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–Y Cortés, querido secre, seguía ganándose
a los indios.
-Aprovechaba hasta la peor oportunidad,
reverendo. Los de Zocotlán estaban llenos de curiosidad por los extraños
visitantes; así que utilizó su asombro de ‘pardillos’ para exagerar la fiereza
de los perros, el poder de los caballos y la fuerza destructiva de las armas de
fuego. Para rematar la faena, los indios de Cempoala les contaron al detalle lo
que les habían visto hacer a los españoles, y cómo gracias a ellos se
encontraban libres del yugo de Moctezuma. Terminaron diciéndoles: “Andad presto
y traedles algún presente. De manera que traíamos con nosotros buenos
echacuervos (alcahuetes, liantes),
porque de seguido trajeron adornos de oro, aunque era muy bajo. Y también
trajeron 4 indias que fueron buenas para moler pan”. Pero luego vieron otra
cara del horror.
-Así es, florido poeta. Resultó nuevo para
ellos: “Acuérdome que tenían puestos en una plaza tantos rimeros (conjuntos) de calaveras que se podían
contar por miles, y en otra parte muchos rimeros de zancarrones (Bernal habla con propiedad: huesos grandes
descarnados), y tenían en unas vigas muchas cabezas colgadas, y lo estaban
guardando tres papas. Esto lo tuvimos que mirar después en todos los
pueblos”. Así que era típica de la
cultura azteca esa ‘instalación’, conocida con el nombre de ‘tzompantli’. Pero
el ‘simpático’ cacique les dio un consejo envenenado, y tanto que, de haberlo
seguido, es muy probable que todos los españoles terminaran como los que acababan
de ver ensartados. Trataron de convencerles de que se olvidaran de la ruta de
Tlaxcala y fueran directos a México por Cholula, con el argumento de que el
camino era más corto. Menos mal que los totonacos dejaron las cosas claras: “Y
los de Cempoala le dijeron a Cortés: ‘Señor, no vayas por Cholula, que son muy
traidores y tiene allí siempre Moctezuma sus guarniciones de guerra’; y que
fuésemos por Tlaxcala que eran sus amigos, y enemigos de los mexicanos. Y así
acordamos tomar el consejo de los de Cempoala, que Dios lo encaminaba todo”.
-Sí, reverendo; pero parece que el Señor
escribía derecho con renglones muy torcidos, porque en Tlaxcala se complicaron
estúpidamente las cosas, y después, aunque mucho mejor preparados, habrían de
pasar forzosamente por la temible Cholula. Seguro, dottore, que nos explicas
bien el laberinto que fue Tlaxcala.
-Siempre tan precavido, Cortés hizo alto
en un pequeño pueblo, desde donde envió a dos totonacos con un mensaje
pacificador para los tlaxcaltecas. La cosa salió tan mal que apresaron a los
dos infelices. “Y esto fue porque, como sabían que llevábamos en nuestra compañía muchos amigos
indios que daban tributo a Moctezuma, tuvieron por cierto que íbamos contra
ellos”. Los dos totonacos lograron escapar, pero trayendo pésimas noticias del
ambiente de guerra que habían visto. “Y desque lo supimos, dijimos todos: ‘Pues
que así es, adelante en buenahora’ E
yendo así, nos vinieron de frente hasta 6.000 indios (Bernal no era de los cronistas que más exageraban), con gritos,
tambores y trompetilla, flechando y tirando varas, con su capitán, que se decía
Xicotenca (era el soberbio y terco hijo
del cacique principal; se convertiría en la
peor pesadilla para los españoles)”. El encontronazo fue terrible:
“Decidieron cogernos algún caballo, y echaron mano a una muy buena yegua y al
buen jinete que se decía Pedro Morón; le agarraron de la lanza y le hirieron
malamente; y entonces dieron una
cuchillada a la yegua que le cortó el pescuezo en redondo, y colgado del
pellejo (buen pintor expresionista),
allí quedó muerta; y todavía pudimos salvar al Morón y quitárselo de poder, que
ya lo llevaban medio muerto; y quitamos la cincha de la yegua por que no quedase
allí la silla”.
(Eso que ven vuesas mersedes en la foto es
un muro del Templo Mayor de México: ahí dejaron los aztecas reproducido en
piedra cómo quedaban ensartadas en los tzompantlis las calaveras de sus
víctimas ritualmente sacrificadas; era el ‘atractivo’ reclamo que los españoles
iban viendo por el camino).
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