viernes, 22 de abril de 2016

(243) OTRA ASOMBROSA MUJER: MENCÍA DE CALDERÓN. Estuvo al mando de una flota en ruta hacia ASUNCIÓN, con padecimientos y desgracias colosales. Con ella iba el gran JUAN DE SALAZAR Y ESPINOSA, esta vez responsable de un hecho poco digno.

(243) – No pecas de confuso, tenaz chupatintas, pero esmérate ahora porque nos metemos en una maraña de hilos biográficos.
     - Te veo contento, ejemplar prelado: dichoso tú eres entre todas las mujeres. Nos toca la gran dama Mencía Calderón, y espero dejar clara su trayectoria, que se cruza con las heroínas que acabamos de despedir (lo veremos). Doña Mencía (lindo nombre) nació, como Cortés, en Medellín. Su marido, Juan de Sanabria, con título de Adelantando del Río de la Plata, fue encargado de socorrer a la gente de Asunción. Qué optimismo: los que quedaron de esta expedición del ‘gafe’ Sanabria llegaron a destino ¡seis años después!, y, además, para ser socorridos. Ya antes de partir, muere don Juan, y hereda los títulos su hijo (de un matrimonio anterior) Diego de Sanabria; para resolver trámites, Diego permanece en Sevilla, y parte su corajuda madrastra  al mando del tinglado. Unos tres años después, consigue el voluntarioso muchacho financiar otras naves y zarpar ansioso en ayuda de Mencía y su tropa, que llevaban tiempo malviviendo en la costa sudamericana. Zanjemos de sopetón el intentado socorro de Diego: el traidor océano engulló las naves con todos los que iban a bordo, lo que es el colmo de la desgracia. Mencía había iniciado su viaje en 1550, y, probablemente, tardó mucho en saber algo de la catástrofe. Te cedo a la notable mujer, caro Sancio.
     - Con la ilustre dama (qué señora, hijo mío) iban capitanes gloriosos, como Juan de Salazar, Fernando de Trejo, y, entre otros, Hernando de Salazar. Primer enredo: este Salazar es el que (como hemos contado) unos años después iría enloquecido contra los indios porque le habían raptado a su mujer, María de Mendoza, con sus dos niños, solucionando el tremendo conflicto el sabio, e increíblemente osado, ‘speech’ que soltó en guaraní a los implacables nativos su hermana Elvira de Mendoza. Pues bien: la elegante Mencía (que se mantuvo dignamente viuda) llevaba con ella en aquel viaje a sus dos hijas, María y Mencía Sanabria Calderón; también viajaba otra notable familia de Medellín, de viejos amigos suyos, Francisco Becerra, su esposa Isabel Contreras, y sus hijas Elvira Carvajal e Isabel Becerra (ya saben vuesas mersedes que los apellidos bailaban). Me da pena que salgan a flote durante esta ‘excursión’ algunas actuaciones poco honrosas de nuestro casi paisano Juan de Salazar de Espinosa, a pesar de su grandeza histórica, pero es lo que hay. Primero se le amotinó la gente de su nao en Canarias, calmando los ánimos Trejo y el otro Salazar. Y, de seguido, tuvo un gesto bien feo. Se vieron abordados por piratas franceses. Fueron a la nave bucanera Francisco Becerra y alguno más, quedando de rehenes mientras los gabachos robaban lo convenido. Juan de Salazar, jefe de toda la flota, pensó implacablemente en lo que consideró el interés general, y dio orden de largarse, lo que ponía en gravísimo riesgo a los rehenes, pero tuvo que rectificar por el escándalo general de todos los que estaban a sus órdenes. (No hablaremos más de Becerra, porque murió durante el viaje sin ninguna otra  noticia reseñable). Ciao, ciao,  bambino.
     - Buen plan, Sancho: tenemos heroínas para rato. Va bene, caro.



     Vamos a adelantar un poco los acontecimientos, buen hombre, recorriendo la ruta por la que llegarán a Asunción los que quedaron de la flota de doña Mencía. Pero sin hacer trampa con esos avioncitos, sino a pie y desde donde ellos partieron, la isla de Santa Catalina (en el mapa, Florianópolis). Que ningún perillán olvide que ese trayecto lo descubrió un portugués, al servicio de España y miserablemente marginado por las crónicas, Alejo García, con 4 españoles y cientos de indios a los que se metió en el bolsillo hablándoles en su lengua. Y pasaron de largo por Asunción (que aún no existía), para llegar (quítense el sombrero, please) ¡hasta los Andes! El siguiente en recorrerlo fue el gran Cabeza de Vaca, sumido en un éxtasis al ver las cataratas del Iguazú. También Juan de Salazar y de Espinosa, bastante quemado con el resto de la expedición, se adelantó por ahí con un pequeño grupo, y luego lo hizo el resto con Mencía Calderón, presentándose en Asunción seis meses más tarde que el espinosiego. Incluso siendo virtual, ese accidentado ‘paseo’ de más de 1.200 km. nos ha dejado para el vertedero.


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