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–Vaya papelón, colega: entrar en México
tras lo de Cholula.
-Ya sabes, maestro, que las mentiras
diplomáticas suavizan la tensión, y, a veces, hasta cuelan. Cortés le mandó un
mensaje a Moctezuma contándole lo traidores que habían sido los de Cholula, y
que “lo peor de todo es que sus papas y caciques dijeron que por consejo e
mandado de él (Moctezuma) habían
hecho la guerra, lo cual nunca creímos de tan gran señor. E como Moctezuma oyó
esta embajada, creyó que no le poníamos la culpa de lo de Cholula, y luego
envió seis principales con un presente de oro y joyas, e diciendo que le pesa
de lo de Cholula, e que quisiera
que se les hubiese castigado más porque
son malos y mentirosos”. Repetición de la pamema: agradecimiento afectuoso de
Cortés y abrazos efusivos a los embajadores del tierno emperador, enviándolos
de vuelta con el aviso de que los españoles iban directos a México. “Y cuando
los caciques de Tlaxcala supieron de nuestra partida, les pesó en el alma y
enviaron a decir a Cortés que ya le habían dicho muchas veces que se guardase
de entrar en tan recia ciudad, pero que, por la buena voluntad que nos tienen,
nos quieren enviar diez mil hombres; Cortés se lo agradeció y les dijo que no
es oportuno entrar con tantos guerreros en México, sobre todo siendo tan
enemigos unos de otros, y que solamente necesitaba mil para llevar el fardaje y
adobar los caminos”. Pero unos indios sí abandonaron: los amigos de Cempoala.
Cuéntalo, deán de Sevilla.
-Habían pasado ya demasiado miedo, pizpireto veterano. “Los de Cempoala, que nos
habían servido muy bien y muy lealmente, dijeron que querían volverse, porque
tenían por cierto que si iban a México que habían de morir, ellos y nosotros. E
por más que Cortés les rogó, y doña Marina se lo decía muy afectuosamente, que
se quedasen, diciéndoles que no recibirían ningún daño y que les haría ricos,
insistieron en que se querían marchar. E
desque aquello vio Cortés, dijo: ‘Nunca Dios quiera que nosotros llevemos por
fuerza aquestos indios que tan bien nos han servido”. No sé a ti, secre, pero a
mí me parece una buena muestra de que los españoles también sabían tener un trato cordial y respetuoso
con los indios. “Y mandó Cortés traer muchas mantas ricas para ellos e para el
cacique gordo, señor de Cempoala; y envió una carta al teniente Juan de
Escalante (capitán de la Villa Rica)
contándole todo lo acaecido e dándole instrucciones”. Sigo, peque, que voy sin
frenos.
Se acercaba, pues, el gran momento, el
salto a México. Suspense a tope: “Salimos de Cholula, con gran concierto y bien
apercibidos; no sé por qué lo traigo tanto a la memoria, puesto que andábamos
siempre con la barba sobre el hombro (como
los suricatos)”. Llevaban además una compañía inquietante: dos embajadores
de Moctezuma. Eran conscientes de que espías mexicanos observaban su marcha,
aunque, de momento, encontraron pueblos que les recibieron bien. Pero Moctezuma
o sus ídolos estaban desquiciados, porque cambió de opinión una vez más y le
mandó a Cortés nuevos mensajeros con regalos y una advertencia: “Malinche, este
presente te envía nuestros señor, el gran Moctezuma, como tributo para vuestro
emperador, pero te dice que no vengas a México y que tiene todos sus vasallos
en armas para que no entréis. Cortés respondió que se maravillaba de que el
señor Moctezuma tuviera tantas mudanzas, que unas veces dice uno, y otras lo
contrario; y que él no se puede volver atrás quedando como cobarde ante su
emperador, por lo que, como fuera, habíamos de entrar en su ciudad; de forma
que en adelante no le envíe Moctezuma más excusas sobre aquel caso. E luego
comenzamos a caminar para México”. ¡Mamma mía…!
Partieron, pues, de Cholula directos hacia
México. Como el plano señala otros acontecimientos posteriores, los mencionamos
ahora, aunque lo sabroso estará en los apasionantes y continuos incidentes que
comentaremos a su tiempo. Llegaron a México en noviembre de1519; salieron de
allí machacados en junio de 1520. Pero Cortés era muchísimo Cortés: a base de
heroicidad, tenacidad e ingenio, mucho ingenio, consiguió entrar de nuevo, y
para siempre, en agosto de 1521.
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