(2) –Avante a toda
máquina, habilísimo piloto: rumbo, Bernal.
–Gracias, capi. Respetaremos religiosamente su jugoso estilo, pero retocaremos la ortografía donde resulte confusa; y (dita sea) tendremos que resumir sus palabras. Bernal llevaba tiempo escribiendo en plan casero, y quizá solo por propia satisfacción, sobre lo que recordaba del pasado, con una apabullante memoria de la que a veces se fía demasiado. Pero tropezó con un reto que le revolvió el estómago: el endiosamiento de Cortés por parte de os cronistas (aunque él también lo admiraba profundamente) y la ausencia casi total de reconocimiento de los enormes méritos de sus acompañantes, la numerosa tropa de ‘conquistadores’ anónimos. Naturalmente, Bernal respiraba sobre todo por su propia herida. Nada más revelador de su carácter y su sencilla pero firme confianza en sí mismo, que su explicación del calambrazo que sufrió al leer al cronista oficial de Cortés, el gran humanista López de Gómara, que escribió su libro por encargo de Martín Cortés, hijo legítimo del superhéroe: “Estando escribiendo esta crónica, vi lo que escribe Gómara sobre la conquista de México, y viendo su policía (elegancia) y estas mis palabras tan groseras y sin primor, dejé de escribir (admirable sinceridad)”. Pero siguió leyendo, y desde lo más hondo brotó y se impuso su propia dignidad, llegando a revolverse contra Gómara, incluso en exceso: “Mirando que lo que cuenta es burla acerca de lo acaecido, torné a proseguir mi relación, porque la verdadera policía e agraciado componer es decir la verdad. Y, para que salga a la luz, quiero volver con la pluma en la mano como el buen piloto lleva la sonda, descubriendo bajos cuando siente que los hay. Así haré yo diciendo los borrones (mentiras) de los cronistas”. Lástima que muriera sin ver publicada su obra de arte. Tu turno, reverendo.
–Gracias, capi. Respetaremos religiosamente su jugoso estilo, pero retocaremos la ortografía donde resulte confusa; y (dita sea) tendremos que resumir sus palabras. Bernal llevaba tiempo escribiendo en plan casero, y quizá solo por propia satisfacción, sobre lo que recordaba del pasado, con una apabullante memoria de la que a veces se fía demasiado. Pero tropezó con un reto que le revolvió el estómago: el endiosamiento de Cortés por parte de os cronistas (aunque él también lo admiraba profundamente) y la ausencia casi total de reconocimiento de los enormes méritos de sus acompañantes, la numerosa tropa de ‘conquistadores’ anónimos. Naturalmente, Bernal respiraba sobre todo por su propia herida. Nada más revelador de su carácter y su sencilla pero firme confianza en sí mismo, que su explicación del calambrazo que sufrió al leer al cronista oficial de Cortés, el gran humanista López de Gómara, que escribió su libro por encargo de Martín Cortés, hijo legítimo del superhéroe: “Estando escribiendo esta crónica, vi lo que escribe Gómara sobre la conquista de México, y viendo su policía (elegancia) y estas mis palabras tan groseras y sin primor, dejé de escribir (admirable sinceridad)”. Pero siguió leyendo, y desde lo más hondo brotó y se impuso su propia dignidad, llegando a revolverse contra Gómara, incluso en exceso: “Mirando que lo que cuenta es burla acerca de lo acaecido, torné a proseguir mi relación, porque la verdadera policía e agraciado componer es decir la verdad. Y, para que salga a la luz, quiero volver con la pluma en la mano como el buen piloto lleva la sonda, descubriendo bajos cuando siente que los hay. Así haré yo diciendo los borrones (mentiras) de los cronistas”. Lástima que muriera sin ver publicada su obra de arte. Tu turno, reverendo.
–Es
asombroso, secre, que aquel pardillo que vi marchar de Sevilla con 18 años sobreviviera
a una permanente situación de riesgo de muerte hasta que terminó sus últimas
batallas en compañía de Cortés, contando ya unos 30, y llegara después casi a
los 90, bien situado, en medio de una vida serena, y con tiempo y ganas para
dedicar parte de sus asombrosas energías a ‘engendrar’ una maravilla literaria.
Ya muy anciano, le apremiaba su publicación, “porque soy viejo de más de 84
años, y he perdido la vista y el oír, y por mi ventura no tengo otra riqueza
que dejar (exagera) a mis
descendientes, salvo esta mi verdadera y notable relación”. Si supiera la que
iba a armar…
Añade, leal taquígrafo, esta fugaz
explicación: Colón en su tercer viaje descubre la costa continental de la zona
de Panamá. “Mis” pilotos de la Casa de Contratación, Solís y Yáñez Pinzón, en
1509, buscando un paso (que no existía) hacia el desconocido Pacífico, repiten
la ruta de Colón y suben más al norte, hasta Yucatán. Durante un tiempo se dejó
en el olvido esa zona. Nicolás de Ovando es nombrado Gobernador de la Española
(R. Dominicana) en 1501. Su sucesor, Diego Colón, hijo del Almirante, le confía
a Diego Velázquez de Cuéllar la conquista de Cuba. Lo logra fácilmente, y como
es un personaje muy inquieto, saca del baúl de los recuerdos los viajes de la
costa continental, y se empeña en explorar a fondo esa zona (en plan señorito,
mandando a otros). Su terca ambición, le lleva a hacer tres intentos, que serán
como escalones para que el último, el de Cortés, haga saltar la banca. Pero
sepan quienes esto leyeren que Bernal participó en los tres viajes, por lo que
solo él tiene el honor de haber corrido desde sus inicios, con la lengua afuera
y desde la meta de salida, la gran carrera que terminó en Maratón, digo en Tenoctitlán-México.
(En la foto, el solemne castillo de la
Mota (Medina del Campo). Si esas piedras hablaran…)
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