sábado, 16 de abril de 2016

(238) TOCA HABLAR DE GRANDES MUJERES DE INDIAS. Empezamos con ISABEL DE GUEVARA, quien nos muestra el valor de otras compañeras, y el HORROR vivido en la PRIMERA FUNDACIÓN DE BUENOS AIRES.

(238) – Que te veo venir, zorreras.  No dejes de lado a las mujeres de las Indias.
     - No protestes, reverendo, porque sé que te gusta el cambio de plan. Hubo bastantes que se distinguieron por su valor luchando codo a codo con los soldados españoles, pero solo nos detendremos en las más notables. Sacaremos también a otras damas sin historia militar, pero no las de México, que aparecerán al hilo de la GRAN CRONICA del incomparable y campechano Bernal Díaz del Castillo, su “HISTORIA VERDADERA DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA ESPAÑA”. Haremos el voto que nos faltaba: la constancia.
     - Alguno dirá que es el de la pesadez, pero estoy de acuerdo contigo, chavalín. Si alguien se merece un sitio de honor en nuestro parloteo es el inmenso Bernal; además, su extensa crónica es al mismo tiempo su propia biografía. Y te digo una cosa: deberíamos divulgar su libro en las plazas públicas, resumiendo esa epopeya (que, para desgracia propia, pocos estarán dispuestos a leer íntegra) como los cuentacuentos tradicionales de Marrakech. Advertidas ya vuesas mersedes de lo que les espera más adelante, hablemos ahora de ISABEL DE GUEVARA.
     - Esa valiente mujer, ilustre menés, nos lleva de nuevo al Río de la Plata. Nació en Toledo, y  murió en Asunción en 1559, con unos 45 años. Da la impresión de que, tanto en su caso, como en el de otras extraordinarias heroínas que aparecen arengando a una tropa abatida, hay algo que quizá sea exagerado (no me imagino al gobernador Pedro de Mendoza y a sus oficiales dejando a Isabel suplantarles  totalmente en esa función), pero, sin duda, con una base cierta (no olvidemos a Agustina de Aragón ni a Juana de Arco). Conocemos el protagonismo de Isabel por una carta que envió hacia 1557 a la regente Juana de Austria (hermana de Felipe II) solicitándole alguna merced. Narra la tragedia y ruina de la primera fundación de Buenos Aires en 1536. Parece ser que, tras tres meses asediados por los indios, murieron luchando y de  hambre 1.000 españoles (como el capitán Cepeda, hermano de Sta. Teresa de Jesús), y que, especialmente los varones, estaban sumamente fatigados. Así que Isabel escribe: “por eso, todos los trabajos cargan de las pobres mujeres, levantando a los soldados, sargenteando y poniéndoles orden, y, si no fuera por ellas, todos fueran acabados; y por la honra de los hombres, no escribo muchas más cosas”. No tuvo más remedio el gobernador que dar orden de partir por el río hacia el fuerte de Sancti Spiritu, con unos 400 supervivientes. Ciao.
     - Tendremos otra tertulia con Isabelita. Trátamela bien. Bye, my dear.


     Qué inocencia la nuestra, secre. Ya pusimos esa foto, y ciertamente se trata de la primera fundación de Buenos Aires, pero no nos dimos cuenta de que el grabado narra con crudeza la espantosa situación dentro del poblado al sufrir un largo asedio de los indios. Recordemos que Isabel de Guevara decía que callaba cosas que hicieron los españoles en su desesperación. Crónicas complementarias lo explicaron, y llenan de contenido el grabado: se llegó a comer estiércol, heces y carne de cadáveres humanos. Démosle movimiento secuencial al dibujo (porque se hizo con esa intención): tres soldados llevan un caballo al interior del poblado, lo matan y descuartizan para asarlo en el fuego; les condenan a muerte por su acción, y los ahorcan (recordemos, para injusto contraste, que hemos visto días atrás que, a la  altanera Isabel Barreto, no le pasó nada por acaparar las gorrinas mientras morían de hambre sus acompañantes); y termina la acción representada mostrando que otros soldados se dedican a cortar tajadas de carne de los cadáveres colgados. Estas noticias siempre han sido silenciadas por resultar escandalosas, aunque son hechos lógicos y, sin duda, muy frecuentes en situaciones extremas. Se procesó a quienes habían comido carne humana, pero, para zanjar el asunto, Calos V indultó sensatamente a los ‘deshumanizados’ y famélicos autores. Fue un flamenco, Levinus Hulsius, quien imaginó y repesentó la escena 31 años después.


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