sábado, 3 de septiembre de 2016

(Día 377) GRAN REGALO DE CORTÉS al soldado que le comunica la muerte de OLID. Pelea, al pasar un río, entre SANDOVAL y SAAVEDRA. Llega CORTÉS a SAN GIL, consigue alimentos para los famélicos vecinos y muchos mueren de indigestión. CORTÉS compra fiado un navío que viene de CUBA, y sigue avanzando por la costa.

(129) –Veamos, caro investigatore, un bonito ejemplo de ‘albricias’.
     -Ha quedado, querido maestro, como exclamación de alegría, pero no era exactamente eso, sino el premio por una buena noticia, y da la sensación de que se consideraba obligatorio. “El soldado Alonso Ortiz suplicó a Sandoval que le diese licencia para adelantarse a llevar las noticias (la ejecución de Olid, etc.) a Cortés y a todos nosotros, para que le diésemos albricias. Y se lo concedió, de las cuales nuevas se holgó Cortés, y todo el real, creyendo que acabaríamos de pasar tantos trabajos como pasábamos (ya, ya), pero se nos doblaron mucho más. E Cortés le dio un caballo muy bueno (gran regalo), que se llamaba Cabeza de Moro, y todos le dimos de lo que entonces teníamos”. Quiso Cortés ir el primero, con poca compañía, al poblado en el que estaban los soldados de Gil González Dávila, fundado como San Gil de la Buena Vista, “e desque supieron que el que llegaba era él, que tan mentado era en todas las partes de las Indias e en Castilla, no sabían qué se hacer de placer”. Satisfecho de lo que vio, mandó recado Cortés al resto de la expedición para que se pusieran en marcha, pero con  precaución al atravesar un río peliagudo. Y hubo otro pique, daddy.
     -Pero Sandoval, my dear son, lo solucionó a la brava, sin ninguna diplomacia. Cortés le había encargado dirigir la peligrosa maniobra, y, por respeto, Sandoval mandó que unos frailes pasaran en primer lugar; entonces, un tal Saavedra le exigió que él y sus hermanos, parientes de Cortés, lo hicieran antes, pero no lo permitió. En mala hora: “Y como la envidia de mandar vino desde Lucifer (‘¡non serviam!’), no quiso que Sandoval le pusiera impedimento, y le respondió no tan bien mirado como correspondía. Como Sandoval no se lo sufría, tuvieron palabras, de manera que el Saavedra echó mano a su puñal, y aunque Sandoval estaba dentro del río, arremetió al Saavedra y le derrocó en el agua, y, si de presto no los separáramos, ciertamente Saavedra se librara mal”. El paso del río no era ninguna broma: “Se ahogó un soldado que se llamaba Tarifa, con su caballo. Y otros dos caballos, uno de ellos de un soldado que se llamaba Solís Casquete, que hacía bramuras por su pérdida, e maldecía a Cortés e su viaje”. Entretanto, la situación de los vecinos de San Gil de la Buena Vista era lamentable, debido a una sola causa: ¡el hambre!: “eran 40 hombres, 4 mujeres de Castilla y 2 mulatas, todos dolientes y muy amarillos”. Había que remediarlo. Solo se explica la situación desesperada de los vecinos de San Gil de la Buena Vista por un círculo vicioso de abatimiento y dejadez. Cuando vio el problema, Cortés recurrió a su herramienta preferida: la acción. “Como no teníamos qué comer nosotros ni ellos, mandó que saliésemos con el capitán Luis Marín a buscar maíz. En unos poblados que estaban a 8 leguas, hallamos mucho maíz, frijoles y otras legumbres, y volvimos con diez fanegas dello, repartiéndose también a los vecinos de la villa; como se hartaron de tortillas de maíz, se les hincharon las barrigas, e, por estar dolientes, se murieron siete. Aportó entonces en la villa un navío que venía cargado de Cuba con puercos y pan cazabe; Cortés lo compró todo fiado, repartió dello a los vecinos, y se hartaron tanto de carne salada, que a muchos les dio cámaras (diarrea), de lo que murieron catorce”. Cortés, cuyo prestigio y riqueza le daban una solvencia absoluta, podía comprar a crédito lo que quisiera; dueño ya del navío recién llegado, incluidos los marineros, y alistando en sus tropas a los pocos que quedaron vivos en San Gil después de las “hartazgas” de comida, abandonó el poblado costero por la misma razón que, poco antes, Francisco de las Casas: no reunía condiciones. “En ocho días de navegación fue a desembarcar adonde ahora llaman Puerto Caballos, y que él llamó Natividad”.  En realidad, el nombre de Puerto Caballos había sido ya el primero, pues se lo había puesto Gil González Dávila cuando, para aligerar un barco que hacía agua, se vio obligado en aquella zona a echar varios caballos al mar. La carambola final se produjo en el siglo XIX, porque, para darle más lustre a la población, se la denominó Puerto Cortés.

     Foto.- ¡Eeepaaa..!: no se me confundan vuesas mersedes. Lo de la foto no es una reproducción de Tenochtitlán. Estamos en Honduras. Ahí dio Cortés, a una población ya existente, el nombre de Natividad durante su farragosa expedición tras los pasos de Cristóbal de Olid. Como hemos visto, volvió a llamarse, durante siglos, Puerto Caballos. En la actualidad  tiene el nombre de Puerto Cortés. Residen en la ciudad unos 130.000 habitantes, y, con su hermosa bahía, constituye la zona portuaria más importante de Honduras.


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