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–Lo nunca visto, secre: estaremos ¡17 días! de vacaciones, pero intensos, en
Tlaxcala; aunque Cortés jamás descansa.
-Fue apoteósico, monseñor: las calles
llenas de expectación, agasajos continuos de todos los caciques y principales,
e incluso de los siniestros sacerdotes: “Vinieron los papas de toda la
provincia, que había muchos, con sus inciensos sahumándonos a todos, y los
cabellos muy largos y engreñados, llenos de sangre que les salía hasta de las
orejas, porque en aquel día habían hecho sacrificios, y traían las uñas muy
largas; oímos decir que los tenían por religiosos y de buena vida”. Luego les
llevaron a unos aposentos, donde también entraron los enviados de Moctezuma.
Pero el ‘mosqueo’ era inevitable: “Y aunque estábamos en tierra que veíamos muy
de paz, no nos descuidábamos de estar muy apercibidos, como era nuestra
costumbre”. A un capitán le pareció excesiva tanta precaución, y Cortés le
dijo: “Aunque los indios sean muy buenos, no hemos de creer en su paz, sino
como si nos quisiesen dar guerra, que muchos capitanes fueron desbaratados por
se confiar, y peor estamos nosotros por ser tan pocos”. Los grandes caciques
Xicotenca el Viejo y Maseescací captaron la desconfianza y se sintieron
ofendidos. Incluso le ofrecieron a Cortés rehenes para que estuviera tranquilo,
“y todos estábamos asombrados de la gracia y amor con que lo decían, pero
respondió que no hacían falta rehenes, y que en cuanto a estar apercibidos, que
siempre lo teníamos por costumbre, y que no lo tuviesen a mal”. Después dijo el
viejo Xicotenca: “Malinche, para que más claramente conozcáis que os queremos
bien, os queremos dar hijas nuestras para que sean vuestras mujeres y hagáis
generación; yo tengo una hija muy hermosa y quiérola para vos; y los demás
caciques dijeron que traerían a sus hijas”. Y el reportero del detalle que es
Bernal añade: “Como era ciego el viejo Xicotenca, con las manos tentaba a
Cortés en la cabeza, en las barbas y en el rostro, y se la llevaba por todo el
cuerpo. Y estaba allí presente el padre de la Merced y Cortés le dijo: ‘Señor
padre, paréceme que será agora bien que demos un tiento a estos caciques para
que dejen sus ídolos y no sacrifiquen’. Y el fraile dijo. ‘Dejémoslo hasta que
traigan a sus hijas, y dirá vuestra merced que no las quiere recibir hasta que
prometan de no sacrificar’. Al otro día trajeron 5 indias hermosas…”.
-Sigue, maestro, que la cosa se pone interesante.
-Cortés hizo el teatro que le aconsejó el
fraile y les dijo que no recibiría a las mujeres hasta que renunciaran los
indios a sus horribles costumbres religiosas, “y a las torpedades malas que
suelen hacer”. Como si estuviera en el púlpito de la catedral de Toledo, les
adoctrinó a fondo sobre las creencias cristianas. Y el bueno de Xicotenca no
pudo contestarle otra cosa: “Malinche, bien creemos que vuestro Dios y esa gran
Señora son muy buenos; pero ¿cómo quieres que
dejemos a nuestros dioses a los que desde muchos años nuestros
antepasados han adorado y sacrificado?;
¿qué harán nuestros papas y todos los vecinos y mozos de esta provincia
sino levantarse contra nosotros?’. Así que
dieron por respuesta que no habláramos más de aquella cosa, porque no
habían de dejar de sacrificar aunque los matasen. Y entonces dijo el padre de
la Merced, que era buen teólogo: ‘Señor, no es justo que por la fuerza les
hagamos cristianos. Y aun lo que hicimos en Cempoal, derrocarles sus ídolos, no
quisiera yo que se hiciese aquí hasta que tengan conocimiento de nuestra fe.
¿Qué aprovecha quitarles ahora sus ídolos de un adoratorio, si los pasan luego
a otro?”. Parece que Cortés titubeaba, porque solo cedió cuando dos de sus
capitanes le dijeron que el consejo del fraile era muy sensato. Cuesta creer
que el prudentísimo Hernán estuviera poniendo en peligro por segunda vez una
valiosísima alianza que tanto esfuerzo había costado.
(En el mapa se ve claramente que, hecha la
paz con los tlaxcaltecas, los españoles tenían toda su retaguardia pacificada,
pudiendo viajar hasta la costa del Atlántico sin encontrar un solo enemigo;
México estaba –casi- al alcance de la mano).
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