lunes, 5 de septiembre de 2016

(Día 379) SANDOVAL apresó a unos brutales soldados del temible PEDRARIAS. Al enterarse de que eran de las tropas de FRANCISCO HERNÁNDEZ DE CÓRDOBA y de que este pretendía alzarse contra PEDRARIAS, los envió adonde CORTÉS para que se uniera al plan. Afortunadamente, la idea no cuajó porque CORTÉS estaba muy enfermo y profundamente deprimido.

(131) –Venga, secre, suéltanos sin anestesia otra complicación.
     -De momento, padre prior, el susto fue leve, pero indicio de algo grave: iban a topar con las ambiciones del temible Pedrarias Dávila, tan delicado de tratar como la nitroglicerina. Andaban por la zona de Naco otros españoles conquistando de forma brutal. “Enterado Sandoval (‘San Doval’), tuvo gran enojo. Salimos 70 hombres con él, y llegados donde estaban, los hallamos muy de reposo; de presto prendimos al capitán y muchos dellos sin que hubiese sangre. Sandoval les dijo con palabras algo desabridas si les parecía bien andar robando a los vasallos de su Majestad, y si  era buena conquista y pacificación aquella. Y mandó que a unos indios que traían con cadenas se las quitaran, dándoselos al cacique de aquel pueblo”. Buena ocasión, dottore, para aclarar un importante matiz.
     -Me parece procedente, detallista notario. Vemos ahí un ejemplo de la maquinaria de conquista en acción; en cualquier caso, muy dura, pero, en este,  brutal. Para poner un cierto freno humano a aquellas campañas, había unas leyes, y una de las más sagradas era no esclavizar a los indios sometidos ‘voluntariamente’; aunque, de hecho,  se les explotaba, pasaban a ser oficialmente tan vasallos de Su Majestad como los de Castilla. Podemos, pues, decir que Sandoval era un caballero, porque respetaba las reglas del juego. Y a Bernal le gustaba eso. Después de contar que apresaron a aquellos españoles y a su capitán, Pedro de Garro, no puede evitar hacer una comparación entre la vida de las dos tropas: “Caminamos hacia Naco con ellos, que llevaban casi todos caballos y servicio de indios. Y, como nosotros estábamos tan trillados (qué expresivo) y deshechos de los caminos, y teníamos pocas indias que nos hiciesen pan, nos parecían unos condes en el servirse, para según nuestra pobreza”. Y como Bernal, si se le pone una historia a tiro, la cuenta, continúa; “Quiero decir por qué venían aquel capitán y sus soldados. Pedrarias Dávila (rápidos, al burladero, que es astifino) había enviado a pacificar las tierras de Nicaragua a un capitán que se llamaba Francisco Hernández de Córdoba”. (No podré suspender a ninguno de nuestro    queridos tertulianos, pero, si alguno, Dios no lo quiera, en el examen final le confunde a este con el Francisco Hernández de Córdoba que dirigió la armada del primer viaje a la costa mexicana, en la que también iba Bernal, me partirá el corazón).
     Fecha la  noble advertensia, prosigamos: “Hernández de Córdoba llegó a la provincia de  Nicaragua, la pacificó y pobló. Y, como se vio con muchos soldados, próspero y apartado de Pedrarias, mandó al capitán Pedro de Garro que buscase un puerto para hacer sabedor al rey de que había pacificado aquellas provincias, pidiéndole que le hiciese merced de ser el gobernador dellas (gran patinazo, en el que faltó poco para que se implicara Cortés)”. Al saber Sandoval qué pintaba Garro por allí, le dijo que “tenía por cierto que Cortés ayudaría a que quedase Hernández de Córdoba por gobernador de Nicaragua. E, ya concertado, nos mandó ir adonde Cortés al capitán Luis Marín con varios soldados, y algunos de Garro, yendo todos a pie por pueblos que estaban en guerra. Sería no acabar de presto contar las guerras que tuvimos, los ríos que pasamos y el hambre que sufrimos”. Se iban a encontrar a un Cortés atormentado de nuevo por el ‘perro negro’ del desaliento y la depresión: “Cuando entramos en Trujillo, Cortés vino con lágrimas en los ojos a abrazarnos, y  nos dijo: ‘¡Oh, hermanos, qué deseo tenía de veros y saber qué tales estábades!’. Y estaba tan flaco que tuvimos pena de verle, porque, según supimos, había estado a punto de muerte de calenturas e tristeza que en sí tenía, y tanto que ya le habían hecho unos hábitos del señor San Francisco para le enterrar con ellos”. No estaba Cortés para alegres rebeldías, así que, educadamente, “después de haber leído la carta sobre lo de Hernández de Córdoba, dijo que haría lo que pudiese por él”. Por si no bastara la desmoralización que llevaba a cuestas, Cortés iba a recibir otra carta demoledora…

     Foto.- Vasco Núñez de Balboa, descubridor del Pacífico, tiene este monumento en Panamá. Era un hombre carismático y tratable, muy querido por algunos nativos: su gran amor fue la india Anayansi, mediante cesión gustosa de su padre, un cacique local, y el entusiasmo de ella misma. Tuvo el destino de cara hasta que tropezó con el brutal Pedrarias Dávila, quien, por puros celos del brillo de Balboa, y sin que lo impidiera que había concertado la boda de su hija con él, le cortó la cabeza. ¿En qué acabará la rebeldía de Hernández de Córdoba contra Pedrarias? Bernal nos deja en suspenso, de momento, porque tiene que hablar antes de la negra carta que le llegó a Cortés.


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