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– La codicia, hijo mío: volaron hacia la carroña como buitres.
-Tenían ansia de oro, santo padre, y llegó
el momento de buscarlo. “Cortés le preguntó a Moctezuma que a qué parte estaban
las minas y en qué ríos. Y le dijo que de donde más oro le traían era de
Zacatula; luego le señaló en un paño, pintados muy al natural, los ríos donde
lo había, desde Pánuco hasta Tabasco. Le
dio las gracias, y luego despachó al piloto Gonzalo de Umbría con otros soldados
mineros a lo de Zacatula. Aqueste Umbría era al que Cortés mandó cortarle los
pies cuando ahorcó a otros dos porque se alzaron con un navío. E cuando volvió,
supimos que vino con mucho oro y bien aprovechado, que a este efecto le envió
Cortés, para hacerle su amigo después de lo pasado”. Astuto cual vulpeja.
- Todo lo remendaba, compañero. “E por la
banda norte mandó a las minas a un capitán pariente suyo que se decía Pizarro,
mancebo de unos 25 años. En aquel tiempo no se conocía el Perú, ni se sabía
de Pizarros en esta tierra. Y también
Diego de Ordaz quiso ir a las tierras de minas; aunque Cortés lo rehusaba
porque era hombre de buenos consejos y lo quería tener en su compañía, le dio
licencia por no descomplacerle”. El comentario prueba que Cortés valoraba mucho
el asesoramiento. Fueron salidas que también sirvieron para extender su control
sobre el territorio, con variadas acogidas, en general favorables si los indios
odiaban a los mexicanos, como fue el caso de “unos que habían tenido una
batalla con ellos y por aquella causa llamaban al lugar donde ocurrió
Cuylonemiquis, que en su lengua quiere decir ‘donde se mataron los putos (maricas) mexicanos”. Luego Cortés dio
un paso más en el ‘ordeño’: “Le dijo al gran Moctezuma que mandase a los
caciques de toda las tierras que tributasen a Su Majestad, pues sabía que
tenían siempre oro. Y de presto despachó principales adonde había minas para
traer el oro que le solían mandar. Y le dijo: ‘Lo que yo tengo aparejado para
el emperador es todo el tesoro de mi padre, que está en vuestros aposentos y
bien sé que lo abristeis y lo habéis vuelto a cerrar, e más cosas os daré’. Al
oírlo, quedamos asombrados de la su bondad y liberalidad, y con gran acato nos
quitamos todos las gorras y le dijimos que se lo teníamos en merced. E luego
vinieron los mayordomos de Moctezuma para entregar ese tesoro que estaba
escondido”.
Así que se apropiaron del tesoro,
dedicando tres días a un orgasmo de codicia, “y digo que era tanto lo que había
que se hicieron tres montones de oro, más mucha plata y otras riquezas. Y se
comenzó a fundir, y se hicieron dello barras muy anchas, salvo las joyas ricas
que nos pareció que no eran para deshacer (seguro
que la selección fue un desastre). Luego se marcó todo el oro delante de
los oficiales reales, y sin contar la plata, pesaba más de 600.000 pesos (2.400 kg); algunos soldados decían que
había más. Ya solo faltaba sacar el quinto real y dar a cada uno su parte, e a
los que estaban en la Villa Rica también las suyas, pero Cortés no quería
repartir tan presto hasta que hubiere más oro; y la mayoría de los soldados y
capitanes dijimos que se repartiese sin tener que esperar, pues habíamos visto
que, cuando se fundía el oro, había en los montones mucho más oro y ahora
faltaba la tercia parte dello, porque lo tomaban y escondían así por parte de
Cortés, como de los capitanes e del fraile de la Merced, e se iba menoscabando.
E después de muchas pláticas, se acordó que al otro día se habían de dar las
partes. E diré cómo se repartieron, y todo lo más se quedó con ello el capitán
Cortés e otras personas”. El bueno de Bernal admiraba sin límites a su gran
capitán, pero no era ciego, ni tonto, ni cobarde. Nos mostrará al Cortés más
egoísta.
(Foto: “¡Money, Money, Money…!”. Liza
Minnelli y Joel Grey cantaron como nadie en “Cabaret” el ansia pornográfica de
dinero en los felices y locos años del charlestón, mientras se iba fraguando
silenciosamente el horror de la segunda guerra mundial. Habrá que concederle al
tramposo Cortés una atenuante -pero no eximente-, porque quería el oro para una
meta más noble, aunque de pura ambición: la gloria).
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