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–Certo, piccolino: Nuño de Guzmán daba miedo en México.
-Y además, caro babbo, envidiaba y odiaba
a Cortés. Bernal nos explica la situación: “Porque Nuño de Guzmán se metía en
los términos de México, no mirando a lo que Su Majestad le mandaba; y a un
vecino que se llamaba Pedro González de Trujillo, por decirle que no quería
estar bajo de su gobernación, pues los indios de su encomienda no eran de
Pánuco, le mandó ahorcar, e hizo otros desatinos. Por lo que los del cabildo le
suplicaron a Alonso de Estrada que gobernase con Cortés, y no quiso; aunque
otros creyeron que fue Cortés quien no lo aceptó, para que no dijeran los
maliciosos que quería señorear a la fuerza; y también porque hubo murmuraciones
de que Cortés le dio algo a Marcos de Aguilar para que muriera. Y lo que se
concertó finalmente fue que, juntamente con el tesorero Estrada, gobernase
Gonzalo de Sandoval, que era alguacil mayor y persona de la que se hacía mucha
cuenta”.
-De verdad, picaruelo, que parece una broma pesada: Cortés tuvo el triunfo casi
cósmico de conquistar Tenochtitlan, pero llevamos resumidas unas 700 páginas
del libro de Bernal, han pasado ocho años desde que partió de Cuba, y esto ha
sido un continuo encadenamiento de sobresaltos. Ahorita mismo, Estrada va a
acabar mal con Cortés, y se diría que el rey estaba ya harto, pero tampoco Su
Majestad va a manejar bien el conflicto. Primero hubo un roce entre Estrada y
Sandoval porque este no castigó a un tal
Proaño, que, según el pudoroso Bernal, “hizo un tal desacato contra Estrada
que, por ser de tal calidad, aquí no lo digo; y pocos días después hubo otro
más: el malísimo delito de poner en las puertas de la casa del tesorero (Estrada) unos libelos infamatorios muy
malos, y, viendo Sandoval que no podía alcanzar justicia, lo disimuló; y, desde
entonces, estuvo muy mal el tesorero con Cortés y Sandoval, y renegaba dellos
como de cosas muy malas”.
Los enemigos de Cortés volvieron a
criticarle sin medida en nuevas cartas que le enviaron al rey. La guinda del
pastel la pondría otro protagonista de viejas traiciones: “En aquella sazón fue
a Castilla el contador Albornoz, que jamás estuvo bien con Cortés, y le habló
al rey de las muertes de Luis Ponce y Aguilar muy en contra de Cortés”. Con
esta avalancha de dardos, quedó tocado, “y Su Majestad mandó proveer que sólo
Alonso de Estrada gobernase”. Pero ya el
colmo fue que el rey, dando palos de ciego por la lejanía de Indias, en otro
rapto de histeria, volvió a ordenar una solución extrema: “Su Majestad mandó
que un caballero llamado don Pedro de la Cueva fuese a México con 300 soldados,
y que, si le hallase a Cortés culpable de lo que se le acusaba, que le cortase
la cabeza”. Y ordenó algo más, que aumentaría la confusión en México: “que se
crease la Audiencia Real, creyendo que con ella habría recta justicia”. Y llegó
a haberla, pero después de la desastrosa intervención de su primer presidente,
Nuño de Guzmán, y de los oidores Diego Delgadillo y Juan Ortiz de Matienzo, mi sobrino (¡y yo que
le mandé recomendado…!).
Nuevamente, cuando ya estaba Cortés otra
vez grogui, sonó la campana: quizá se serenara el rey, o puede
ser que el duque de Béjar utilizara sus influencias; el caso es que se anuló la
orden de que partiera Pedro de la Cueva. Cuenta también Bernal que todas las
campañas de conquista o pacificación que gestionó Estrada, ya como gobernador en
solitario, fueron un fracaso,
principalmente por encargárselas a militares novatos, “porque va mucho de los
conquistadores viejos a los nuevamente venidos de Castilla, que no saben qué es la guerra de indios ni sus
astucias”. Otro incidente precipitó los acontecimientos: “Un mozo de espuelas
de Sandoval tuvo una cuestión con un criado de Estrada, y le acuchilló, de lo
que tuvo mucho enojo el tesorero (nunca
le llama gobernador), y le mandó cortar la mano. Cortés le dijo tales
palabras al tesorero que aun tuvo temor de que le quisiera matar”. Movido por
el miedo, tomó una decisión nefasta: “Allegó soldados y amigos para que le
guardaran, y sacó de la prisión al factor Saavedra y al veedor Almírez Chirinos
para que, como oficiales todos de Su Majestad, se ayudasen unos a otros contra
Cortés”. Genial: fue como si abriera la caja de los truenos.
Foto 1ª: En esa bonita lámina aparece
México unos 25 años después de la inestabilidad de gobierno que nos está
contando Bernal ahora; lo que quiere decir que la ciudad siguió prosperando
sobre las aguas. Cortés le había puesto buenos cimientos. Foto 2ª: Apenas un
siglo más tarde, en 1628, la vemos ya bien desarrollada, siempre a costa de la
laguna, cuya dimensión era mucho mayor que
lo que muestran las pintura.
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