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-¡Qué extraño comportamiento, secre, tenía Moctezuma!
-Era un preso de superlujo, reve, y los
españoles le trataban con el máximo respeto, sin ninguna mezquina vejación;
hasta velaban por su estado de ánimo. Cuenta Bernal que “Cortés, que en todo
era muy diligente, y por temor de que no se acongojase por estar preso, iba
cada día a visitarle con sus capitanes, y le preguntaban con mucho acato qué
tal estaba; y él respondía que se holgaba de estar preso porque nuestros dioses
nos daban poder para eso, o su Huichilobos lo permitía”. Singular fatalismo; a
no ser que fuera un filósofo visionario. Y en medio del drama, había risas que
todos compartían. Hacían juegos de mesa con él, “y el Pedro de Alvarado siempre
se contaba un tanto más que Cortés. Y como lo vio el Moctezuma, decía con
gracia e risa que no quería que contase el Tonatio –que así llamaban a Pedro de
Alvarado- porque mentía mucho en lo que contaba. Y Cortés y todos nosotros no
podíamos estar de risa por lo que dijo”. Sigue tú, reverendo, que tienes tacto.
-El que tiene tacto es Bernal; pero ya
veo, tramposillo, que me dejas la anécdota grosera. A ver cómo sale la cosa,
porque lo dice con tantos miramientos que lo que ocurrió puede parecer aún peor.
“Estaba de vela un soldado muy alto de cuerpo y de muy grandes fuerzas que se
decía fulano de Trujillo, y cuando le tocaba de guardia de noche era tan mal
mirado (educado) que, hablando aquí con acato de los señores oyentes, hacía
cosas deshonestas (groseras), que lo
oyó el Moctezuma, e túvolo a mala crianza y desacato, y preguntó a su paje,
Orteguilla, quién era aquel malcriado e sucio, y le dijo que era hombre que
solía andar en la mar y que no sabía de policía ni buena crianza; desque fue de
día Moctezuma le mandó llamar y le dijo que no le faltara más al miramiento de su persona y al acato
debido, y le dio una joya de oro”. Pero el Trujillo era un caso perdido y con el coeficiente mental a
ras del suelo: “No se le dio nada (no le
importó) lo que le dijo, y a la otro noche hizo lo mismo creyendo que le
daría otra cosa (será tarado…)”.
Total que, a petición de Moctezuma, el oficial de la guardia le echó la bronca
al impresentable y lo cambiaron de sitio.
Y ya que voy de vuelo, pequeño mío, seguiré
con otra anécdota cuartelera nada engorrosa, sino todo lo contrario, romántica,
vivida por Bernal en esa etapa de transitoria calma, al menos aparente. El
feliz mancebo va a tener su bella Pocahontas. Desde que quitaron al guarro
Trujillo de la guardia de Moctezuma, “todos los soldados hacíamos la vela con
mucho silencio y crianza, aunque no era menester que nos mandaran este
buen comedimiento que con este gran
cacique habíamos de tener. Nos conocía bien a todos y sabía nuestros nombres, y
era tan bueno que a todos nos daba joyas, mantas e indias hermosas. Como en
aquel tiempo yo era mancebo, y siempre que pasaba delante de él me quitaba el
bonete con muy gran acato, y aun le había dicho el paje Orteguilla que vine dos
veces a descubrir esta Nueva España antes que Cortés, le pedí que me hiciese
merced de una india muy hermosa, y cuando lo supo, me mandó llamar y me dijo:
‘Bernal Díaz del Castillo, yo os mandaré dar hoy una buena moza. Tratadla muy
bien porque es hija de hombre principal’; yo le respondí con mucho acato que le
besaba las manos por tan gran merced, y que Dios Nuestro Señor le prosperase. Y
supimos entonces que muchas de las
mujeres que tenía por amigas las casaba con sus capitanes o con personas
principales, y aun dio algunas a nuestros capitanes; y la que me dio a mí era una
de ellas, e bien parecida, que tuvo el nombre de doña Francisca (lo que dijimos, bautismo previo al
amancebamiento: realpolitik)”. Añadamos que Bernal tuvo tres hijos
naturales, a los que reconoció. Pasado el tiempo, se casó en Guatemala con
Teresa Becerra, una viuda mucho más joven que él, que tenía una hija muy
pequeña. Y fueron bendecidos por el Señor,
romántico plumífero, con nueve vástagos más.
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