domingo, 19 de junio de 2016

(Día 301) OTRA OSADÍA DE CORTÉS: ejecuta en público a los capitanes aztecas que habían matado a españoles en VERACRUZ. Sorprendentemente, MOCTEZUMA evita una revuelta de su pueblo. La ejecución reforzó la alianza con los indios amigos de los españoles.

(53) –Apresar a Moctezuma, querido tertuliano, equivalía a  desactivar una bomba arrasadora cortando al azar un cable entre un manojo de conexiones. Pero era la menos mala de las opciones.
     -Pues Cortés, querido maestro, tomó al instante (era su estilo) otra decisión que calentó más, si tal cosa era posible, la caldera mexicana. Moctezuma, para complacer al controlador extremeño, había dado orden de que se trajera a México apresados a los capitanes que atacaron a los españoles en la zona de la Villa Rica, resultando muertos Juan de Escalante, seis soldados y muchos indios totonacos. Misión cumplida: se los entregaron a Cortés; “y tomada confesión, dijeron ser verdad los hechos, e que su señor les había mandado hacerlo; e Cortés le hizo saber a Moctezuma que le acusaban de aquella cosa, y él se disculpó cuanto pudo”. En uno de sus típicos razonamientos manipuladores, Hernán le dijo que no le creía a él, sino a los capitanes aztecas, “mas que le quiere tanto que antes pagaría él mismo la culpa que  vérsela pagar a Moctezuma. Y sin gastar más razones, Cortés sentenció a aquellos capitanes  a muerte e que fuesen quemados delante de los palacios de Moctezuma; e así se ejecutó luego la sentencia”. Los quemados en la plaza mayor fueron 16, ante un público silencioso y, sin duda,  espantado por la terrorífica actuación de los españoles. ¿Qué opinas?
     -Ya sabes, joven, que Cortés siempre actuaba calculando los resultados; no buscaba el gustazo de la venganza, sino fortalecer su posición. Quizá este terrible golpe bajo al orgullo mexicano tuvo mucho que ver con futuros pesares de los españoles, pero, de momento, no hubo problemas. ¿Y gracias a quién? Por increíble que parezca, gracias a Moctezuma. ¿Qué misteriosos planteamientos había en su cabeza? Caben muchas interpretaciones: pusilanimidad, sensatez, fatalismo, cálculo…, de todo, sin descartar la clara visión de que a su cultura le iba a llegar la última hora, si no entonces, poco después, pero irremediablemente. Veamos  el primer síntoma claro de que renunció a la lucha: “Moctezuma decía que le convenía estar preso, y que los parientes y principales que lo visitaban querían sacarle de la prisión y dar guerra a los españoles, y que si le liberaban le obligarían a ello; pero que él no quería revueltas en la ciudad, e que si él no hiciera su voluntad, quizá nombraran a otro señor, por lo que les quitaba esos pensamientos diciéndoles que su dios Huichilobos quería que estuviera preso”.
     (Con tu venia, secre, sigo). Bernal hace un resumen de los últimos sustos (hasta ahora), pero se siente muy orgulloso. Allá va su parrafada: “Digamos que cuando este castigo se supo, temieron en toda la Nueva España, y los pueblos de la zona en la que los mexicanos mataron a nuestros soldados volvieron a servir muy bien a los vecinos de la Villa Rica. E han de considerar los curiosos que esto leyeren los grandes hechos que hicimos: dar al través con los navíos; entrar  en tan fuerte ciudad, teniendo tantos avisos de que allí nos habían de matar; tener tanta osadía de prender en ella al gran Moctezuma dentro de la gran ciudad y en sus mismos palacios, con tantos guerreros de guarda; osar quemar a sus capitanes delante de sus palacios. Muchas veces, agora que soy viejo, me paro a considerar las cosas heroicas que hicimos, y digo que no las hacíamos nosotros, sino que venían encaminadas por Dios. Porque, ¿qué hombres ha habido en el mundo que osasen entrar, sin llegar a ser 400, en tan fuerte ciudad, que es mayor que Venecia, estando apartados de nuestra Castilla más de 1.500 leguas (unos 8.500 km), y prender a un tan gran señor y hacer justicia de sus capitanes? Porque hay mucho que ponderar en ello, y no así secamente como yo lo digo”. Y no olvidemos que habla conmocionado por la terrible aventura que acaban de vivir, sin mencionar las padecidas anteriormente, que fueron de gran heroicidad (Tabasco, Tlaxcala, Cholula…).

     (Foto: Lo que rodeaba al pequeño grupo de españoles era un ejército de decenas de miles de guerreros aztecas curtidos en las batallas más brutales. Bernal describe repetidamente las temibles espadas que usaban, llamadas ‘macáhuitl’; dice que eran “a dos manos (con doble filo), con pedernal (obsidiana) incrustado, y cortaban más que navajas”. Añádanse los escudos, las lanzas, los arcos de flechas y las pedradas con las hondas).


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