viernes, 15 de abril de 2016

(236) EMOCIONA LEER LA DESQUICIADA CARTA dirigida al rey por el quijotesco y entrañable PEDRO FERNÁNDEZ DE QUIRÓS. La enorme AUSTRALIA existía, y estaba seguro de haberla encontrado, pero lo que descubrió era una modesta isla, VANUATU.

(236) – Acelera, chófer, que va siendo largo el viajecito con Quirós.
     - De acuerdo, patrón; pero es una gozada resucitar en la tertulia a personas muy importantes arrinconadas en un trastero. Todos se cebaron en el derrotado (‘lanzada a moro muerto’). Hasta el virrey de México, pariente de Isabel Barreto, afirmó desvergonzada y rotundamente, como Castro, que Quirós no había descubierto nada nuevo, y así se entiende el énfasis que puso este en su carta al rey. Escuchémosle compasivamente: “La grandeza de las tierras nuevamente descubiertas, juzgando por lo que yo vi y por lo que Vázquez (Váez, que es lo mismo) de Torres avisó  a V. M (o no conocía el informe de Torres, o mentía) es de tanta longitud como la de Europa, Asia Menor, Persia, más Inglaterra e Irlanda. Aquella parte oculta es tan capaz que pueden caber en ella el doble de todos los reinos de que V. M. al presente es señor (mamma mía, qué desvarío). Y esto, sin avecindar con turcos ni moros ni otras naciones que suelen perturbar las ajenas. Y pues las tierras que vi a 15 grados (lo clava, es la latitud de Vanuatu) son mejores que España, las otras que  en altura (latitud) se opusieren deben ser un paraíso terrenal”. En lo que sí acierta en en que, esa Australia que creía haber descubierto, tenía que ser enorme. Describe después tierra y gentes. Sigue, dottore.
     - Y me da vergüenza, compañeiro, que mi pariente Fernando de Castro, que conocía la carta, aprovechara lo que cuenta Quirós para decir que  era “indudable” (será tramposo) que todos los datos corresponden a la flora, fauna y razas de Nueva Guinea (ya conocida por los portugueses), por lo que nada nuevo se había descubierto. El alucinado texto de Quirós continúa prometiendo riquezas sin fin, con un plan de desarrollo previo: “Todo hará rica la tierra, que, juntamente con América (¡vaya!: ya cuajó la palabreja), bastará para engrandecer y enriquecer España, como lo mostraré si soy de otros ayudado”. No se cansa de alabar la bondad de aquellos parajes, probablemente con razón: “Ninguno de nosotros cayó enfermo, y no se vieron  cocodrilos en los ríos, ni en las montañas sabandijas ponzoñosas, ni hormigas dañosas en las casas (termitas), ni garrapatas, ni mosquitos; que es esta una excelencia muy grande para nuestra pretensión. Estas son las grandezas y bondad de las tierras que descubrí, de las cuales tomé posesión en nombre de V. M.”. Despediremos mañana a este  Quijote de los Mares del Sur, y admirable perdedor. Dorme bene.
- Tendré pesadillas con el caprichoso azar. Ciao, dolce spirito.


     Repitamos, secre, la foto de la bahía de Espíritu Santo (Vanuatu), porque también Quirós habla de ella, lo que quiere decir que fue descubierta y establecida la toponimia antes de que Váez de Torres comprobara que era simplemente una isla, a quien, por cierto, el autor del primoroso dibujo, Diego de Torres, tenía en mayor aprecio que a Quirós. Así describe nuestro romántico protagonista aquel amplio paraje: “La bahía de San Felipe y Santiago tiene 20 leguas (unos 110 km.). Es toda limpia y libre para entrar de día y de noche. Tiene en su contorno mucha población, y se ven, de día y de noche, muchos humos de fuegos. Su puerto de la Vera Cruz es tan capaz que caben más de mil naos. El fondo, limpio y de arena. No se ha visto broma (carcoma de los barcos). La playa, por estar verdes las hierbas de su orilla, se entendió no ser batida de mares. Y porque los árboles estaban tan derechos y sin desgajes, se juzgó no haber grandes temporales en el puerto. Por todo lo cual, se consideró ser allí clemente el cielo y que guarda su orden la naturaleza”. Seguro que sus observaciones eran perspicaces y acertadas; lástima que sufriera el tremendo error de creer que  aquello era Australia.


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