jueves, 23 de junio de 2016

(Día 305) EL CACIQUE CACAMATZIN organiza una rebelión contra los ESPAÑOLES. El propio MOCTEZUMA colabora para impedirlo; manda apresarlo a él y a otros caciques cómplices, entregándoselos a CORTÉS, que nombra como cacique sustituto de CACAMATZIN a un sobrino suyo. DRAMA HISTÓRICO: el gran MOCTEZUMA se ve obligado a rendir vasallaje a la CORONA ESPAÑOLA.

(57) – Es tan triste, fiel compañero, como la película “El último emperador”.
     -Veramente, caro patriarca: Moctezuma parecía un muñeco articulado en manos de los españoles, lo mismo que le ocurrió al heredero de la milenaria dinastía china con los japoneses. Los mexicanos se habían quedado sin cabeza, y los caciques hacían intentos desesperados para romper la tela de araña, entorpecidos por sus propios conflictos internos y las ambiciones de poder de los más aristocráticos. Por encima de los cuales, destacaba uno: Cacamatzín, señor de Texcoco y sobrino de Moctezuma. “Y cuando este supo que andaba convocando a todos los caciques para darnos guerra y soltarle a él, como el Moctezuma era cuerdo y no quería ver la ciudad puesta en armas, se lo dijo a Cortés, que ya lo sabía, mas no por tan entero; y nuestro capitán envió a decir a Cacamatzín que se quitase de revolver guerra, y que le quería tener por amigo. Y le contestó que no quería oír más esas palabras de halagos con las que prendió a su tío”. Haciendo buenas las teorías de Maquiavelo sobre el eterno mecanismo manipulador que hace andar la política, Cacamatzín elaboraba soflamas astutas, y se dirigió a un corro de caciques diciendo verdades como puños mezcladas con hipotéticas recompensas, igualito, igualito que el mismísimo Cortés: “Comenzó a bravear diciendo que nos mataría en cuatro días, e que su tío era una gallina; y les prometió que si se quedaba con el señorío de México, les habría de hacer grandes señores, les dio muchas joyas de oro y les dijo que tenía ya de su parte a sus primos, los señores de Coyoacán, Iztapalapa y Tacuba. Y cuando el gran Moctezuma se enteró, recibió mucho enojo y llamó a seis de sus capitanes para que fueran a prenderle al Cacamatzín y a los que eran de su consejo, y así lo hicieron, trayéndoles a México. Luego Cortés fue al aposento de Moctezuma y le agradeció tamaña merced, y se dio orden de que se alzase por rey de Texcoco a un mancebo que estaba con Moctezuma, que también era su sobrino, hermano de Cacamatzín, que estaba allí por temor de que este le matase, y los principales le alzaron por rey de aquella gran ciudad, y luego se llamó don Carlos (bautizo mediante). Y Cortés atrajo a Moctezuma para que prendiese a los demás reyezuelos y parientes suyos que estaban en la conjura, y en ocho días estuvieron presos. Miren los curiosos lectores cómo andaban nuestras vidas, tratándose de matarnos cada día y comer nuestras carnes”. Sigue, reve, que hoy he estado muy ‘chupón’.
     - Desactivado el intento de rebelión de Cacamatzin y sus ‘palmeros’ (para variar, sin ser ejecutados), Cortés disfrutó de haber resuelto el enésimo problema volviendo a la vida tranquila y al compadreo amistoso con Moctezuma, al que visitaba respetuosamente a diario y le hacía las veladas agradables. Pero una araña no puede dejar de urdir su tela. De hecho, aunque lo tenía completamente a su merced, había que formalizar protocolariamente su vasallaje y el de su propio pueblo. Y se lo exigió, “porque así se tiene por costumbre, que es necesario dar la obediencia antes que los tributos; y el Moctezuma juntó a los más de los caciques, sin estar Cortés delante, salvo el paje Orteguilla”. Les expuso un revoltijo de argumentos a la española y a la mexicana. Lo que cuenta después Bernal es un drama histórico: “E desque oyeron este razonamiento todos dijeron que harían lo que mandase, con lágrimas y suspiros, y el Moctezuma mucho más. Y luego mandó a decir que al otro día darían la obediencia y vasallaje a Su Majestad. E desta manera, delante de Cortés, de  nuestros capitanes y muchos soldados, y Pero Hernández, secretario de Cortés, Moctezuma y sus caciques dieron la obediencia a Su Majestad, con mucha tristeza que mostraron, y el Moctezuma no pudo sostener las lágrimas. E  queríamoslo tanto e de buenas entrañas, que a nosotros, de verle llorar, se nos enternecieron los ojos. Y soldado hubo que lloraba tanto como Moctezuma, por el amor que le teníamos”. Duro e implacable como la vida misma. Amén.

     (Imágenes de la película “El último emperador”. Foto 1ª: Los cortesanos y los guerreros chinos arrodillados ante su endiosado emperador en la Ciudad Prohibida. Foto 2ª: El divino jerarca convertido por los japoneses en un príncipe de opereta a su servicio).



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