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EL QUIJOTESCO Y ENTRAÑABLE QUIRÓS consigue que FELIPE III le confíe una nueva
expedición en busca de la TERRA AUSTRALIS. Parte hacia su objetivo y CREE
HABERLO CONSEGUIDO.
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– Hay dos cosas igualmente difíciles, discípulo mío: saber mandar y saber
obedecer; las historias de Flores, Sarmiento, Mendaña y Quirós son un buen
ejemplo de ello.
- Certo, preceptore, pero Quirós fue
implacable con su despótica jefa, Isabelita. Sin embargo, él mismo tendrá
problemas con un piloto que iba bajo su mando, Luis Váez de Torres (atentos,
porque se hará justamente famoso). La obsesión de Quirós fue intentar de nuevo
dar con la previsible tierra austral. Isabel Barreto, con la ayuda de su nuevo
y flamante marido, se empeñó en pararle los pies, estimando que los derechos
eran suyos por herencia del difunto Mendaña. El medio místico Quirós tanteó
todas las audiencias terrenales, e incluso las divinas: se fue a Roma y
consiguió que el papa Clemente VIII intercediera ante Felipe III. Y logró la
exclusiva: en 1605 partió del Callao como jefe supremo de una expedición, con
el título de Gobernador y Adelantado de la Terra Australis, y encargado de
encontrarla (parece de chiste no tropezar con algo tan grande). Coge el
volante, reverendo.
- Okay, my dear. Iban con la intención de
peinar la zona, y Quirós tenía la cabeza llena de sus propias intuiciones y de
las del gran Sarmiento, que también fue un genial cartógrafo. Así que, tras
descubrir islitas por el camino, viró al Sur como quien se tira de un tejado,
incluso dejando de lado las órdenes administrativas que había recibido. Tanta
osadía le habría llevado derechito a Nueva Zelanda, logrando con ello el gran
objetivo, pero todos los oficiales de la armada se le alborotaron, y tuvo que
seguir hacia el Oeste, dando palos de ciego durante 8 meses, hasta que
encontraron un territorio grande, que parecía ser lo que buscaban. ¿Fue la
desesperación? ¿Fueron cálculos equivocados? ¿Fue la seducción de una fantasía
incontrolable? Seguro que Quirós exclamó jubiloso: “Hela ahí, por fin, ¡la
Terra Australis! Misión cumplida: nos volvemos, y además, para acortar el viaje
y dar cuanto antes el notición, no vamos, como estaba previsto, por el cabo de
Buena Esperanza hacia España, sino derechitos a México y que el virrey se
entere ya del exitazo”. Todos estuvieron de acuerdo y firmaron un documento
justificando la conveniencia del cambio de rumbo. Partieron de inmediato, y
también de inmediato los envolvió una poderosa tempestad que superaron con muchas
dificultades, pudiendo continuar después sin mayores problemas el larguísimo
viaje hasta Acapulco. Pero con un ‘pequeño’ detalle: el barco de Luis Váez de
Torres se vio obligado a quedarse refugiado de la tormenta en esa supuesta
‘tierra austral’. Ciao.
- Lo que traerá consecuencias importantes.
Bye, espíritu cósmico.
¡Oh sublime rastreador de legajos! Qué
bien lo voy a explicar con ese primoroso plano que has puesto. Quirós pasa por
Tahití, llega a Fiji, baja directo a Nueva Zelanda, y se pierde el gran
descubrimiento porque sus hombres le obligan a volver hacia el Norte; pero se
da de bruces con las islas Vanuato, que vemos ampliadas a la izquierda. Tocan
tierra en una que Quirós cree ser la buscada zona austral. Con enorme pompa y
profunda religiosidad, la llama Espíritu
Santo (y así sigue), funda una población (no duró ni un suspiro) a la que le
pone el nombre de Nueva Jerusalén, al lado de un río al que lo bautiza (nunca
menor dicho) como el Jordán (hombre tan religioso tenía que haber sido obispo
por lo menos). Se pone tan épico que a sus hombres les da una medalla y les
nombra caballeros de la Orden del Espiritu Santo (para rechifla general).
‘Logrado’ el objetivo, se vuelve a casita. Pero, como hemos dicho, el barco de Luis Váez de Torres se quedó
refugiado en la isla por fuerza mayor. Y la armó parda.
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