viernes, 3 de junio de 2016

(Día 285) AUNQUE DESMORALIZADOS POR LA DERROTA, los TLAXCALTECAS lanzaron un tremendo ataque por sorpresa, pero fracasaron. BERNAL alaba sentidamente a Dª MARINA (la Malinche). LOS TLAXCALTECAS, por fin, parecen decididos a una paz definitiva.

(37) -¿Te has dado cuenta, discípulo mío, que somos colegas?: yo fui Tesorero Real, y tú Secretario Real; altísimos funcionarios.
     -Habla por ti, mi señor, que yo jugaba en tercera división. Continuemos en compañía de Bernal, ese ilustrísimo soldado raso. Dice que en la peligrosísima batalla apresaron a tres indios principales. Lo que hizo Cortés con ellos fue mandarlos de vuelta a su pueblo “para que rogaran a los caciques de Tlaxcala que vengan de paz y nos den paso por su tierra para ir a México”. Pero, aunque tristes y desmoralizados por la derrota, los indios pensaron que podrían vencer luchando de noche, y Xicotenca lanzó un tremendo ataque por sorpresa, “y como estábamos tan acostumbrados a dormir siempre calzados y vestidos, y los caballos ensillados y enfrenados, con todo género de armas muy a punto, les resistimos con las escopetas y ballestas y estocadas, y de presto les hicimos volver las espaldas; mataron a un indio de nuestros amigos de Cempoal e hirieron a dos soldados y un caballo”. ¿Fatigoso, no?
     -Y que lo digas, piccolino. A Bernal le viene vivísimo el recuerdo del estado de ánimo de toda la tropa en aquel preciso momento: “Cuando amaneció, nos vimos todos con heridas (muchas, anteriores) y muy cansados, y otros enfermos y entrapajados (vendados con trapos), y ya se habían muerto sobre 45 soldados, y aun nuestro capitán, Cortés, tenía calenturas. Y dábamos en pensar qué fin tendría esta guerra, y si acabase, qué sería de nosotros, porque entrar en México lo teníamos por cosa recia. Y no sabíamos nada de los que quedaron en la Villa Rica, ni ellos de nosotros”. Y de repente, soñador poeta, el sin duda enamorado Bernal nos agasaja con una loa a nuestra india preferida: “E doña Marina, aun siendo mujer de la tierra, qué esfuerzo tan varonil tenía, que oyendo cada día que nos habían de matar y comer nuestras carnes con ají (chile mexicano), y habernos visto cercados en las batallas, y agora todos heridos y dolientes, jamás vimos flaqueza en ella, sino un muy mayor esfuerzo que de mujer”. Se queja luego de que el cronista Gómara, que siempre ensalza a Cortés, nunca habla del mérito de los soldados, “sino que todo lo que escribe es como de quien va a bodas y lo hallábamos todo hecho”. Sigo yo, peque. 
     Recordemos que Bernal escribió su magnífico libro al sentirse ‘cabreado’ por la crónica de Gómara, encargada por Martín Cortés para mayor gloria de su padre. Por eso, sin quitarle ningún mérito al gran capitán (ni perdonarle merecidas críticas), pone siempre de relieve la heroica contribución de toda la tropa. Dice después Bernal que mandaron de nuevo un mensaje de paz con otros tres indios que habían apresado: “Cuando llegaron a Tlaxcala los mensajeros, estaban en consulta los dos caciques principales, que se decían Maseescasi y Xicotenca el Viejo (padre del apasionado rebelde). Y desque oyeron la embajada, estuvieron suspensos un rato, y quiso Dios inspirar en sus pensamientos que hiciesen paces con nosotros. Y luego fueron a llamar a todos los caciques que había en sus poblaciones. Y ya todos juntos, les hicieron un razonamiento”. Básicamente, les hablaron de las buenas maneras de los españoles, que devolvían a los presos, y de la crueldad con que eran tratados por los mexicanos; y de que lo más acertado era aliarse con gente tan poderosa en la batalla para poder liberarse del yugo de Moctezuma. “Y a todos los caciques les pareció bien, y decidieron que se hicieran paces, y que se avisara a los capitanes que  dejaran de luchar”. Cortés y los suyos están a punto de conseguir uno de sus mayores logros, la llave para alcanzar México. ¿Pero…?: “Enviaron cuatro principales con el mensaje para los capitanes, y Xicotenca el (complicado) Mozo no los quiso escuchar, y  mostró tener enojo y los trató mal de palabras”.

     (Foto: a cada uno lo suyo; para los mejicanos Xicoténcal se ha convertido en un héroe del indigenismo, y le han colocado esa estatua en Tlaxcala, que, desde 1932, se llama Tlaxcala-Xicohténcatl).


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