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–Me gusta ver, querido colega, que Cortés exigía el máximo respeto a Moctezuma.
Hubo otro bocazas que se pasó.
-Y recibió su merecido, entrañable abad:
“Acaeció que un soldado que se llamaba Pero López, gran ballestero, tuvo
palabras con su cuadrillero (cabo)
sobre si le tocaba o no tomar la guardia de Moctezuma, y dijo: ‘¡Oh, pese a tal
con ese perro!, que por velarle a la continua estoy muy malo, a me morir del
estómago’. Y Moctezuma lo supo, y le pesó en el alma; y cuando lo conoció
Cortés, tomó tanto enojo que, al Pero López, aun siendo muy buen soldado, lo
mandó azotar. Algunas personas me han preguntado (sin duda cuando Bernal contaba estas cosas) por qué lo hizo no
siendo la falta muy grave, si el soldado era bueno, nosotros tan pocos, y
sabiendo que los indios tendrían noticia dello. A esto digo que entonces todos, y aun Cortés, cuando pasábamos
delante del gran Moctezuma le hacíamos reverencia con los bonetes quitados, y
él era tan bueno y tan bien mirado que a todos nos hacía mucha honra, y él se
la merecía, no solo por ser rey desta Nueva España, sino también por su
condición y su persona. Y demás de todo esto, ¿en qué estaban nuestras vidas
sino solamente en que mandara a sus vasallos que le sacasen de la prisión y nos
dieran luego guerra?”. Y Cortés no paraba: le llegó el material que había pedido a los de la
Villa Rica para unos hacer unos ‘juguetes’.
-Razón tienes, prestigioso funcionario.
Seguro que se llevaba el mérito de ideas ajenas, pero nadie como él para
ponerlas en práctica: construyó dos pequeños bergantines “para holgar por la
laguna”, pero visto lo que luego pasó, se diría que no era sino un ensayo para
la estrategia que llevó a la conquista definitiva de México cuando volvieron al
ataque después de ser expulsados de la ciudad. Contó para ello con un personaje
extraordinario pero de borroso recuerdo: Martín López, habilísimo carpintero
naval y valiente soldado. Con la ayuda de los indios, todo fue muy rápido, “y
los bergantines salieron tan buenos y veleros como si se hubiera tardado un mes
en tomar los gálibos (plantillas),
porque el Martín López era muy extremado maestro, y este fue el que hizo los
trece bergantines para ayudar a ganar México, como adelante diré, y fue un buen
soldado para la guerra”. En cuanto supo Moctezuma que se habían botado ya los
bergantines, se ilusionó con la idea de ir en ellos a un terreno de caza, y
Cortés se lo permitió, por supuesto, bajo la custodia de los soldados. Lo pasó
en grande, pero había turbulencias políticas subterráneas. Veamos el proceso. Moctezuma
tenía ‘mono’ religioso, “y le dijo a Cortés que quería ir a sus templos para cumplir
sus devociones; y le dio licencia diciéndole que mirase que no hiciese cosa con
que perdiese la vida, porque a tal efecto mandaría con él a sus capitanes. Y
yendo como íbamos al maldito templo de Huichilobos, al llegar a las gradas de
lo alto estaban muchos papas aguardándole, e ya le tenían sacrificados de la
noche anterior cuatro indios. Y por más que nuestro capitán se lo decía y el
padre de la Merced se lo retraía, no aprovechaba cosa ninguna, sino que
contestó que había de matar hombres para hacer su sacrificio. Y no podíamos en
aquella sazón hacer otra cosa sino disimular con él, porque la adversa fortuna
vuelve de cuando en cuando la rueda, y estaban muy revueltos México y otras
grandes ciudades con los sobrinos de Moctezuma, que habían convocado a otros
muchos caciques y a toda la tierra para darnos guerra, soltar a Moctezuma y
alzarse algunos dellos por reyes de México”. La amenaza del desastre era una
pesadilla constante.
(Foto: Verosímil representación de la
hechura de los dos bergantines que Cortés mandó construir. Se muestra uno en
plena acción de guerra, pero eso ocurriría más de un año después; de momento el que lo estrenó, y
lo disfrutó como un niño, fue Moctezuma, que jamás había visto cosa igual;
quizá se olvidó por un instante de que los españoles no estaban precisamente
para juegos).
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