ACLARACIÓN PREVIA
Al publicar este libro, tengo la sensación de echar una botella con mensaje al
inmenso y azaroso océano. De la manera más escueta, daré algunas
explicaciones. Escribí una biografía de un personaje histórico nacido en el
Valle de Mena (Burgos) hacia el año 1460. Fue el resultado de tres años de
investigación que dieron para 500 páginas de texto (con abundante material que
dejé en reserva). El protagonista de la historia es SANCHO ORTIZ DE MATIENZO,
un canónigo de la catedral de Sevilla que tuvo una gran importancia, hasta
ahora poco conocida, en el apasionante entramado de los lazos iniciales de
Castilla con el Nuevo Mundo, debido fundamentalmente a su privilegiado cargo de
primer Tesorero de la Casa de la Contratacion de Indias de Sevilla, desde su
fundación en 1503 hasta que él falleció en 1521.
Posteriormente abrí una página en Internet,
con dos objetivos: promocionar el libro, y (porque me lo pedía el cuerpo) dar a
conocer hechos de aquella locura histórica y deslumbrante del descubrimiento de
América y la subsiguiente ocupación. Aunque el Sancho de la biografía que
escribí fue un personaje absolutamente serio, la publicación se convirtió en
una tertulia a dúo, entre él y yo, haciendo comentarios sobre la marcha a
medida que íbamos presentando lo sustancial, de manera que quedé casi abducido
por un Sancho ectoplásmico y zumbón (pero, eso sí, entrañable) que se me
aparecía a diario para esa labor de divulgación de hechos tan impactantes. De
mutuo acuerdo, nos propusimos como disciplina procurar que el resultado fuera
ameno y claro, con santo respeto a la sintaxis, para hacerlo todo más asimilable
y sabroso.
Estuvimos 463 días dale que te pego.
Ocurrió que la parte final de las tertulias, unas 160, estuvieron dedicadas a
resumir las casi 900 páginas del texto de un libro absolutamente fabuloso, cuyo
título es “Historia verdadera de la conquista de la Nueva España”, escrito por
un soldado que participó con Hernán Cortés en todo el tormentoso trabajo de
dominar México. Su nombre, archiconocido por los historiadores, era BERNAL DIAZ
DEL CASTILLO, y fue grande en todo, menos en soberbia; testigo de semejante
epopeya, en la que arriesgó su vida a diario, se hartó de que los cronistas
solo hablaran de Cortés (al que no le restaba méritos), y se metió en otra
aventura, la de sacarle jugo a su privilegiada memoria y dar su versión para que
se reconociera el mérito de la “tropa”, él incluido. Todo lo que cuenta es
maravilloso, como una inaudita epopeya; pero a eso se añade otro valor
excepcional: el sabor único de su estilo, en lenguaje llano de aquel tiempo
(perfectamente entendible), carente de cualquier asomo de pedantería, y, aunque
de aspecto rústico, con garra de escritor nato que sabe enganchar y narrar
claramente. En este libro que publicamos, todo el mérito y la mayor parte del
texto es suyo: nosotros nos limitamos a expresar nuestra admiración, dar
algunas explicaciones, y comentar con ojos
modernos (a veces desencajados) las sensaciones que nos va
proporcionando su alucinante historia.
Sancho y yo le hicimos justicia en la red:
eso es precisamente lo que intentamos conseguir ahora en versión libro, para
que sean más los afortunados que tengan la oportunidad de descubrir “la
historia más dramática jamás contada” (con su parte gloriosa, y también con la
tenebrosa), y rendir homenaje a un cronista asombroso, único e irrepetible:
BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO.
(1) –Tranquilo, Babieca: ya están abriendo los
boxes de salida.
- Va a ser una carrera larga y arriesgada, reverendo abad; nos la vamos a jugar. El plan es, nada menos, resumir ese maravilloso tocho de Bernal Díaz del Castillo, su “Verdadera historia de la conquista de Nueva España”, y lo haremos con los comentarios que procedan, en el mismo tono coloquial y llano de su incomparable autor. Dudo que haya caso más pintoresco, sabroso, vivo, didáctico y de tanto calor humano en ninguna otra crónica histórica conocida.
- Va a ser una carrera larga y arriesgada, reverendo abad; nos la vamos a jugar. El plan es, nada menos, resumir ese maravilloso tocho de Bernal Díaz del Castillo, su “Verdadera historia de la conquista de Nueva España”, y lo haremos con los comentarios que procedan, en el mismo tono coloquial y llano de su incomparable autor. Dudo que haya caso más pintoresco, sabroso, vivo, didáctico y de tanto calor humano en ninguna otra crónica histórica conocida.
