viernes, 24 de junio de 2016

(Día 306) EL ANSIA DE ORO SE PONE EN MARCHA. Los hombres de CORTÉS van a buscarlo por territorio mexicano. Consiguen que MOCTEZUMA les ceda tributos que recoge, y hasta les da el tesoro tapiado, sabiendo que los españoles ya lo habían descubierto. Se funde la mayor parte de las piezas y el reparto no se hace con justicia.

(58) – La codicia, hijo mío: volaron hacia la carroña como buitres.
     -Tenían ansia de oro, santo padre, y llegó el momento de buscarlo. “Cortés le preguntó a Moctezuma que a qué parte estaban las minas y en qué ríos. Y le dijo que de donde más oro le traían era de Zacatula; luego le señaló en un paño, pintados muy al natural, los ríos donde lo había,  desde Pánuco hasta Tabasco. Le dio las gracias, y luego despachó al piloto Gonzalo de Umbría con otros soldados mineros a lo de Zacatula. Aqueste Umbría era al que Cortés mandó cortarle los pies cuando ahorcó a otros dos porque se alzaron con un navío. E cuando volvió, supimos que vino con mucho oro y bien aprovechado, que a este efecto le envió Cortés, para hacerle su amigo después de lo pasado”. Astuto cual vulpeja.
     - Todo lo remendaba, compañero. “E por la banda norte mandó a las minas a un capitán pariente suyo que se decía Pizarro, mancebo de unos 25 años. En aquel tiempo no se conocía el Perú, ni se sabía de  Pizarros en esta tierra. Y también Diego de Ordaz quiso ir a las tierras de minas; aunque Cortés lo rehusaba porque era hombre de buenos consejos y lo quería tener en su compañía, le dio licencia por no descomplacerle”. El comentario prueba que Cortés valoraba mucho el asesoramiento. Fueron salidas que también sirvieron para extender su control sobre el territorio, con variadas acogidas, en general favorables si los indios odiaban a los mexicanos, como fue el caso de “unos que habían tenido una batalla con ellos y por aquella causa llamaban al lugar donde ocurrió Cuylonemiquis, que en su lengua quiere decir ‘donde se mataron los putos (maricas) mexicanos”. Luego Cortés dio un paso más en el ‘ordeño’: “Le dijo al gran Moctezuma que mandase a los caciques de toda las tierras que tributasen a Su Majestad, pues sabía que tenían siempre oro. Y de presto despachó principales adonde había minas para traer el oro que le solían mandar. Y le dijo: ‘Lo que yo tengo aparejado para el emperador es todo el tesoro de mi padre, que está en vuestros aposentos y bien sé que lo abristeis y lo habéis vuelto a cerrar, e más cosas os daré’. Al oírlo, quedamos asombrados de la su bondad y liberalidad, y con gran acato nos quitamos todos las gorras y le dijimos que se lo teníamos en merced. E luego vinieron los mayordomos de Moctezuma para entregar ese tesoro que estaba escondido”.
     Así que se apropiaron del tesoro, dedicando tres días a un orgasmo de codicia, “y digo que era tanto lo que había que se hicieron tres montones de oro, más mucha plata y otras riquezas. Y se comenzó a fundir, y se hicieron dello barras muy anchas, salvo las joyas ricas que nos pareció que no eran para deshacer (seguro que la selección fue un desastre). Luego se marcó todo el oro delante de los oficiales reales, y sin contar la plata, pesaba más de 600.000 pesos (2.400 kg); algunos soldados decían que había más. Ya solo faltaba sacar el quinto real y dar a cada uno su parte, e a los que estaban en la Villa Rica también las suyas, pero Cortés no quería repartir tan presto hasta que hubiere más oro; y la mayoría de los soldados y capitanes dijimos que se repartiese sin tener que esperar, pues habíamos visto que, cuando se fundía el oro, había en los montones mucho más oro y ahora faltaba la tercia parte dello, porque lo tomaban y escondían así por parte de Cortés, como de los capitanes e del fraile de la Merced, e se iba menoscabando. E después de muchas pláticas, se acordó que al otro día se habían de dar las partes. E diré cómo se repartieron, y todo lo más se quedó con ello el capitán Cortés e otras personas”. El bueno de Bernal admiraba sin límites a su gran capitán, pero no era ciego, ni tonto, ni cobarde. Nos mostrará al Cortés más egoísta.

     (Foto: “¡Money, Money, Money…!”. Liza Minnelli y Joel Grey cantaron como nadie en “Cabaret” el ansia pornográfica de dinero en los felices y locos años del charlestón, mientras se iba fraguando silenciosamente el horror de la segunda guerra mundial. Habrá que concederle al tramposo Cortés una atenuante -pero no eximente-, porque quería el oro para una meta más noble, aunque de pura ambición: la gloria).


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