martes, 13 de septiembre de 2016

(Día 387) La inestabilidad es constante en MÉXICO con un CORTÉS limitado de poder. ESTRADA maneja pésimamente la situación. Incluso EL REY pierde los nervios y hace un absurdo amago de acabar con CORTÉS. El gobernador ESTRADA, cada vez más temeroso de CORTÉS, toma una decisión nefasta: libera a SALAZAR y a ALMÍREZ.

(139) –Certo, piccolino: Nuño de Guzmán daba miedo en México.
     -Y además, caro babbo, envidiaba y odiaba a Cortés. Bernal nos explica la situación: “Porque Nuño de Guzmán se metía en los términos de México, no mirando a lo que Su Majestad le mandaba; y a un vecino que se llamaba Pedro González de Trujillo, por decirle que no quería estar bajo de su gobernación, pues los indios de su encomienda no eran de Pánuco, le mandó ahorcar, e hizo otros desatinos. Por lo que los del cabildo le suplicaron a Alonso de Estrada que gobernase con Cortés, y no quiso; aunque otros creyeron que fue Cortés quien no lo aceptó, para que no dijeran los maliciosos que quería señorear a la fuerza; y también porque hubo murmuraciones de que Cortés le dio algo a Marcos de Aguilar para que muriera. Y lo que se concertó finalmente fue que, juntamente con el tesorero Estrada, gobernase Gonzalo de Sandoval, que era alguacil mayor y persona de la que se hacía mucha cuenta”.
     -De verdad, picaruelo, que parece una  broma pesada: Cortés tuvo el triunfo casi cósmico de conquistar Tenochtitlan, pero llevamos resumidas unas 700 páginas del libro de Bernal, han pasado ocho años desde que partió de Cuba, y esto ha sido un continuo encadenamiento de sobresaltos. Ahorita mismo, Estrada va a acabar mal con Cortés, y se diría que el rey estaba ya harto, pero tampoco Su Majestad va a manejar bien el conflicto. Primero hubo un roce entre Estrada y Sandoval porque este  no castigó a un tal Proaño, que, según el pudoroso Bernal, “hizo un tal desacato contra Estrada que, por ser de tal calidad, aquí no lo digo; y pocos días después hubo otro más: el malísimo delito de poner en las puertas de la casa del tesorero (Estrada) unos libelos infamatorios muy malos, y, viendo Sandoval que no podía alcanzar justicia, lo disimuló; y, desde entonces, estuvo muy mal el tesorero con Cortés y Sandoval, y renegaba dellos como de cosas muy malas”.
     Los enemigos de Cortés volvieron a criticarle sin medida en nuevas cartas que le enviaron al rey. La guinda del pastel la pondría otro protagonista de viejas traiciones: “En aquella sazón fue a Castilla el contador Albornoz, que jamás estuvo bien con Cortés, y le habló al rey de las muertes de Luis Ponce y Aguilar muy en contra de Cortés”. Con esta avalancha de dardos, quedó tocado, “y Su Majestad mandó proveer que sólo Alonso de Estrada gobernase”.  Pero ya el colmo fue que el rey, dando palos de ciego por la lejanía de Indias, en otro rapto de histeria, volvió a ordenar una solución extrema: “Su Majestad mandó que un caballero llamado don Pedro de la Cueva fuese a México con 300 soldados, y que, si le hallase a Cortés culpable de lo que se le acusaba, que le cortase la cabeza”. Y ordenó algo más, que aumentaría la confusión en México: “que se crease la Audiencia Real, creyendo que con ella habría recta justicia”. Y llegó a haberla, pero después de la desastrosa intervención de su primer presidente, Nuño de Guzmán, y de los oidores Diego Delgadillo y  Juan Ortiz de Matienzo, mi sobrino (¡y yo que le mandé recomendado…!).
     Nuevamente, cuando ya estaba Cortés otra vez grogui,  sonó la  campana: quizá se serenara el rey, o puede ser que el duque de Béjar utilizara sus influencias; el caso es que se anuló la orden de que partiera Pedro de la Cueva. Cuenta también Bernal que todas las campañas de conquista o pacificación que gestionó Estrada, ya como gobernador en solitario,  fueron un fracaso, principalmente por encargárselas a militares novatos, “porque va mucho de los conquistadores viejos a los nuevamente venidos de Castilla, que  no saben qué es la guerra de indios ni sus astucias”. Otro incidente precipitó los acontecimientos: “Un mozo de espuelas de Sandoval tuvo una cuestión con un criado de Estrada, y le acuchilló, de lo que tuvo mucho enojo el tesorero (nunca le llama gobernador), y le mandó cortar la mano. Cortés le dijo tales palabras al tesorero que aun tuvo temor de que le quisiera matar”. Movido por el miedo, tomó una decisión nefasta: “Allegó soldados y amigos para que le guardaran, y sacó de la prisión al factor Saavedra y al veedor Almírez Chirinos para que, como oficiales todos de Su Majestad, se ayudasen unos a otros contra Cortés”. Genial: fue como si abriera la caja de los truenos.

     Foto 1ª: En esa bonita lámina aparece México unos 25 años después de la inestabilidad de gobierno que nos está contando Bernal ahora; lo que quiere decir que la ciudad siguió prosperando sobre las aguas. Cortés le había puesto buenos cimientos. Foto 2ª: Apenas un siglo más tarde, en 1628, la vemos ya bien desarrollada, siempre a costa de la laguna, cuya dimensión era mucho mayor que  lo que muestran las pintura.



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