miércoles, 29 de junio de 2016

(Día 311) LOS ENVIADOS DE NARVÁEZ quedan deslumbrados por la grandiosidad de MÉXICO, y EL ASTUTO CORTÉS se los gana con dádivas. Tanto así que, ya de vuelta, aconsejan a la tropa de NARVÁEZ que se pase al bando de CORTÉS. Empieza un cruce de mensajes entre los dos adversarios. NARVÁEZ se ve presionado también por su gente. Fuera de control, comete un gravísimo error: apresar al oidor AYLLÓN.

(63) –Cortés, escudero mío, disfrutaba con los fingimientos.
     -Ciertamente, mi señor: habría triunfado en la escena. Una y otra vez miente para conseguir algo. Le encantó saber que Sandoval mandaba presos a México a los representantes de Narváez. Pero hizo ‘su numerito’. Antes de que llegaran, “les mandó cabalgaduras (iban ridículamente sujetos en hamacas), ordenando que se les dejase libres, y escribiéndoles que le pesó que Gonzalo de Sandoval, en lugar de hacerles mucha honra, les hubiese hecho tal desacato. Y cuando llegaron a México, les salió a recibir y los metió en la ciudad muy honradamente. Y desque el clérigo y los demás vieron que México era tan grandísima ciudad, y la riqueza de oro que teníamos, e otras muchas ciudades en el agua de la laguna, estaban admirados. Y Cortés les habló de tal manera, con prometimientos y halagos, y aun les untó las manos (hablemos claro) con barritas de oro y joyas, y además los tornó a enviar a su Narváez con provisiones que les dio para el camino, que los que venían muy bravosos leones, volvieron muy mansos y se le ofrecieron por servidores”. Qué bien encaja aquí aquella frase.
     -La que le gustaba citar a Bernal, pequeñuelo: “Que dádivas quebrantan peñas”; rotunda y cruda como la vida misma. Las joyas y el relumbrón de México, más las carantoñas de Cortés hicieron milagros. Y tan convertidos quedaron a la santa, verdadera y única fe que “en cuanto llegaron a Cempoala e dieron relación a su capitán, comenzaron a decir a todo el real (campamento) de Narváez que se pasasen a nosotros”. Empezó entonces una maraña de lances entre Cortés y Narváez, como incansables espadachines, hasta que ganara el más fuerte o el más hábil. El primer paso lo dio Hernán mandándole un escrito marca de la casa: “Le pedía por merced, con muchas caricias y ofrecimientos, que no alborotase la tierra, para que los indios no viesen diferencias entre nosotros; y esto del ofrecimiento lo decía porque éramos muy pocos soldados en comparación con los de Narváez. Y le dijo que se holgó mucho con su llegada, y le pidió que no diera causa a que Moctezuma, que estaba preso, se soltara, ni a que la ciudad se levante. Y se le ofreció con su persona y hacienda. Y también escribió al oidor Ayllón, mandándole ciertas joyas para sus amigos. Pero cuando recibió la carta Narváez, andábala mostrando a sus capitanes, haciendo burla de ella y de nosotros”. Primer empate. Pero la situación era muy complicada, y tumbar a Narváez requería mucho esfuerzo, habilidad y paciencia. El primer objetivo de Cortés fue ganarse a los soldados de su enemigo, “que no venía bien  apreciado por sus capitanes”. Comenzó como ‘colaboracionista’ suyo el untado clérigo Guevara, que se dedicó a largar a favor de Cortés entre la tropa, y da la impresión de que Narváez no reaccionó con la suficiente energía, pues hasta a él mismo le habló el reverendo de las maravillas que había hecho Hernán al servicio de Su Majestad, queriéndole convencer de que se aliara pacíficamente con él. Su reacción fue demasiado suave: “Y como esto oyó el Narváez, se enojó mucho con el padre Guevara y le dijo que no le quería ver más ni escuchar”. Y tras un clérigo, otro: llegó el capellán de Cortés, fray Bartolomé de Olmedo, con el mensaje para Narváez de que “hará todo lo que le mande, e que quiere que tengan paz y amor; y, como era cabezudo y venía muy pujante, no le quiso oír, diciendo delante del padre que Cortés y todos nosotros éramos unos traidores”. Y tras los frailes, el oidor: Lucas Vázquez de Ayllón (el colega de mi sobrino Juan) le dio la tabarra a Narváez recordándole  que su expedición no era legal, “y lo decía más claramente después de ver las cartas de Cortés y los tejuelos (barritas) de oro”. Narváez, ya fuera de quicio, cometió un error que, a la larga, le traería graves consecuencias: “Por consejo de algunos capitanes suyos, y sobre todo por el gran apoyo que tenía Narváez en el obispo Juan Rodríguez de Fonseca (voy a tener pesadillas), tuvo tal atrevimiento que prendió al oidor del rey (era una gravísima osadía), lo embarcó en un navío y lo envió a Cuba”.

     (Foto: Un brevísimo resumen de lo que mi querido  hijo putativo escribió extensamente sobre Juan Vázquez de Ayllón en mi maravillosa biografía (que el Señor le colme de mercedes). Mi sobrino Juan financió una expedición esclavista que recorrió la costa mexicana hacia Florida descubriendo nuevas tierras. Pidió licencia al rey para poblarlas, pero, ganándole la partida, fue el aprovechado Ayllón quien consiguió el permiso. En el mapa se ve el recorrido de la aventura, en la que iban bajo su mando 600 españoles; murió en el empeño, y solamente 150 volvieron vivos. Esto ocurrió en 1526, seis años después del conflicto con Narváez, y el único logro del oidor metido a aventurero fue crear la primera población europea de Norteamérica,  San Miguel de Guadalupe).


No hay comentarios:

Publicar un comentario