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MENDAÑA SE CASA Y PREPARA UNA NUEVA EXPEDICIÓN CON DESTINO A FILIPINAS. Nosotros
nos despedimos para siempre del GRAN SARMIENTO.
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- No nos van a creer, discípulo amado, pero ahorita mismo mostraremos los últimos flecos del simpar
Pedro Sarmiento.
- Es un corto y definitivo remate, divino
maestro. En el puerto de Colima, a pesar de la dudosa alegría que exhibió
Mendaña por ver salvado el barco en el que llegaba Sarmiento, maniobró
rápidamente para requisarle los informes que traía, lo ridiculizó y, lo que ya
es el colmo, consiguió que lo apresaran. Tuvieron que soltarlo rápidamente, y
la obsesión de Pedro fue dar cuenta de todo, e incluso estuvo a punto de venir
a la Corte para hablar directamente con el rey. No lo hizo porque entonces vio
el cielo abierto con la llegada del nuevo virrey, Francisco de Toledo, que sustituía
al tío de Mendaña, Lope García de Castro; y acertó: el oropesano aristócrata le
apreció mucho.
- Y eso es todo, secre: bye, bye
Sarmiento. De las peripecias que pasó después en su intento de fortificar el
Estrecho de Magallanes, y del oscuro final de su vida, ya hemos hablado largo y
tendido, mostrando con entusiasmo su gloriosa, aunque fracasada, trayectoria.
En cuanto a Mendaña, digamos que le quedó mal sabor de boca por los escasos
frutos de su expedición y fue arrastrando una querencia nostálgica por todo lo
que vio en el entorno de las islas Salomón. Vivió en Lima obsesionado con la
idea de poner en marcha otra flota. La idea no era mala, y hasta el rey la
miraba con ojitos golosos: no solo había posibilidad de más descubrimientos,
sino también de asegurar un tráfico marítimo directo desde Lima a Manila, sin
necesidad de ir hasta Acapulco. Pero el monarca, como de costumbre explotando a
aquellos maravillosos aventureros, lo quería con financiación particular, y
Mendaña estaba arruinado. Quiso el Señor que, tras 15 años perdidos, en 1585 llegara
un virrey que ya conocen vuesas mersedes, García Hurtado de Mendoza, marqués de
Cañete, y, formando parte de su principesco séquito, don Nuño Rodríguez
Barreto, su esposa, Mariana de Castro (probable pariente de Mendaña) y sus 9
hijos (que ya hay que echarle valor, o insensatez, para tenerlos, y para
meterlos en semejante odisea). Y aliados Cupido y Mercurio, surgió el amor.
- De todo habría, sabio doctor. Una de las
hijas del gallego matrimonio, Isabel Barreto (20 años) se ennovió con el
talludito Mendaña (43), y no solo se entusiasmó con el proyecto de su prometido,
sino que los obstáculos financieros que él no pudo salvar desde tiempo
inmemorial, ella los orilló casi al instante: se metió en el bolsillo
hábilmente al virrey, utilizando el aprecio que le tenía a ella su esposa, Teresa
de Castro (otra posible pariente), y todo quedó arreglado. ¡Qué mujer! ¿Cómo lo
ves?
- Supongo que Mendaña quedaría agradecido
pero preocupado por su futura autoestima. No obstante, su sueño le espoleaba. Hasta
mañana, pizpireto vejestorio. Pórtate bien.
¡Casi nada el Virreinato de Perú! El
primero fue el de México (1535); luego el peruano (1543); pasan dos siglos y
surgen otros dos, Reino de Granada (Colombia) en 1717, y Río de la Plata en
1776. Históricamente y con diferencia, el más importante y el más extenso fue
el de Perú. La capital recibe su nombre por el río Rímac (Límac en quechua).
Sus personajes más ilustres fueron los hermanos Pizarro: Francisco, asesinado;
Hernando, salvado de milagro al ser retenido preso en España; Juan, liquidado
por los indios dentro de la ciudad de Cuzco. Y nos queda Gonzalo, el más pequeño.
Le pusieron de jefe los españoles que se rebelaron contra el despótico primer virrey,
Blasco Núñez de Vela, al que apresaron y le quitaron la vida (demencial osadía).
Gonzalo fue recibido en Lima apoteósicamente, como el gran salvador, en esa
Plaza de Armas de la foto. Pero pasó lo inevitable, como en todos los
alzamientos contra la corona: llegó otro virrey y lo derrotó; se entregó
diciendo “soy el sin ventura Gonzalo Pizarro”, y le cortaron la cabeza. A 15
km. de Lima está el importantísimo puerto de El Callao (significa “pedregoso”),
y de ahí va a partir en breve el también sin ventura Mendaña.
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