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CONTINÚA LA TERRIBLE TRAVESÍA HASTA MANILA, adonde llegan gracias al experto
QUIRÓS, muy crítico con la DESPÓTICA ISABEL BARRETO.
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- Bonne nuit, mon petit mignon; estás en
lo cierto: debí convertirme en el gran reportero de Indias. Nunca me lo
perdonaré.
- Fue una pena, impagable Sancho. Solo de
pensar en los personajes históricos que trataste, del rey ‘pabajo’, me entran
mareos. Pero tu misma biografía fue absolutamente excepcional. ¡Ah!, y cada vez
eres más conocido. Estamos perforando la roca.
- Gracias, pequeñuelo: te adoro. Pero continuemos
el viaje con la valiente e insoportable Isabel Barreto. La gente iba al borde
del motín, por ella y por la soberbia de sus hermanos. Además, Quirós,
sensatamente, se opuso a sus intenciones de un aumento de la ración de agua al
no creerle que aún faltaba mucho para llegar a Manila. El viejo lobo de mar
describe la penosa situación de la nave con una exhibición de vocabulario marinero:
“todo estaba deteriorado, el árbol mayor, el dragante, el bauprés, la cebadera,
el estay mayor, el calabrote, los brandales, las vergas, las trizas, las
ostagas, el combés, los masteleros, la gavia, la mesana, la bolina…”. Llegaron
a la bahía de Cobos. Visto el pésimo estado general de la gente, Quirós propuso
dejar allí a enfermos, mujeres y niños, atendidos por indios amigos, y aligerar
la nave para llegar cuanto antes a Manila. Isabel, ni caso, y Quirós anotó: “No
hice en esta expedición cosa buena, sino sufrir a una mujer gobernadora (lo era
de las tierras descubiertas) y a sus dos hermanos”. Pero la cosa fue peor
todavía: la ‘jefa’ prohibió desembarcar en la bahía, bajo pena de muerte. Un
padre ‘desnaturalizado’ se fue en una barca con la idea de conseguir leche para
su famélico bebé, y a la vuelta, la ‘muy hija de su madre’ (perdóname, secre)
ordenó ahorcarlo. Fue el colmo: nadie quiso cumplir la orden, le faltaron sin
tapujos al respeto, y tuvo que ceder, apagándose así la mecha de aquella estúpida
bomba. Allí se enteraron (por fin, una buena noticia) de que era falso el rumor
de que el pirata Cavendish se había apoderado de Manila, de manera que seguía
como gobernador Luis Pérez de las
Mariñas. Preséntalo, escribano.
- Molto felice, caro. Ya hablamos antaño
de su familia, pero procede decir hogaño que era pariente lejano tuyo. Primo de
Diego de las Mariñas y Ortiz de Matienzo, prestigioso Capitán General de
Galicia, cuya madre era Juana Ortiz de Matienzo, corajuda matrona que tuvo como
padre (¡ay, Dios mío!) a tu sobrino Juan Ortiz de Matienzo, del que no sé qué cosa buena decir, salvo que
disfrutó de enorme poder (aunque para desgracia general) como juez en las primeras audiencias de Indias, las de
Santo Domingo y México (que el Señor le perdone). Ciao.
- Pero, como bien dices, puntilloso
escribano, era de mi misma sangre, y no
puedo renegar de él. Bye, my dear.
Escucha, socio: vamos a provechar este
espacio para avanzar en la narración, y lo voy a hacer como un rayo porque veo
a algunos que están a punto de roncar. Atentos al mapa. La bahía de Cobos está
a la derecha de Manila, en la islita que pone Virac. Después de que Isabelita
tuvo que renunciar allí a ahorcar al que salió del barco en busca de leche para
su hijo, zarparon bien guiados por Quirós.
Tomaron rumbo al sur, pasaron (pónganse sus mersedes de pie y con las gorras en
la mano) por Legazpi (apellido del gran vasco que fundó Manila), enfilaron
hacia el oeste al llegar a ese estrechuco, y subieron en dirección a Manila. En
Batangas, Isabel mandó a su hermanos a caballo a la capital (Quirós dice que
para dar ellos los primeros la versión de viaje), y el barco siguió hasta
Mariveles (el nombre no aparece en el mapa, pero es un puerto que está en la
punta de la bahía de Manila), y allí ocurrió algo tragicómico. Sube el alcalde,
ve la tremenda miseria de la gente y, al mismo tiempo, dos puercas correteando
a su aire. Les preguntó por qué no se las habían comido. Le respondieron (frase
para la Historia):”Son de la gobernadora”. Sin mediar palabra, mandó asarlas y
distribuir la carne entre la gente (patética anécdota que tiñe a Isabel de un
tono aún más desagradable). Y, de seguido, llegaron a Manila.
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