(132)
–La carta de Zuazo, querido biógrafo, le hizo polvo a Cortés.
-Rebobinemos, amado biografiado. Alonso de
Zuazo era el letrado que utilizó Garay para mediar con Cortés, al que el gran
capitán recibió con todos los sibilinos honores que solía utilizar ‘para
quebrantar peñas’. Oigamos a Bernal: “Cuando Cortés leyó la carta que le
enviaba el licenciado Zuazo, al que había dejado en México como alcalde mayor,
tomó tanta tristeza que se metió en su aposento y comenzó a sollozar (¡el superman!), y no salió hasta el otro día por la mañana. Y
después de oír misa nos rogó que le escuchásemos porque las noticias de la Nueva España eran que se había echado fama de
que todos estábamos muertos, nos habían
tomado las haciendas y las habían vendido en almoneda, quitándonos los
indios y repartiéndolos a españoles que
no tenían méritos. Y comenzó a leernos la carta”. Lo que contaba de España no
era tan malo, y ya lo sabemos: los ataques contra Cortés que el contador de
México, Rodrigo de Albornoz, había escrito a la Corte, apuntalados en persona
por Pánfilo de Narváez y otros de su bando, apenas le perjudicaron. Daba también
una noticia que te afecta a ti, reverendo.
-Para mí, dolorosa, hijo mío: el obispo
Fonseca había muerto (a quien Dios le perdone; amén). Así que, el comienzo de
la carta fue agradable para Cortés; pero lo que seguía, desesperante, y, además, consecuencia directa del
incomprensible error que tuvo al abandonar México para embarcarse en el
desquiciado viaje a Honduras. Fijémonos ya en los cuatro protagonistas del
desbarajuste administrativo que enloqueció a la ciudad: el factor Gonzalo de
Salazar, el veedor Pedro Almírez Chirinos, el tesorero Alonso de Estrada y el
contador Rodrigo de Albornoz, quien, como hemos visto, conspiró contra Cortés
desde el mismo momento en que se ausentó. El licenciado Zuazo le contaba en su
misiva a Cortés que, en cuanto aterrizaron en México Salazar y Almírez con los
enormes poderes que le habían arrancado astutamente en Honduras a Cortés (esta
vez ingenuo zorro), se rodearon de cómplices y empezó el baile. Bernal resume
el contenido: “En cuanto se vio el factor con tantos amigos de su bando, dijo
que él y el veedor habían de gobernar, y no el tesorero y el contador, y sobre
ello hubo muchos ruidos y muertes de hombres, quedando finalmente en el cargo
el factor y el veedor, y echaron presos a los contrarios, y cada día había
cuchilladas y revueltas”. (Pobre México). La lista de desastres que recogía la
carta era inquietante. Los nuevos ‘gobernantes’ no se preocupaban en absoluto
de los nativos, gastaban sin control de la hacienda pública en sus caprichos;
además, algunos indios se desmandaron y mataron a varios soldados, sintiéndose
victoriosos y poniendo a México en peligro de alzarse, para lo que el factor
envió una tropa bajo el mando de dos incapaces. Llegó la noticia equivocada, o
manipulada, de que Cortés y los suyos habían muerto en Honduras, aprovechándolo
el factor Salazar para consolidar su poder: “Se puso luto e hizo un túmulo en
la iglesia mayor de México para honrar a Cortés (un corazón sensible), y luego se hizo pregonar con trompetas y
atabales capitán y gobernador de la
Nueva España, y (hace falta cuajo,
o ser tonto perdido) mandó que todas las mujeres cuyos maridos habían
muerto en compañía de Cortés que se casasen. Como una mujer llamada Juana de
Mansilla, que era mujer de Alonso Valiente, no se quería casar y dijo que
Cortés y todos nosotros estábamos
vivos, la mandó azotar el factor por las calles públicas de México por
hechicera”. A lo que hay que añadir el esperpento al servicio de la política:
“Uno, al que yo tenía por honrado, que por su honor no le nombro, le dijo al
factor, delante de otras muchas personas, que vio en el patio del templo de
Huichilobos que ardían en vivas llamas el ánima de Cortés, de doña Marina y de
Sandoval; y lo mismo contó otro hombre al que yo le tenía en buena reputación.
Y todas estas mentiras y traiciones, las dijeron por congraciarse con el factor
o porque se lo mandó decir”.
Foto.- Hagamos memoria. Salazar y Almírez
acompañaron a Cortés a Honduras con la aviesa intención de conseguir que les
dejara vía libre para gobernar en
México. “Y decía tantas cosas melosas el factor Salazar, y con tan
amorosas palabras, que le convenció a Cortés para que les diese a él y a
Almírez un poder, siendo de esta condición: que, si viesen que el Estrada y el
Albornoz (los que habían quedado al
mando) no hacían lo que debían al servicio de Dios y del rey, gobernasen
ellos solos. Cuando se despidieron de Cortés para se volver a México, ¡cuántos
cumplimientos y abrazos!, y tenía el factor una manera como de sollozos”. ¿Cómo
es posible que el astuto Cortés no viera la oscura baba de Judas Salazar?
Bernal, por el contrario, contemplaba la escena con dolor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario