sábado, 17 de septiembre de 2016

(Día 391) CORTÉS se pone tan pesado con el REY que llega a cansarle: le deja claro que no será gobernador de MÉXICO. CORTÉS cubre de joyas a su prometida, JUANA DE ZÚÑIGA, y hasta al Papa le manda regalos. Consigue permiso para una nueva expedición de conquistas. Se inaugura la AUDIENCIA DE MÉXICO, donde será pieza clave el oidor JUAN ORTIZ DE MATIENZO, sobrino de SANCHO.

(143) –Hay refranes que  no fallan, baby: la avaricia rompe el saco.
     -Así fue, daddy: se le nubló la vista a Cortés, y ofendió al rey. Como diría Bernal, ‘fue un gran pelmazo’ con sus peticiones de que le hiciera gobernador de la Nueva España, aunque sin duda lo merecía. “Su Majestad le contestó a Cortés que se contentase, porque ya le había dado el marquesado de más renta. Y, de allí adelante, comenzó a decaer la gran privanza que tenía, porque, según dijeron, al cardenal y  a los demás señores del Real Consejo de Indias les pareció que  no debía ser gobernador. También se habló de que el comendador (mal enemigo) y su mujer, doña María de Mendoza, le fueron algo contrarios porque no les tenía en cuenta. Entonces fue Su Majestad a embarcarse en Barcelona para pasar a Flandes”. Hasta el puerto catalán fue Cortés tras el rey, como perrillo mendicante, con la misma cantinela, “echando siempre por intercesores a aquellos duques y marqueses, y Su Majestad le respondió al conde de Nasau que no le hablasen más del asunto de la gobernación (se acabó la monserga)”. Pero el insumergible Cortés tenía otros asuntos importantes entre manos. Se formalizó con grandes fiestas su matrimonio con Juana de Zúñiga, a la que cubrió de joyas, sintiéndose algo desairada la reina Isabel (el gran amor de Carlos V) porque las que le regaló a ella no eran de la misma calidad; sin embargo “mandó a los del Real Consejo de Indias que le ayudaran en todo”. O sea, luz verde al uso que iba a hacer Cortés de sus competencias como capitán general de la costa del Pacífico: “Y entonces capituló Cortés el envío durante dos años por la mar del Sur de dos navíos bien abastecidos, con 64 soldados y capitanes a su costa, para descubrir otras tierras”. No podía parar: fracasó en Honduras, y fracasará en esta capitulación, perdiendo dinero a borbotones. Como tocaba música embriagadora donde hiciera falta, “envió a Roma a un hidalgo que se llamaba Juan de Herrada, como embajador suyo, con un rico presente y a besar los santos pies al papa Clemente (Adriano ya había muerto)”. El Santo Padre quedó impresionado de lo que le contó Herrada sobre México, valorando mucho la labor evangélica: “Y nos mandó una bula para nos absolver a los conquistadores de culpa y pena de nuestros pecados”. Ya siento, querido Sancho, que tengas que sufrir ahora un ratito, porque ahí asoma Juan Ortiz de Matienzo.
      -¿Por qué me saldría tan ful ese sobrino al que quise como a un hijo? Y mira que era listo y trabajador… Menos mal que su única hija, Juana, fue un tesoro de mujer. Vamos allá con la comedia: “Estando Cortés en Castilla, llegó la Real Audiencia a México. Y vino por presidente Nuño de Guzmán (el sanguinario), y cuatro licenciados por oidores, que se llamaban (Juan Ortiz de) Matienzo, del que decían que era de Vizcaya o cerca de Navarra (casi acierta), y Delgadillo, granadino, y un Maldonado, de Salamanca, y el licenciado Parada. Cuando llegaron, les hicieron gran recibimiento, y se mostraron muy justificados en hacer justicia”. Bien, hijos míos: aclaremos algo. Se ve que empezaron con buenas maneras, pero todo se iría complicando, y hay que tener en cuenta que, para el rey, lo más importante era que frenaran el auge del carismático Cortés. Bernal va a ser muy crítico con ellos, pero, sin embargo, saltará a la vista que estaba contento con el reparto de indios que hicieron, porque fue más justo que el de Cortés. A quien, con su típica sinceridad, lo va a defender ahorita mismo: “Los oidores Maldonado y Parada, poco después de llegar a la ciudad, fallecieron de mal de costado; y, si allí estuviera Cortés, habiendo tantos maliciosos, también le infamaran y dijeran que él los había muerto”. Terminaré hoy diciendo que, si bien yo le conseguí a mi sobrino, Juan Ortiz de Matienzo, el puesto en la audiencia de Santo Domingo, nada tuve que ver en su llegada a México, porque entré en el Reino de la Risa siete años antes. Sus andanzas en La Española habían sido esperpénticas, pero muy útiles para encorsetar a Diego Colón; quizá eso bastó para que el rey le confiara hacer lo mismo con Cortés en la Nueva España.

     Foto.- Ya que abunda lo odioso en Nuño de Guzmán, digamos algo bueno: cumpliendo sus órdenes, Cristóbal de Oñate, en 1532, fundó Guadalajara (Nuño era oriundo de la de España), al oeste de la capital de México y cerca del Pacífico. Antes de ser la hermosa ciudad que vemos en la foto, sufrió varios traslados; ahí es donde se canta el “Jalisco, no te rajes”.


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