martes, 12 de abril de 2016

(233) EL QUIJOTESCO Y ENTRAÑABLE QUIRÓS consigue que FELIPE III le confíe una nueva expedición en busca de la TERRA AUSTRALIS. Parte hacia su objetivo y CREE HABERLO CONSEGUIDO.

(233) – Hay dos cosas igualmente difíciles, discípulo mío: saber mandar y saber obedecer; las historias de Flores, Sarmiento, Mendaña y Quirós son un buen ejemplo de ello.
     - Certo, preceptore, pero Quirós fue implacable con su despótica jefa, Isabelita. Sin embargo, él mismo tendrá problemas con un piloto que iba bajo su mando, Luis Váez de Torres (atentos, porque se hará justamente famoso). La obsesión de Quirós fue intentar de nuevo dar con la previsible tierra austral. Isabel Barreto, con la ayuda de su nuevo y flamante marido, se empeñó en pararle los pies, estimando que los derechos eran suyos por herencia del difunto Mendaña. El medio místico Quirós tanteó todas las audiencias terrenales, e incluso las divinas: se fue a Roma y consiguió que el papa Clemente VIII intercediera ante Felipe III. Y logró la exclusiva: en 1605 partió del Callao como jefe supremo de una expedición, con el título de Gobernador y Adelantado de la Terra Australis, y encargado de encontrarla (parece de chiste no tropezar con algo tan grande). Coge el volante, reverendo.
     - Okay, my dear. Iban con la intención de peinar la zona, y Quirós tenía la cabeza llena de sus propias intuiciones y de las del gran Sarmiento, que también fue un genial cartógrafo. Así que, tras descubrir islitas por el camino, viró al Sur como quien se tira de un tejado, incluso dejando de lado las órdenes administrativas que había recibido. Tanta osadía le habría llevado derechito a Nueva Zelanda, logrando con ello el gran objetivo, pero todos los oficiales de la armada se le alborotaron, y tuvo que seguir hacia el Oeste, dando palos de ciego durante 8 meses, hasta que encontraron un territorio grande, que parecía ser lo que buscaban. ¿Fue la desesperación? ¿Fueron cálculos equivocados? ¿Fue la seducción de una fantasía incontrolable? Seguro que Quirós exclamó jubiloso: “Hela ahí, por fin, ¡la Terra Australis! Misión cumplida: nos volvemos, y además, para acortar el viaje y dar cuanto antes el notición, no vamos, como estaba previsto, por el cabo de Buena Esperanza hacia España, sino derechitos a México y que el virrey se entere ya del exitazo”. Todos estuvieron de acuerdo y firmaron un documento justificando la conveniencia del cambio de rumbo. Partieron de inmediato, y también de inmediato los envolvió una poderosa tempestad que superaron con muchas dificultades, pudiendo continuar después sin mayores problemas el larguísimo viaje hasta Acapulco. Pero con un ‘pequeño’ detalle: el barco de Luis Váez de Torres se vio obligado a quedarse refugiado de la tormenta en esa supuesta ‘tierra austral’. Ciao.
     - Lo que traerá consecuencias importantes. Bye, espíritu cósmico.


     ¡Oh sublime rastreador de legajos! Qué bien lo voy a explicar con ese primoroso plano que has puesto. Quirós pasa por Tahití, llega a Fiji, baja directo a Nueva Zelanda, y se pierde el gran descubrimiento porque sus hombres le obligan a volver hacia el Norte; pero se da de bruces con las islas Vanuato, que vemos ampliadas a la izquierda. Tocan tierra en una que Quirós cree ser la buscada zona austral. Con enorme pompa y profunda religiosidad, la   llama Espíritu Santo (y así sigue), funda una población (no duró ni un suspiro) a la que le pone el nombre de Nueva Jerusalén, al lado de un río al que lo bautiza (nunca menor dicho) como el Jordán (hombre tan religioso tenía que haber sido obispo por lo menos). Se pone tan épico que a sus hombres les da una medalla y les nombra caballeros de la Orden del Espiritu Santo (para rechifla general). ‘Logrado’ el objetivo, se vuelve a casita. Pero, como hemos dicho,  el barco de Luis Váez de Torres se quedó refugiado en la isla por fuerza mayor. Y la armó parda.


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