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EN FILIPINAS, LA ALTIVA, Y RECIENTE VIUDA, ISABEL BARRETO se casa otra vez,
nuevamente con un pretendiente de relumbrón, FERNANDO DE CASTRO. Parten para
México acompañados por EL BUEN PEDRO FERNÁNDEZ DE QUIRÓS.
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– A la paz de Señor, noctámbulo cronista: balance del segundo viaje de Álvaro
de Mendaña.
- Mil gracias por tu constante compañía,
entrañable Sancho. Mendaña y los suyos, unos 380 en total, partieron del Callao
con 4 naves en abril de 1595, y ‘lo que quedó’ llegó a Manila en febrero de
1596: un barco y alrededor de 80 zombis atormentados por un sufrimiento que no
cesó en todo el viaje (pero ya sabemos que Isabel Barreto no de privó de
cuidarse muy bien). Poco antes de llegar a Filipinas, anotó Quirós: “La Salve
se rezaba a la tarde, delante de la imagen de Ntra. Sra. de la Soledad, que fue
el único consuelo en esta peregrinación”.
- Pero estamos hechos de esperanza, tierno
poeta, y enterramos los malos recuerdos: llegar a Manila fue una explosión de
alegría, salvo para diez que estaban tan deteriorados que murieron pronto. Los
supervivientes fueron vitoreados por la ciudadanía española, y agasajados
espléndidamente. Los restos de Mendaña no tuvieron tanta suerte, porque el mar se tragó la nave que los traía,
con todos los que iban a bordo. El único resultado positivo de la expedición
fue el descubrimiento de nuevas islas: todo el plan de poblar se fue al garete.
Así que la reacción inmediata de los supervivientes fue empezar de cero una
nueva vida; en algún caso, de drástico abandono de este perro mundo y sus
vanidades: hubo cuatro que, hartos del espejismo de la gloria, se fueron a un
convento. Las viudas lo tuvieron fácil para casarse de nuevo en una Manila con
pocas españolas. ¿Y la sin par Isabel?
- Genio y figura, reverendo: cualquier
cosa antes que perder el estatus. Invirtió con acierto su capital (no solo
viajaba bien alimentada) en valiosas mercancías que la hicieron rica, y se casó
con un soltero distinguido; era joven, sobrino de tu lejano pariente, el
gobernador de Manila, y estaba cubierto de honores: Caballero de Santiago y
General de Galeones de Filipinas. El mancebo (así lo califica Quirós) se
llamaba Fernando de Castro, por lo que sería gallego y también posible pariente
de ella. Y da la impresión de que fue un nuevo marido a sus órdenes, porque se
desvivió defendiendo los derechos de Isabel sobre la zona de las islas
descubiertas. Pero esta vez, el devoto, silencioso observador, extraordinario
navegante y perfecto cumplidor que fue Pedro Fernández de Quirós les ganó la
partida. Fue con el matrimonio desde Manila a Acapulco sin grandes problemas.
Allí se separaron e hicieron su campaña particular en la corte española ante el
rey disputándose un nuevo permiso de exploración; pesaron más las razones de
Pedro, como veremos mañana. La vida no para. Agur, secre.
- Qué viajes: tardaron 4 meses en llegar desde Manila a la costa de México,
con una sola escala y, el resto, cielo y agua. Bye, my reverend.
Venga: va de historia. Observen vuesas mersedes
el mapa. Ahí está la isla de Guam y el archipiélago de las Marianas. Cuando
Isabel Barreto, su nuevo marido, Fernando de Castro, y el puritano Pedro Fernández
de Quirós (qué gran piloto) volvieron desde Filipinas al puerto de Acapulco,
siguieron la ruta del galeón de Manila, haciendo escala en Guam. Esta isla la
descubrió Magallanes en 1521. Los nativos en encontró eran aficionados a
mercadear, y no quedaron contentos con las baratijas que les dieron los
españoles a cambio de suministros. Así que robaron todo lo que pudieron en los
barcos. Magallanes se lo tomó a mal, les dio un escarmiento, puso al
archipiélago el nombre de Islas de los Ladrones y zarpó rápidamente. Fue
Legazpi el que tomó posesión oficial de ellas en 1565. Más tarde llegarían
misioneros jesuitas, acabando muchos martirizados. En 1667, ya asentada la
colonización, se les puso el nombre de Islas Marianas, para agasajar a Mariana
de Austria, esposa de Felipe IV. Con el desastre de 1898 (pérdida de Cuba y
Puerto Rico), los gringos se quedaron con Guam; el resto del archipiélago es
independiente. ¡Ah!, se me olvidaba: la fosa
marítima más profunda está precisamente en las Marianas, y mide once mil
metros.
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