(248)
OTRA GRAN MUJER DE ARMAS TOMAR, pero magnífica compañera del gran
‘conquistador’ de Chile PEDRO DE VALDIVIA: la todoterreno INÉS SUÁREZ. Vivieron
‘amancebados’, pero tuvieron que renunciar
a su amorosa convivencia por exigencias políticas y religiosas de la
época.
(248)
– Deprisa y resumiendo, joven, que, si breve, dos veces bueno. Nos toca hablar de una de las mujeres más
grandes (y me cae bien): Inés Suárez.
- Y eso, reverendo, que estaba amancebada
con Pedro de Valdivia (cómo has cambiado), pero te entiendo: contribuyó como
nadie a sacar de la nada Chile enterito. Quintaesencia de gran mujer detrás de
un gran hombre, tuvo la máxima influencia que los tiempos le permitían. Tras el
horror y el fracaso que vivió Almagro en la zona chilena, solo un trastornado
como Valdivia, cuyo único sueño era la gloria, podía cocear de nuevo en ese
aguijón. Inés Suárez, tan insensata como él, había partido de España para
buscar a su verdadero marido, soldado en Perú. Llegó y se enteró de que era uno
de los muertos en la batalla de Salinas, donde los Pizarro, en cuyo ejército
luchaba, derrotaron y ejecutaron a Almagro. Los vencedores compensaron a la
viuda con una encomienda de indios en Cuzco, y allá conoció a otro beneficiado
por batallar en el mismo bando ganador: Valdivia. Hubo flechazo inmediato, e Inés se entusiasmó
con el temerario proyecto de su enamorado. Francisco Pizarro les permitió
llevar a cabo la expedición. Llegado el
momento de ponerse en marcha, evitan los gélidos Andes y la ruina
económica de ir por mar, y héteme aquí que repiten la insensatez de Almagro:
atravesar los 670 km del desierto más
asesino del globo, el de Atacama. Por el camino (2 meses) ven cadáveres
congelados de la expedición anterior. Pero superan la terrible prueba. Valdivia,
siempre apuntalado, si hace falta, por su tesoro de compañera, construye
poblaciones a diestro y siniestro, con las amenazas y los ataques constantes de
los nativos más belicosos y crueles de Indias, los mapuches (llamados araucos
por los incas, que jamás los doblegaron). Añadamos la ‘gozada’ de las
constantes conjuras de su socio en la empresa, Pedro Sancho de la Hoz, a varios
de cuyos cómplices tuvo que ejecutar. Estando ausente Valdivia, quien liquidó a
Sancho fue su sustituto, Francisco de Villagrá (otro ‘grande’ que hemos de
dejar de lado). Cuenta tú, reve, la imprudente maniobra de Valdivia.
- Salió ciego de rabia de Santiago, con la
idea fija de castigar los desmanes de los nativos, que no esperaban otra cosa y
cercaron la ciudad mientras Valdivia iba saboreando la escabechina de mapuches
que pensaba hacer allá a lo lejos. En el
fuerte había 4 capitanes capaces de matar a su madre si era necesario, y, presos
en los calabozos, 7 caciques que fueron al poblado para espiar fingiéndose
negociadores. Pero, cuando Santiago iba a ser aniquilada, fue Inés la que se
atrevió a tomar una medida brutal y muy
arriesgada: decapitar a los 7 cautivos, mostrar desafiante sus cabezas a los
enemigos y lanzárselas desde el fuerte. Resultó un éxito fulminante. Los
bravísimos indios, totalmente desmoralizados por semejante teatralidad, se
retiraron de inmediato. Ciao, caro.
- Remata la faena, maestro, en el apartado
‘paredaño’. Sayonara.
La
cosa funcionaba así, hijos míos. Tomemos a los 4 grandes de Indias. Cortés se
“alza” del gobernador de Cuba, Velázquez; Pizarro, del de Panamá, Pedrarias;
Quesada, más diplomáticamente, del de Santa Marta, el gobernador Lugo; y
Valdivia, de Pizarro. Todos quedan exculpados y con la cabeza en su sitio
mediante sus ‘regalitos’ al rey: México, Perú, Colombia y Chile. Pero solo
Valdivia tuvo a su lado una colaboradora de enorme valía, a pesar de su
analfabetismo. Inés Suárez nació en la cacereña Plasencia, y ningún sitio mejor
que su catedral (la de la foto) para tomar la heroica decisión de ir a Indias.
A Valdivia se le perdonó todo, como al otro trío, pero no el amancebamiento
(las presiones de la Iglesia no eran
ninguna broma). Le exigieron que regularizara la situación trayendo de España a
su abandonada mujer, Marina Ortiz de Gaete. Por su parte, Inés fue obligada a
casarse para poder seguir en Chile, y lo hizo con un regidor (concejal) de
Santiago llamado Rodrigo de Quiroga. Cuando llegó Marina Ortiz, año 1554, los
mapuches ya habían matado a Valdivia. La buena dama vivió hasta el año
1592. Inés Suárez, que murió 12 años
antes, había pasado el resto de su existencia muy bien situada, haciendo obras
de caridad y fundando con su marido el convento de la Merced, donde reposan los
restos de ambos. No hay la menor duda de que fue una de las mujeres más
extraordinarias de aquella epopeya de Indias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario