lunes, 12 de septiembre de 2016

(Día 386) El prestigio de CORTÉS decae nuevamente. MUERE TAMBIÉN el nuevo gobernador, MARCOS DE AGUILAR, para alivio de CORTÉS, que, en este caso, y de momento, no resulta sospechoso. Le sustituye ESTRADA, pero el cabildo piensa que solo no podrá frenar una nueva amenaza: anda conquistando por la jurisdicción de MÉXICO el terrible NUÑO BELTRÁN DE GUZMÁN.

(138) – Muerto Ponce, trovatore, Cortés  se las vería con Marcos de Aguilar, a quien el difunto había dejado en el puesto de gobernador provisional.
     -Y, como siempre, ilustre abad, Cortés se hizo el generoso: “Dijo que, según el testamento de Ponce, Marcos de Aguilar  no podía entender en aquella causa (abierta contra él), mas que, si quería hacerlo, que fuese en buena hora”. Los del cabildo insistían en que Aguilar “no podía gobernar solo, porque era muy viejo y caducaba, estaba tullido de bubas y era de poca autoridad”. Pero el anciano era testarudo. “Y el Marcos Aguilar dijo que  no saldría ni poco ni mucho de lo que Luis Ponce mandó en su testamento. Y, por más que le aconsejaban a Cortés, no quiso tocar ya en esa tecla, y dijo que el viejo Aguilar gobernase solo, aunque estaba tan doliente que le daba de mamar una mujer de Castilla (ridícula escena, pero mitificado remedio para enfermos ricos)”. Fue por entonces cuando Bernal, incorporado a las tropas de Pedro de Alvarado, volvió a México después de permanecer más de dos años y tres meses batallando en diversos lugares por mandato de Cortés, que les recibió con todos los honores, a pesar de que su situación era muy precaria porque el rey le había quitado la gobernación. Apareció por allí Diego de Ordaz, a quien se atribuía el bulo de que Cortés y los suyos habían muerto. Se defendió “diciendo con grandes juramentos que nunca tal escribió, sino solamente que en Xicalango habían reñido los marineros de los navíos y se habían muerto los de un bando con los de otro, y que, si el factor Salazar había glosado sus cartas, él  no tenía culpa”. Lo que añade Bernal nos muestra que, de nuevo, el prestigio de Cortés iba cayendo en picado: “Diego de Ordaz, como era hombre de buenos consejos, y viendo que a Cortés ya no le tenían acato, ni se daba nadie por él un cantar desde que vino Luis Ponce de León y le había quitado la gobernación, y que muchas personas se le desvergonzaban e  no le tenían en nada, le aconsejó que se sirviese como señor y se llamase señoría; y que pusiese dosel, y que  no se llamase solamente Cortés, sino don Hernando Cortés. También le dijo que mirase que el factor Salazar fue criado de don Francisco de los Cobos, que era el que mandaba en Castilla (y el que se quedó con la culebrina que Cortés le había regalado a Carlos V); y que el mismo Cortés no estaba bien acreditado con su Majestad, y que  no matase al factor Salazar sin sentenciarle antes, porque había grandes sospechas en México de que quería hacerlo en la misma prisión”. Es la segunda vez que Bernal, al hablar de Ordaz, pone de relieve su sentido común. Luego nos explica con claridad un detalle que podría pasar desapercibido: “Quiero decir por qué hablo tan secamente de Cortés, sin llamarle don Hernando Cortés, ni marqués, ni capitán, salvo Cortés a boca llena. La causa es que, en aquel tiempo, no era marqués, y él mismo se preciaba de que le llamaran Cortés, y era tan temido y estimado este nombre en toda Castilla, como los de Julio César, Pompeyo, Aníbal, y nuestro Gran Capitán Hernández de Córdoba, o aquel valiente nunca vencido caballero Diego García de Paredes (capitán legendario por sus  proezas de fuerza y valor, muerto en 1533; curiosamente, un hijo suyo, de igual nombre, pondría fin a la vida del trastornado y bravo Lope de Aguirre)”. Pero éramos pocos, ruiseñor cantarín..., y murió Aguilar. Se estaba cociendo la  anarquía: “Con leche de  mujer y de cabras se sostuvo ocho meses, hasta que falleció, y, en su testamento, mandó que solo gobernase el tesorero Alonso de Estrada. Pero el cabildo vio que solo no podía gobernar tan bien como convenía”. Por una razón de peso: andaba metiéndose en la delimitación de México Nuño Beltrán de Guzmán, un sádico y temible energúmeno que fue compañero de mi sobrino Juan Ortiz de Matienzo, y, además, gobernador de Pánuco.

     Foto: Para desgracia de los mexicanos, Nuño de Guzmán fue un  militar de gran eficacia profesional, pero muy dado a someterlos a sangre y fuego, literalmente. Se le considera el capitán más despiadado de cuantos lucharon en la Nueva España, y el cabildo de México sabía que Estrada no sería capaz de  frenar sus brutales incursiones. Si algo hizo bien esta bestia desatada, hijo de muy ilustre familia, fue fundar varias ciudades, entre ellas Guadalajara, a la que le puso el nombre de su lugar de origen. El rey cometió el error de hacerle presidente de la Audiencia de México cuando se fundó, ayudado por varios oidores nefastos, ente ellos, mi sobrino Juan; y, además, con el objetivo principal de rebajar el brillo de Cortés, como nos contará Bernal. Fueron tantos los abusos de Nuño, que le enviaron preso a España, y acabó sus días en la cárcel. La escena que vemos es parte de un mural realizado por el mexicano Juan O´Gorman el siglo pasado. Representa la conquista de Michoacán. Nuño figura centrado en  la zona superior sobre un caballo blanco. Menos mal que, para compensar el espanto, aparece al pie de la pintura, con capa roja, el obispo de Michoacán, Vasco de Quiroga, sin duda uno de los hombres más humanos y constructivos que ha registrado la historia mundial de las colonizaciones.


No hay comentarios:

Publicar un comentario