martes, 6 de septiembre de 2016

(Día 380) CARTA DEMOLEDORA enviada por ZUAZO a CORTÉS: en MÉXICO reinan el desorden y los abusos. SALAZAR Y ALMÍREZ hacían y deshacían. Hubo rebeldía de indios. Se dijo que CORTÉS y los suyos habían muerto. SALAZAR trata de obligar a que sus “viudas” vuelvan a casarse.

(132) –La carta de Zuazo, querido biógrafo, le hizo polvo a Cortés.
     -Rebobinemos, amado biografiado. Alonso de Zuazo era el letrado que utilizó Garay para mediar con Cortés, al que el gran capitán recibió con todos los sibilinos honores que solía utilizar ‘para quebrantar peñas’. Oigamos a Bernal: “Cuando Cortés leyó la carta que le enviaba el licenciado Zuazo, al que había dejado en México como alcalde mayor, tomó tanta tristeza que se metió en su aposento y comenzó a sollozar (¡el superman!), y  no salió hasta el otro día por la mañana. Y después de oír misa nos rogó que le escuchásemos porque las  noticias de la  Nueva España eran que se había echado fama de que todos  estábamos muertos, nos habían tomado las haciendas y las habían vendido en almoneda, quitándonos los indios  y repartiéndolos a españoles que no tenían méritos. Y comenzó a leernos la carta”. Lo que contaba de España no era tan malo, y ya lo sabemos: los ataques contra Cortés que el contador de México, Rodrigo de Albornoz, había escrito a la Corte, apuntalados en persona por Pánfilo de Narváez y otros de su bando, apenas le perjudicaron. Daba también una noticia que te afecta a ti, reverendo.
     -Para mí, dolorosa, hijo mío: el obispo Fonseca había muerto (a quien Dios le perdone; amén). Así que, el comienzo de la carta fue agradable para Cortés; pero lo que seguía, desesperante, y,  además, consecuencia directa del incomprensible error que tuvo al abandonar México para embarcarse en el desquiciado viaje a Honduras. Fijémonos ya en los cuatro protagonistas del desbarajuste administrativo que enloqueció a la ciudad: el factor Gonzalo de Salazar, el veedor Pedro Almírez Chirinos, el tesorero Alonso de Estrada y el contador Rodrigo de Albornoz, quien, como hemos visto, conspiró contra Cortés desde el mismo momento en que se ausentó. El licenciado Zuazo le contaba en su misiva a Cortés que, en cuanto aterrizaron en México Salazar y Almírez con los enormes poderes que le habían arrancado astutamente en Honduras a Cortés (esta vez ingenuo zorro), se rodearon de cómplices y empezó el baile. Bernal resume el contenido: “En cuanto se vio el factor con tantos amigos de su bando, dijo que él y el veedor habían de gobernar, y no el tesorero y el contador, y sobre ello hubo muchos ruidos y muertes de hombres, quedando finalmente en el cargo el factor y el veedor, y echaron presos a los contrarios, y cada día había cuchilladas y revueltas”. (Pobre México). La lista de desastres que recogía la carta era inquietante. Los nuevos ‘gobernantes’ no se preocupaban en absoluto de los nativos, gastaban sin control de la hacienda pública en sus caprichos; además, algunos indios se desmandaron y mataron a varios soldados, sintiéndose victoriosos y poniendo a México en peligro de alzarse, para lo que el factor envió una tropa bajo el mando de dos incapaces. Llegó la noticia equivocada, o manipulada, de que Cortés y los suyos habían muerto en Honduras, aprovechándolo el factor Salazar para consolidar su poder: “Se puso luto e hizo un túmulo en la iglesia mayor de México para honrar a Cortés (un corazón sensible), y luego se hizo pregonar con trompetas y atabales capitán y gobernador de la  Nueva España, y (hace falta cuajo, o ser tonto perdido) mandó que todas las mujeres cuyos maridos habían muerto en compañía de Cortés que se casasen. Como una mujer llamada Juana de Mansilla, que era mujer de Alonso Valiente, no se quería casar y dijo que Cortés y todos   nosotros estábamos vivos, la mandó azotar el factor por las calles públicas de México por hechicera”. A lo que hay que añadir el esperpento al servicio de la política: “Uno, al que yo tenía por honrado, que por su honor no le nombro, le dijo al factor, delante de otras muchas personas, que vio en el patio del templo de Huichilobos que ardían en vivas llamas el ánima de Cortés, de doña Marina y de Sandoval; y lo mismo contó otro hombre al que yo le tenía en buena reputación. Y todas estas mentiras y traiciones, las dijeron por congraciarse con el factor o porque se lo mandó decir”.

     Foto.- Hagamos memoria. Salazar y Almírez acompañaron a Cortés a Honduras con la aviesa intención de conseguir que les dejara vía libre para gobernar en  México. “Y decía tantas cosas melosas el factor Salazar, y con tan amorosas palabras, que le convenció a Cortés para que les diese a él y a Almírez un poder, siendo de esta condición: que, si viesen que el Estrada y el Albornoz (los que habían quedado al mando) no hacían lo que debían al servicio de Dios y del rey, gobernasen ellos solos. Cuando se despidieron de Cortés para se volver a México, ¡cuántos cumplimientos y abrazos!, y tenía el factor una manera como de sollozos”. ¿Cómo es posible que el astuto Cortés no viera la oscura baba de Judas Salazar? Bernal, por el contrario, contemplaba la escena con dolor.


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