron  la peripecia, pero el que mejor lo contó fue Francisco Vázquez. Me tiemblan las carnes. Mañana más.

     - Aguirre sufrió muchas injusticias, pero, como veremos, basta el caso de Villandrando para perderle toda simpatía. Ciao, caro.


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