jueves, 1 de septiembre de 2016

(Día 375) ¡LA TRAGEDIA!: habiendo visos de rebelión, CORTÉS EJECUTA A CUAUHTÉMOC Y AL CACIQUE DE TACUBA, algo muy criticado por BERNAL y los demás soldados. Profunda depresión de CORTÉS por lo ocurrido y por las penurias de la empresa.

(127) –No bastó con quemarle los pies, mancebito: lo ejecutaron.
     -La tragedia nos envuelve, tierno ectoplasma. Esto es lo que cuenta Bernal: “El gran cacique de México, Cuauhtémoc, y otros principales aztecas que iban con nosotros habían platicado acerca de nos matar a todos, volverse a México y, llegados allí, juntar sus grandes poderes y dar guerra a los que en  México quedaron. Pero se lo descubrió a Cortés un cacique llamado Juan Velázquez (bautizado), que había sido capitán general de Cuauhtémoc cuando nos dieron guerra en  México. Cortés hizo informaciones con caciques que estaban en ello, y confesaron que, como nos veían ir por los caminos descuidados y descontentos, que sería bien dar en nosotros, porque más querían morir que ir adelante, y los mexicanos llevaban armas y eran unos tres mil. El Cuauhtémoc confesó que así era, pero que solo fue una plática. El cacique de Tacuba dijo que creyeron mejor morir de una vez que cada día de hambre en el camino. Y, sin  haber más probanzas, Cortés mandó ahorcar al Cuauhtémoc y al señor de Tacuba, que era su primo (ya habían sufrido juntos anteriormente la quemadura de los pies). Y, antes de que los ahorcasen, los frailes franciscos les fueron encomendando a Dios con la lengua doña Marina; y, cuando le ahorcaban, dijo el Cuauhtémoc: ‘¡Oh, Malinche!, días hacía que tenía entendido que esta muerte me habías de dar e había conocido tus falsas palabras. Porque me matas sin justicia, Dios te lo demande’. El señor de Tacuba dijo que él daba por bien empleada su muerte por  morir junto a Cuauhtémoc. Verdaderamente, yo tuve gran lástima de Cuauhtémoc y de su primo, por haberles conocido tan grandes señores, y aun  me hacían honra en el camino, especialmente dándome algunos indios para traer yerba para  mi caballo”. Hubiera o no confabulación, Bernal termina con una frase lapidaria: “Y fue esta muerte que les dieron muy injusta, e pareció mal a todos los que íbamos”. Siguieron luego su azaroso camino: “Íbamos con gran concierto por temor de que los mexicanos, viendo ahorcar a sus señores, se alzasen, mas traían tanta malaventura de hambre e dolencia que no se acordaban dello”. Según marchaban, algunos indios les aseguraron que “a siete soles” estaban los españoles que buscaban. Pero, reverendo, el otrora inoxidable Cortés  empezaba a sentir el mordisco del “perro negro”.
     -Era evidente, querido socio. El espíritu del hasta entonces inquebrantable Cortés estaba cayendo en la melancolía: “Cortés andaba mal dispuesto y aun muy pensativo por el trabajoso camino que llevábamos, e por haber mandado ahorcar a Cuauhtémoc e a su primo, el señor de Tacuba, e porque cada día había tanta hambre e adolecían españoles y  morían muchos mexicanos; pensando en ello,   no reposaba de noche, y salíase de la cama en una sala donde había ídolos, que era el aposento principal del cu del un poblezuelo al que habíamos llegado. Y descuidóse y cayó dos estados abajo (unos 3 metros), y se descalabró la cabeza; se curó la descalabradura, pero no dijo nada sobre ello, porque todo se lo pasaba y sufría”.
     Tenían que seguir; llegaron a un poblado y les dijeron que en Naco, un lugar próximo, encontrarían a los españoles; lo que  no sabían aún era que en ese lugar había sido ejecutado el capitán Cristóbal de Olid. Y tampoco se dieron cuenta de que “se huyeron un negro y dos indios naborías (servidores), y se quedaron en el poblado tres españoles que  no se echaron de menos hasta tres días después, que más querían quedarse entre enemigos que venir con tanto trabajo con nosotros”. Pasaron por una montaña tan dificultosa “que la llamamos Sierra de los Pedernales, y allí se nos quedaron ocho caballos muertos, y se le quebró una pierna a un deudo de Cortés que se llamaba Palacios Rubios”.       

     Foto 1ª.- El horror de un viaje que no era necesario. Fue una equivocación total de Cortés, al que vemos a caballo, con gorra; a su lado llevan en andas a Cuauhtémoc, que, aunque derrocado, seguía siendo un dios para sus mexicanos, e incluso los españoles fomentaban ese respeto. Foto 2ª.- Ningún recuerdo les duele más a los mexicanos que la ejecución de Cuauhtémoc. De haber mandado en México cuando llegaron Cortés y sus hombres por primera vez, probablemente los habría barrido; pero también es probable que nuevos españoles se presentaran no tardando mucho y acabaran con él. Debajo de ese hermoso busto que le recuerda, una lápida tiene escrito: “Cuauhtémoc. Fue el último tlatoani mexica, y su nombre significa ‘Águila  que cae’. Se distinguió como héroe de la resistencia y líder militar. El coraje, el estoicismo y la dignidad del último emperador azteca es un ejemplo de heroísmo para todos los mexicanos”.



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