domingo, 11 de septiembre de 2016

(Día 385) La fortuna de CORTÉS oscila como el péndulo de un reloj. SURGE OTRO GRAVE PROBLEMA: llega LUIS PONCE DE LEÓN para juzgarle. PONCE inicia el juicio y a CORTÉS le llueven acusaciones. Pero, en pocos días, ocurrirá algo que hace de CORTÉS el rey de los sospechosos: PONCE muere de “modorra”. BERNAL recoge las murmuraciones, pero, como siempre, procura defender a CORTÉS.

(137) -¡Ay, ay, ay! No puede ser, secre: ¡Cortés de nuevo en jaque!
     -Esto es una pesadilla, reverendo, aunque no le pillaría de sorpresa, porque (como ya vimos anteriormente), por más que saliera bien parado de las acusaciones de Narváez y compañía en España, el rey mencionó entonces que todo se aclararía definitivamente en un ‘juicio de residencia’. No fueron palabras que se llevara el viento. Así que, tras la gloria de la vuelta triunfal a México, otra vez le colocaron a Cortés bajo la espada de Damocles. Vimos que “Su Majestad le mandó al licenciado Luis Ponce de León que fuese a México a juzgar a Cortés, y, si le hallase culpable en lo que le acusaban, que le castigase de manera que en todas partes fuera conocida la sentencia”. Cuando Cortés se enteró de que ya estaba Ponce de León cerca de México, “despachó mensajeros adonde él con  ofrecimientos y palabras sabrosas, muy mejor dichas que las que yo sabré escribir”. Pero también lo hicieron los que no tragaban a Cortés, y en tono bien subido: “Le dijeron a Luis Ponce que Cortés quería ajusticiar al factor y al veedor antes de que él llegara a México, y aun le dijeron que  mirase bien por su persona, porque si Cortés le escribió para saber por cuál de los dos caminos quería ir, era para ‘despacharle’, y que no se fiase de sus palabras y ofertas”. Ponce llegó a México con estas advertencias, y le fue sondeando a Cortés, en relajadas conversaciones, sobre los espinosos y abundantes temas de que le acusaban sus enemigos: “Y Cortés a todo le contestó dándole razones muy buenas, de las que Luis Ponce en algo pareció que quedaba contento”. Luego ocurrió un incidente que quizá no trajera consecuencias, pero que uno no sabe si Bernal lo recoge para aumentar la intriga. Un fraile que había llegado con Ponce le dijo a Cortés: “Señor capitán, por lo mucho que os quiero, os aviso que Luis Ponce trae provisiones de Su Majestad para os degollar”. De momento el aviso hizo efecto: “Cuando esto oyó Cortés, estaba muy penoso y pensativo”. Pero, al parecer, se tranquilizó porque  creyó ver en el fraile una segunda intención “para que le tuviese por intercesor de que  no ejecutase Ponce tal mandato, y le diese por ello algunas barras de oro; otros dijeron que Luis Ponce quería así meterle temor a Cortés”. ¿Se quedaría tranquilo? No olvidemos que Ponce sustituía al Almirante de Santo Domingo, a quien, en un arrebato de ira, el rey le había mandado con la orden de ser implacable con Cortés. Luis Ponce, que había tardado más de dos años en aparecer por  México, al llegar puso en marcha de inmediato la maquinaria judicial. “Mandó pregonar residencia general contra Cortés y contra los que habían tenido cargo de justicia y habían sido capitanes”. Y como las pasiones son tornadizas, aparecieron a careta quitada nuevos enemigos y le llovieron más acusaciones de las que ya tenía. Ocurrió algo después que nunca se pudo aclarar, pero que, añadido al historial de Cortés, lo convirtió en el campeón de los sospechosos, aunque Bernal siguió confiando en él: “Quiso Nuestro Señor Jesucristo que, por nuestros pecados, cayó malo de modorra el licenciado Luis Ponce, y todo lo más del día y de la noche estaba durmiendo. Hizo testamento, dejando por su teniente de gobernador al licenciado Marcos de Aguilar. Ya hecho el testamento, y ordenada su ánima, al noveno día de caer malo se la dio a Nuestro Señor Jesucristo. Y Cortés y la mayoría de los caballeros se pusieron luto. Oí murmurar que en México había algunos de los que estaban a mal con Cortés y con Sandoval que afirmaron que  le dieron ponzoña a Luis Ponce”. Hay dos argumentos  en contra de esa opinión. Bernal utiliza el primero: “Varios frailes de los que llegaron entonces con Luis Ponce también murieron de modorra, porque al parecer dio pestilencia en los navíos en que vinieron, y asimismo otras cien personas durante el viaje, y fue fama de que aquella modorra cundió en México”. El segundo argumento se basa en que Luis Ponce tuvo nueve días para sacar conclusiones, pero nada dijo contra Cortés, ni siquiera en su testamento. Así que nunca se sabrá si hubo crimen o, una vez más, mucha suerte.

     Foto: Donde está ahora la hermosa catedral de México se encontraba la primitiva iglesia de San Francisco, mandada construir por Cortés, y en ella enterraron al ‘sin ventura’ Luis Ponce de León.


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