–Sepan vuesas mersedes que les vamos
a ofrecer una ocasión única de conocer al detalle el largo proceso de unos
hechos trascendentales que cambiaron el mundo, contados por un irrepetible
escritor nada académico pero nato, que los vivió en la fase previa a la
actuación de Cortés, y en lo que ocurrió durante y después de la caída del
imperio azteca. Y se van a quedar ojipláticos. Sería mejor que leyeran el
libro, pero créanme que, como tertulianos, seremos buena compañía y el mejor
aperitivo para que se animen a darse luego el atracón. Por si hay algún malsano
crítico escondido tras las cortinas, sepa ya el perillán que mi secre y yo
estamos al corriente de la “estupidez del siglo”, la de un tonto de manual de
cuyo nombre no queremos acordarnos, robador de ciegos, niños e inocentes
doncellas, usurpador de herencias, capaz de vender a su madre, ordeñador del
sensacionalismo y experto en el marketing más rastrero, que ha promocionado su
falsedad impresa asegurando que la sublime joya de Bernal la escribió Cortés.
Nunca más lo mencionaremos, y que el diablo se lo lleve. Solo añadiré que
nosotros diremos siempre con orgullo de Bernal lo que se celebra del cerdo
ibérico, que de él nos gustan hasta los andares. Qué bien me he quedado.
Prosigue.
–Me adhiero plenamente al panfleto, entrañable ectoplasma. Precisamente Bernal es eso mismo, alguien que no escribe, sino que te está hablando, y según lo va haciendo, se hace cada vez más entrañable, más humano, defectos incluidos, con sus filias y sus fobias, nunca dañinas, y con ese estilo rústico, lleno de enredos sintácticos, que resulta reciamente sabroso y aromático, como la sopa de ajo castellana. Ya lo has dicho: nos gustan hasta sus andares. Nos la jugamos, Sancho: ¿convenceremos?
–Recuerda la que se armó con solo 12 discípulos (amados). He traído el hisopo, fiel compañero: nos empararemos en agua bendita para triunfar con Bernal. Nació el año 1496 en Medina del Campo, cuya plaza vemos en la foto; lugar histórico donde los haya. A la derecha de la iglesia está el palacio en el que murió la gran Isabel la Católica en 1504; yo viví el duelo del pueblo, y ni te puedes imaginar lo que fue aquello. Medina era uno de los centros mercantiles más importantes de Europa. Dejemos que se presente el ilustre soldado con sus propias palabras al comienzo de su libro (tenía ya 84 años y no llegó a verlo publicado): “Bernal Díaz del Castillo, vecino e regidor de Santiago de Guatemala, uno de los primeros conquistadores de la Nueva España (México) y de Honduras, natural de la muy noble Villa de Medina del Campo, hijo de Francisco Díaz del Castillo, regidor que fue della, al que también llamaban el galán (‘elegante’: ya empieza Bernal a salpimentar la narración)”. El año 1514 me tocó a mí, pequeñín, preparar hasta el último detalle de una de las expediciones más impresionantes que partieron para Indias, la de Pedrarias Dávila, personaje valiente pero siniestro. Entonces conocí y registré a un mocetón de 18 años que se embarcó en aquella armada y se hacía llamar Bernal Díaz (el “del Castillo” se lo añadió mucho más tarde), sin poder sospechar que sería protagonista de una vida grandiosa y autor de una crónica de valor incalculable. Esto promete.
–Me adhiero plenamente al panfleto, entrañable ectoplasma. Precisamente Bernal es eso mismo, alguien que no escribe, sino que te está hablando, y según lo va haciendo, se hace cada vez más entrañable, más humano, defectos incluidos, con sus filias y sus fobias, nunca dañinas, y con ese estilo rústico, lleno de enredos sintácticos, que resulta reciamente sabroso y aromático, como la sopa de ajo castellana. Ya lo has dicho: nos gustan hasta sus andares. Nos la jugamos, Sancho: ¿convenceremos?
–Recuerda la que se armó con solo 12 discípulos (amados). He traído el hisopo, fiel compañero: nos empararemos en agua bendita para triunfar con Bernal. Nació el año 1496 en Medina del Campo, cuya plaza vemos en la foto; lugar histórico donde los haya. A la derecha de la iglesia está el palacio en el que murió la gran Isabel la Católica en 1504; yo viví el duelo del pueblo, y ni te puedes imaginar lo que fue aquello. Medina era uno de los centros mercantiles más importantes de Europa. Dejemos que se presente el ilustre soldado con sus propias palabras al comienzo de su libro (tenía ya 84 años y no llegó a verlo publicado): “Bernal Díaz del Castillo, vecino e regidor de Santiago de Guatemala, uno de los primeros conquistadores de la Nueva España (México) y de Honduras, natural de la muy noble Villa de Medina del Campo, hijo de Francisco Díaz del Castillo, regidor que fue della, al que también llamaban el galán (‘elegante’: ya empieza Bernal a salpimentar la narración)”. El año 1514 me tocó a mí, pequeñín, preparar hasta el último detalle de una de las expediciones más impresionantes que partieron para Indias, la de Pedrarias Dávila, personaje valiente pero siniestro. Entonces conocí y registré a un mocetón de 18 años que se embarcó en aquella armada y se hacía llamar Bernal Díaz (el “del Castillo” se lo añadió mucho más tarde), sin poder sospechar que sería protagonista de una vida grandiosa y autor de una crónica de valor incalculable. Esto promete.
No hay comentarios:
Publicar un comentario