miércoles, 7 de septiembre de 2016

(Día 381) Se intenta que vaya ALVARADO a MÉXICO para gobernarlo, pero se niega por el gran riesgo. El despótico GONZALO DE SALAZAR apresa a los amigos de CORTÉS y ahorca a su mayordomo después de torturarlo. Los soldados de CORTÉS lo sacan de su abatimiento y le convencen para volver a MÉXICO. Ya, incluso, hasta planea conspirar contra PEDRARIAS.

(133) –Y siguieron los sainetes, picaruelo: no nos vamos a aburrir.
     -Dice Bernal, alegre canónigo, que, en medio de ese barullo, llegaron a México Francisco de las Casas y Gil González de Ávila negándose a admitir que Cortés hubiese  muerto, “y dijeron que no se podían consentir aquellas revueltas y que era mal hecho nombrar por gobernador al factor Salazar, e que, en cualquier caso, más méritos tenía Pedro de Alvarado para serlo; e, secretamente, le escribieron a Alvarado para que se viniese con todos los soldados que tenía, y que le procurarían de le dar la gobernación hasta saber si Cortés era vivo. E cuando ya Pedro de Alvarado se venía para México, tuvo temor del factor por las amenazas que le envió de que le mataría, y también porque  habían ahorcado a Rodrigo de Paz (pariente de Cortés, su mayordomo y alguacil mayor de la ciudad), y apresado al licenciado Zuazo, de manera que se volvió a su conquista. Y, después que el factor vio que el de las Casas y González de Ávila no eran buenos amigos, los mandó prender, les hizo proceso sobre la muerte de Olid, y los sentenció a degollar, pero luego los envió presos a Castilla”. Con el que se había ensañado antes, a plena satisfacción, reve, fue con Rodrigo de Paz.
     -Ese Judas, amado secre, era un perro rabioso: “El factor Salazar lo apresó y le pidió el oro y la plata de Cortés porque era su mayordomo, y, porque no se lo dio, pues era claro que él no lo tenía, le dio tormentos, y, con aceite y fuego, le quemó los pies y aun parte de las piernas; y estaba en las prisiones tan flaco y malo como para morir; y no contento con los tormentos, temiendo que se quejara a Su Majestad, lo mandó ahorcar por revoltoso; y, a la mayoría de los soldados y vecinos que estaban por Cortés, los mandaba prender, amparándose muchos en el convento de San Francisco”. Mientras leía Cortés ante sus tropas la carta de tan deprimentes noticias, “estábamos tristes y enojados, ansí del Cortés, que  nos trajo con tantos trabajos, como del factor, y echábamos dos mil maldiciones al uno y al otro, y se  nos saltaban los corazones de tanto coraje. Pero Cortés  no pudo contener las lágrimas, y, con la  misma carta, se fue a encerrar en su aposento, y  no quiso que le viéramos hasta más de mediodía. Y todos  nosotros le rogamos que presto se embarcase en tres navíos y que  nos fuésemos a la  Nueva España”. El hundido Cortés tendría que enmendar sus errores. Bernal  estaba allí, y nos cuenta lo que les respondió Cortés: “¡Oh hijos y compañeros míos!; veo que aquel mal hombre del factor está muy poderoso, y temo que si nos ve en el puerto se atreva a matarme  o echarme preso, a mí y a vuestras personas. Yo iré a México  muy secretamente  con solo cinco de vuestras mercedes para que, desconocidos, entremos en la ciudad. Conviene que vos, señor Luis Marín, con los compañeros que vinisteis en mi busca, os juntéis en Naco con Sandoval y vayáis camino de México”. Es como si despertara el oso dormido, porque le empezó a renacer el ansia de intrigas. Le envió una carta y ayuda de provisiones al capitán Pedro de Garro con destino a Francisco Hernández de Córdoba, con el mensaje de que “haría por él todo lo que pudiese” para que consiguiera alzarse contra el gobernador Pedrarias Dávila y conquistar Nicaragua. En medio de situación tan dramática, Bernal  no se resiste a contar una anécdota, también dramática, o, más bien, tragicómica: “Estando que estábamos en aquella villa de Trujillo, un hidalgo que se decía Rodrigo Mañueco, maestresala de Cortés, por dar contento y alegrar a Cortés, que estaba, con razón, muy triste, apostó con otros caballeros que subiría con todas sus armas a unas casas, las cuales estaban en un cerro algo alto. Y, subiendo armado, reventó en la cuesta y murió dello”.

     Foto.- Queridos hijos míos: el cuadro representa la rendición de Granada a los Reyes Católicos. Tuve el inmenso honor de recibir, con el señor arzobispo y los demás canónigos de la catedral de Sevilla, una carta que nos escribió de inmediato Fernando el Católico, de la que extraigo un párrafo: “Fágoos saber que ha placido a N. Señor, después de muchos y grandes trabajos, gastos y fatigas de nuestros Reinos, y derramamiento de sangre de muchos de nuestros súbditos, dar bienaventurado fin a la guerra que he tenido con el Rey y moros del Reino y Ciudad de Granada, la cual, tenida y ocupada por ellos por más de 780 años, hoy, dos días de enero de este año de 1492, es venida en nuestro poder y señorío”. ¿Que a qué viene esto? Pues, simplemente, a que poco después nació en Granada, de ilustre linaje, el primer niño cristiano, un niño que, con el tiempo, llegaría a ser el retorcido traidor Gonzalo de Salazar, también llamado “El Gordo”.


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