jueves, 8 de septiembre de 2016

(Día 382) ANDRÉS GARABITO, envidioso y traidor. Provocó la muerte de BALBOA, y, ahora, la de FRANCISCO HERNÁNDEZ DE CÓRDOBA. También delata a un viejo rival en amores: CORTÉS. El implacable PEDRARIAS ejecuta a HERNÁNDEZ DE CÓRDOBA. Los soldados, incluido BERNAL, echan pestes de un acobardado CORTÉS que no se atreve a volver a MÉXICO.

(134) -¡Maldición eterna para Andrés Garabito! Llevaba la traición en la sangre, secre: has confirmado que es el mismo que vendió a Balboa.
     -Y el que ahora volverá a ser un repugnante chivato, reverendo, movido, como entonces, por los celos y el rencor. Vayamos por orden. Balboa y Garabito eran amigos íntimos, pero este desgraciado se moría de envidia por uno de los amores más románticos de Indias, el de Balboa con la indígena Pocahontas, digo Anayansi, y, de forma miserable, trató de seducirla en secreto; la deliciosa criatura se lo contó a su amado, que frenó en seco a su ‘amigo’ con palabras muy duras. Garabito, verde de rabia, le escribió al terrible Pedrarias Dávila con dos infundios: que Balboa no pensaba cumplir el trato de casarse con su hija, y que, además, pretendía quitarle la gobernación. Bastó para que Balboa acabara degollado. Qué triste.
     -Pues va a hacer algo parecido, galante jovenzuelo,  con Cortés y con Francisco Hernández de Córdoba; también ahora, aunque parezca por lealtad a Pedrarias, será más bien fruto del odio: “Como un soldado que se decía Garabito (Andrés) y otros dos, todos íntimos amigos de Pedrarias Dávila, vieron que Cortés había enviado presentes al Francisco Hernández (de Córdoba), tuvieron sospecha que este quería dar aquellas tierras a Cortés. Y demás desto, el Garabito era enemigo de Cortés porque, siendo mancebos en la isla de Santo Domingo, Cortés le había acuchillado sobre amores de una mujer. Y cuando Pedrarias lo alcanzó a saber por cartas que ellos le escribieron, vino más que de paso con gran cantidad de soldados y prendieron a Francisco Hernández, que no había querido huir creyendo que Pedrarias lo hiciera de otra manera, porque habían sido muy grandes amigos. Y después que Pedrarias hubo hecho proceso contra Francisco Hernández y halló que se le alzaba, por sentencia le degolló”. De rebote, Cortés vio claro que ‘ojito con Pedrarias’, y desistió de competir con él por las tierras de  Nicaragua. Pero es que, además, el gran Cortés estaba irreconocible, depresivo y en un mar de dudas. Le vimos decidido a ir a poner orden en México, aunque fuera de tapadillo. Pero llegó al puerto de Trujillo, “y, como estaba flaco, mal dispuesto, quebrantado de la mar y muy temeroso de ir a la Nueva España por temor a que le prendiese el factor, le pareció que no era oportuno ir a México”. Está claro, pequeñín, que este no es  nuestro Cortés. Andaba tan confuso que consultó al mismísimo Espíritu Santo, “al que le mandó decir misas, con  procesión y rogativas, para que le encaminase a lo que más fuese a su santo servicio. Y pareció que el Espíritu Santo le alumbró de no ir a México por entonces, sino que conquistase y poblase aquellas tierras en las que estábamos. Y luego, sin más dilación envió a matacaballo tres mensajeros diciéndonos que así lo pensaba hacer”. ¿Creen vuesas mersedes que sus soldados eran fieles creyentes en el hilo directo con el Espíritu Santo? Pues vean: “Y desque vimos la carta, no lo pudimos sufrir, y le echamos mil maldiciones, deseando que no tuviese ventura en todo en lo que pusiese mano, y que se  perdiese como nos había echado a perder (nunca le hemos visto, ni le veremos, a Bernal tan ‘cabreado’); y todos a una le dijimos al capitán Sandoval que, si Cortés quería quedarse a poblar, que se quedase con los que quisiesen, que hartos conquistados y perdidos nos traía, y que nos iríamos a las tierras de México que ganamos. Y asimismo Sandoval era de nuestro parecer”. Lo escribieron en una carta, firmaron todos, y se lo mandaron a Cortés, que contestó con halagüeñas promesas para los que quisieran quedarse y una frase ofensiva (que debía de ser frecuente en Indias): “que si  no le querían obedecer lo que mandaba, que en Castilla y todas partes había soldados. Y desque aquella respuesta vimos, todos  nos queríamos ir camino de México, perdiéndole la vergüenza. Entonces el Sandoval, muy afectuosamente y con grandes ruegos, nos insistió en que aguardásemos unos días, que él en persona iría a hacer embarcar a Cortés camino de México”. Era ya como los viejos matrimonios deteriorados y con el mutuo respeto arruinado.

     Foto: El bilioso Garabito le informó al implacable Pedrarias de los sueños de independencia de Francisco Hernández de Córdoba, y le costó la cabeza; sin embargo se trataba de un personaje noble que no huyó, confiando en poder razonar con ‘la bestia’. Para entonces, Francisco había hecho una magnífica labor en Nicaragua, fundando las ciudades de León y de Granada, donde le han levantado este monumento en un lugar que le habría encantado. 


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