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¡Mujeres increíbles! MARIA DE ANGULO y su hija ELVIRA DE MENDOZA, peregrinando
con su familia desterrada hasta Lima, y volviendo a Santa Cruz con un golpe de
fortuna que se desbarata nuevamente. MARÍA muere, y ELVIRA es protagonista de
un maravilloso y eficaz ACTO DE VALOR.
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– Lo de Troya, lucero mío, fantaseados dioses aparte, fue un juego de niños al
lado de le epopeya de Indias. Y los cronistas, en general, lo cuentan como si
tal cosa. Te quiero ver como un pequeño Homero.
- Sin duda, my dear, a veces su frialdad
decepciona, salvo en situaciones especialmente dramáticas, o cuando el que
escribe es el entrañable Bernal Díaz del Castillo. Pero nosotros también le
estamos poniendo entusiasmo. ¿Cómo no emocionarse con lo que vamos contando de
María de Angulo? Cuando llegó la noticia de que Nufrio había muerto mientras
conducía a Asunción a los colonos que no pudieron aguantar más calamidades, su
cuñado (hijo de María), Diego de Mendoza, que había quedado al mando en Santa
Cruz, lo vio claro: aquí solitos, olvidados de Lima, me hago el amo. Y jugó
fuerte: se nombró gobernador de la zona (insensata osadía). Solo estando ciego
de ambición pudo olvidar que esos órdagos siempre salían mal, salvo si le
regalabas luego al rey un imperio, como Cortés. Ocurrió, pues, lo que era de
esperar: fue apresado y murió ahorcado, remedando el trágico final de su padre,
Francisco de Mendoza. Toda su familia quedó apestada, condenada al destierro y
con sus bienes confiscados. Espantoso.
- Rompe el corazón, jovencito. Vaya
balance: María de Angulo, ya viuda, pierde a su hijo; su hija Elvira queda
desamparada tras la muerte de su hermano y de su marido, el gran Nufrio; los otros
hijos varones de María van a España para defenderse ante la Corte. La sufrida
matriarca, agrupa al resto de la familia, hijas y nietos, y parten al
destierro. ¿A algún pueblo cercano? No: ¡a Lima! Sin duda la razón de tan
disparatado viaje fue disponer allá de más oportunidades por ser la capital del
virreinato. Recorrieron más de 2.000 km de atormentada marcha con la idea fija
de conseguir su rehabilitación, llegaron a su destino y maniobraron hábilmente.
La mejor jugada fue casar a una de sus hijas, también llamada María, con Hernando
de Salazar, un capitán que acababa de ser nombrado alguacil mayor de…, sí,
precisamente, de Santa Cruz de la Sierra.
Mano de santo: todas las peticiones de la familia fueron atendidas de inmediato, y quedó borrado de un
plumazo el triste expediente. ¿Aleluya? Pues, no. Limpios de toda mancha, y con el importante cargo del
esposo-yerno-cuñado Hernando de Salazar, tuvieron ilusión suficiente como para recorrer
de nuevo más de 2.000 y poder instalarse con recuperado orgullo en Santa Cruz.
Pero, entre otras delicias del viaje, estaba la amenaza permanente de los
indios: un furibundo ataque acabó con María de Angulo (65 años), otra de las
muchas heroínas anónimas de Indias. Va por ellas.
- Partir de Sanlúcar para Las Indias era garantía
de tormento, y, a veces, muy pocas, de gloria. Bye, my dear priest.
-Vergüenza me da, reverendo, que aparezcan
en ese mapa las líneas aéreas; es como ofender a María de Angulo y a su
familia.
- Y que lo digas, joven: para mozas, las
de mi época. Desde que María salió de Buenos Aires, ella y los suyos no pararon
de viajar entre dolores y peligros. Qué pesadilla: de Buenos Aires a Asunción,
donde se casa y van viniendo hijos; de allí, ya viuda, a Santa Cruz, donde
ejecutan a su hijo Diego y destierran a la familia entera, que parte para Lima
(me estoy mareando); recobrado el honor, se pone de camino con los suyos
nuevamente hacia Santa Cruz, y los indios la matan. ¿Queda algún otro detalle
reseñable? Pues, sí señor: algo grandioso que protagonizó su hija Elvira, la
viuda de Nufrio de Chaves. En el ataque que acabó con María, los indios
raptaron a su otra hija, también María, y a dos niños suyos. Salió a rescatarlos
dispuesto a todo su marido y padre, el capitán y alguacil mayor Hernando de
Salazar, pero los gritos de su cuñada, Elvira, lo detuvieron. En aquella
situación terrible, muerta su madre, fue directa adonde los indios chiriguanos,
jugándoselo todo a cara o cruz, y les soltó unas parrafadas en guaraní en las
que les dijo que, aunque tenían razón en defender sus tierras, su
comportamiento carecía de nobleza, y que los españoles serían crueles en su
venganza. Problema solucionado: los indios devolvieron a los presos y
desaparecieron silenciosamente. Inolvidables mujeres María de Angulo y su hija
Elvira de Mendoza: resulta asombrosa su capacidad de sufrir y de hacer frente a
la vida con un coraje excepcional.
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