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–Estrada la pifió, secre: había soltado a dos perros rabiosos.
-Especialmente nefasto, sabio doctor, era
el factor Salazar: “Y desque el tesorero
Estrada los hubo sacado (antes muerto que
llamarlo gobernador), el factor Salazar y varias personas que no estaban a
bien con Cortés le dijeron que desterrase a Cortés de México. Ya firmado este
destierro por el tesorero (el magnífico
héroe que conquistó Tenochtitlán, ¡expulsado!), se lo fueron a notificar a
Cortés, y dijo que lo cumpliría tan bien que iría a Castilla a dar relación
dello a Su Majestad y demandar justicia contra ellos. La mujer del tesorero,
que se llamaba doña Marina Gutiérrez de la Caballería, ciertamente digna de
buena memoria por sus muchas virtudes, cuando lo supo, le dijo a su marido:
‘Plegue a Dios que no nos venga mal desto’; le trajo a la memoria las mercedes
que Cortés les había hecho, y le dijo que tornase a hacer amistades con él. Y
dicen que el tesorero se arrepintió de haberlo desterrado, y aun de sacar de la
cárcel al factor y al veedor, porque en todo le iban a la mano y eran muy
contrarios a Cortés”. Gran mujer, reve.
-Es raro, jovenzuelo, que Bernal, siempre
tan anecdótico, no dé algún detalle más de ese ejemplo de matrona virtuosa.
Acababa de llegar a México, después de 6 años sin verle el pelo a su marido
(recordemos, de paso, que presumía de ser un bastardo de Fernando el Católico),
y protegiendo bajo sus alas nada menos que a cinco hijas, a través de las
cuales la familia emparentó después con lo más linajudo de Indias y de
Castilla; seguro que ella fue la artífice. Y, además, ¡oh, oh, oh..!, se
llamaba doña Marina. ¡Ay...!
-Tranqui, Sancho; ya sigo yo, que te va a
dar algo. Esto ocurría a principios de 1528, y, en el mismo barco que la
adorable y sus retozonas, “vino de Castilla don fray Julián Garcés, primer
obispo que fue de Tlaxcala, natural de
Aragón y gran predicador. Y desque supo lo del destierro de Cortés, le pareció
muy mal. El tesorero le echó por intercesor para que fuese a Texcoco adonde
Cortés (había ido allí al ser echado de
México) y les hiciese amigos, y, aunque el obispo trató las amistades, no
pudo lograr cosa ninguna, porque en lo que se ocupaba Cortés era en allegar
todo el oro y la plata que podía para ir a Castilla; y asimismo se aparejaban
el capitán Gonzalo de Sandoval y Andrés de Tapia, porque estos capitanes fueron
en compañía de Cortes a Castilla”. Así que, nuevo escenario.
-Y que lo digas, hijo mío. ¡Vaya
cambiazo!: Cortés se va a presentar en España tras 24 años de ausencia. Pero,
antes de partir, tuvo que oír algunos cantos de tentadoras sirenas:
“Íbanle a ver muchos vecinos de México y
otras villas, y aun algunos bulliciosos y amigos de escándalos le iban con
consejas diciéndole que, si se quería alzar por rey en la Nueva España, ellos
le ayudarían. Y Cortés echó presos a dos hombres de los que vinieron con
aquellas pláticas y les trató mal, llamándoles traidores, y estuvo para los
ahorcar. Y también le trajeron de México
una carta de otros bandoleros que le decían lo mismo, haciéndolo para
tentarlo, pero, como Cortés era tan servidor de Su Majestad, dijo con amenazas
que, a los que volvieran con aquellas parlerías y traiciones, los mandaría
ahorcar”. Bernal insiste en este aspecto cuando escribe, después de tantos
años, con la evidente intención de desprestigiar a quienes sembraron a
conciencia, en Indias y en la Corte, las dudas sobre la lealtad de Cortés al
rey. (El que sí resultó un traidor, ya muerto Cortés, fue su hijo Martín, que
salvó la cabeza de milagro). Llegaron, pues, los preparativos del viaje; Hernán
dejó como administrador principal de su hacienda al licenciado Juan Altamirano,
y no renunció a llevar animales
exóticos, plantas variadas, y a algunos indios peculiares, como veremos.
Foto: Nada mejor que una foto de la
maravillosa catedral de León para decir algo de un personaje que la vio desde
niño: Andrés de Tapia; él y Sandoval le acompañaron a Cortés en el viaje a
España. Un bosquejo de su biografía: Era de edad muy similar a la de Sandoval y
Bernal, que andarían por los 22 años al empezar la toma de México. El
gobernador Velázquez lo encajó en la expedición de Cortés para hacerle la
contra, pero se convirtió casi de inmediato en su incondicional amigo y en un
capitán de gran valía, que estuvo siempre a su lado (recordemos que le salvó la
vida en la campaña de México). Escribió una breve crónica de la conquista de
México, utilizada por otros historiadores de su época, pero el texto suyo
completo no se editó hasta el siglo XIX. Murió en México el año 1560, y, al
parecer, pobre y con fama de honrado, cosa rara entre aquellos capitanes.
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