jueves, 16 de junio de 2016

(Día 298) VEN CON MOCTEZUMA EL HORROR del interior del templo. CORTÉS se lo critica a MOCTEZUMA, y provoca otra víctima. En su aposento, los españoles descubren, tras una pared, UN GRAN TESORO DE MOCTEZUMA.

(50) –Y va Cortés, querido biógrafo mío, y solicita ver el horror.
     -México no solo era bucólico y pintoresco, sabio ectoplasma. “Por medio de doña Marina, le dijo a Moctezuma: ‘Os pido por merced que nos mostréis vuestros dioses y teúles. Y Moctezuma después de hablarlo con sus papas, nos dijo que entráramos en una torrecilla donde estaba su dios de la guerra, Huichilobos, de rostro muy ancho e ojos disformes y espantables. Y estaban allí unos braseros con copal, que es su incienso, y tres corazones de indios que aquel día habían sacrificado y se quemaban; y todas las paredes y el suelo tan bañados y negros de sangre y de costras que hedía muy malamente, peor que los mataderos de Castilla”. Describe otros ídolos, igualmente con corazones de sacrificados, “y todo estaba lleno de sangre, y  no veíamos la hora de salirnos afuera y quitarnos de tan mal hedor y peor vista; y tenían un tambor grande en demasía, con un sonido tan triste que parecía instrumento de los infiernos”. (Llegará el día en que Bernal oirá “aquellos malditos tambores” mientras sacrificaban a sus compañeros). “Y Cortés, medio riendo, le dijo a Moctezuma: ‘No sé yo cómo un gran señor y sabio  varón como vuestra merced es no haya colegido que estos vuestros ídolos no son dioses, sino cosas malas que se llaman diablos. Y el Moctezuma respondió medio enojado: ‘Señor, Malinche, si tal deshonor como has dicho creyera que habrías de decir, no te mostrara mis dioses. Nosotros los tenemos por buenos, y nos dan salud y victorias, e tenémoslos que adorar e sacrificar”. Total que Cortés solo consiguió que hubiera otra víctima, porque Moctezuma dijo que “antes de marcharse tenía que rezar e hacer un sacrificio para reparar el gran pecado que había hecho al dejarnos ver a sus dioses y ser causa del deshonor que les hicimos”. Luego Bernal va dando datos de todo el entorno sagrado, con otros  adoratorios, a cuyos altares llama “sacrificaderos”, y uno de ellos “con  muchas ollas grandes donde cocinaban la carne de los tristes indios que sacrificaban, y se la comían los papas (que, curiosamente, llevaban las orejas rajadas). Y asimismo, detrás de  aquella maldita casa había tzompantlis de calaveras e zancarrones (como los que habían visto poco antes de llegar a México)”. Subrayaban (y dulcificaban) la religiosidad del recinto “otros grandes aposentos a manera de monasterio donde se recogían muchas hijas de mexicanos como monjas hasta que se casaban”. Tras la idílica excursión, dear daddy, ¿qué hicieron?
     -Como Cortés tuvo que desistir de colocar un altar y una cruz en las mismísimas entrañas del tenebroso Templo Mayor, decidió pedirle permiso a Moctezuma para hacer la instalación en los aposentos de los españoles. Mandó con el recado a doña Marina, a Aguilar y (atención) a su paje Orteguita, curiosísimo mancebo que aprendió pronto el náhuatl, fue muy apreciado por Moctezuma y presenció hechos históricos de gran calado. Obtenida la licencia, lo prepararon en dos días, “y allí se decía misa a diario hasta que se acabó el vino; pero seguimos rezando por costumbre de buenos cristianos, y para que los mexicanos lo viesen y se inclinasen a ello; y uno de nuestros carpinteros, Alonso Yáñez, vio en la pared señal de que había habido una puerta que estaba anulada, y sospechóse que detrás estaría el tesoro de Axayaca, el padre de Moctezuma, porque teníamos noticia dello. Y secretamente abrimos la puerta y vimos tal número de joyas de oro, piedras preciosas y otras riquezas, que quedamos perturbados. E acordamos que no se tocase cosa ninguna dellas, sino que la puerta se volviera a cerrar y encalar como estaba antes”. Increíble la suerte de los españoles y garrafal el descuido de Moctezuma.

     (Foto 1ª: Reproducción de la inmensa explanada de Tenoctitlán-México, en la que se encontraba el Templo Mayor con sus numerosas dependencias, entre ellas otros adoratorios; hermosísimo conjunto arquitectónico destinado a los ritos más crueles que han podido surgir de las necesidades religiosas del ser humano. Foto 2ª: Montaje fotográfico de gran eficacia para poder comprender el gigantesco volumen que tenía el Templo Mayor y su emplazamiento exacto. Sirva de comparación el enorme edificio de la catedral de México, con la grandísima plaza del Zócalo enfrente, que tiene a su izquierda la interminable fachada del Palacio Nacional. Ciertamente, algo faraónico).



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