domingo, 18 de septiembre de 2016

(Día 392) El viperino SALAZAR se confabula con GUZMÁN y los oidores de la Audiencia para desbancar al ausente CORTÉS y abrasarle a pleitos. El honrado gobernador ESTRADA se ve desbordado por estas intrigas y muere de puro estrés. Toda la ciudad estaba revuelta. Denuncias falsas contra Cortés y sus soldados, y hasta ridícula persecución de posibles judíos.

(144) –No perdió un segundo Salazar, secre, para intrigar a fondo.
     -Resulta repugnante el factorcito, santo padre. Empezó de inmediato a trabajarse en la recién inaugurada Audiencia de México a Nuño de Guzmán, “haciéndose muy amigo suyo y de Delgadillo, que  no hacían otra cosa sino lo que él mandaba”.  Su primera maniobra (que le sacó de quicio a Bernal) fue “aconsejarles que no hiciesen el repartimiento perpetuo de indios que mandaba Su Majestad, porque, si lo hiciesen, no serían tan señores, y los conquistadores y pobladores no les tendrían tanto acato”. Y se salió con la suya. Tuvo la osadía de ir más lejos.
     -Da la sensación, ilustre literato, de que Salazar no contaba con mi sobrino Juan, porque en su siguiente trapacería tampoco lo menciona: “También trataron el factor Salazar, Nuño de Guzmán y Delgadillo que fuese el mismo factor a Castilla para pedir la gobernación de la Nueva España para Nuño de Guzmán, porque sabían que Cortés ya no tenía tanto favor con su Majestad. Pues,  embarcado el factor, dio al través la nave con una gran tormenta, y se salvó en un batel, y (la rata) volvió a México, y no tuvo efecto su ida a Castilla”. Salazar y sus compinches andaban en esos manejos a pesar de que los oidores ya habían tomado la habitual residencia por orden del rey a Alonso de Estrada, gobernador en funciones, “que la dio muy buena, y debía quedar por gobernador”. Bernal hace un balance del conjunto de la actuación de Estrada en su cargo y le elogia sin recato, salvo en cierta debilidad frente a los conflictos, como el actual con Salazar, Nuño y Delgadillo: “Y a los pocos días, falleció de enojo dello.  Dejemos  de hablar desto y diré que en lo que entendió después la audiencia fue en ser muy contrarios a las cosas del marqués. El factor Salazar y otros vecinos le pusieron muchas demandas a Cortés, y los escritos que entregaban en los estrados de la audiencia tenían muy gran desacato y palabras muy mal dichas. Y fue tal la cosa que el licenciado Altamirano (administrador de Cortés) echó mano a su puñal y le iba a dar al factor si no se abrazaran con él Nuño de Guzmán, Matienzo y Delgadillo; y toda la ciudad estaba revuelta”. Aquello era un  nido de víboras en plena histeria, y se produjo una  vergonzosa trama de acusación contra Cortés y sus soldados, derivada de que nuestro viejo conocido Narváez consiguió en España una licencia para explorar Florida, muriendo él y casi toda la expedición. Pero su viuda no lo sabía. Uno de los pocos supervivientes de la tropa de Narváez fue el protagonista, con otros dos compañeros y un esclavo negro, de un larguísimo y asombroso viaje entre los indios norteamericanos (y lo escribió): Álvar Núñez Cabeza de Vaca. Pero me dice Bernal que ‘nos dejemos de cuentos viejos’ y volvamos al conturbado México: “Llegó entonces un deudo del capitán Pánfilo de Narváez que se llamaba Zavallos, enviado desde Cuba para buscarle por su mujer, María de Valenzuela, porque ya había fama de que estaba perdido o muerto. Y, secretamente, el Guzmán, el Matienzo y el Delgadillo le hablaron para que pusiera demanda contra todos los conquistadores que estuvimos juntamente con Cortés en el desbaratar al Narváez. Y dada la queja por Zavallos, prendieron a los más de los conquistadores, que pasaron de 350, y a mí también, y nos desterraron a cinco leguas de México”. Luego levantaron el destierro, pero los de la audiencia, con una agresividad feroz, consiguieron demandas para reactivar todas las ya conocidas acusaciones contra Hernán, e intentaron incoar otras nuevas, aunque en algunas pincharon en hueso: sus viejos soldados se negaron a acusar a Cortés, como se les pedía, de que se había quedado con oro que era del rey. Afortunadamente lo habían decidido en una reunión autorizada por el alcalde, porque ya “el presidente y oidores nos querían prender diciendo que sin licencia no podíamos juntarnos ni firmar cosa alguna”. Chasqueados, recurrieron a otra presión (me ruborizo, secre): “Mandaron que  saliesen de la  Nueva España todos los que venían de linaje de judíos o  moros que hubiesen sido quemados o ensambenitados por la Santa Inquisición”. Yo también abusé de ese poder, pero lo de estos tres (ay, Juan, sobrino mío) estaba completamente fuera de lugar.

     Foto: Ahí vemos el Palacio Nacional de México, que forma uno de los laterales de la gran Plaza del Zócalo. Ese soberbio edificio es una ampliación de las dependencias oficiales que construyó Cortés, dentro de las cuales hicieron y deshicieron los funcionarios de la primera Audiencia de México, Nuño de Guzmán, Diego Delgadillo y mi extraviado sobrino Juan Ortiz de Matienzo, los cuales, según Bernal, “llegaron con mayores poderes a la  Nueva España que los que tuvieron luego los virreyes”.


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