miércoles, 27 de abril de 2016

(248) OTRA GRAN MUJER DE ARMAS TOMAR, pero magnífica compañera del gran ‘conquistador’ de Chile PEDRO DE VALDIVIA: la todoterreno INÉS SUÁREZ. Vivieron ‘amancebados’, pero tuvieron que renunciar  a su amorosa convivencia por exigencias políticas y religiosas de la época.

(248) – Deprisa y resumiendo, joven, que, si breve, dos veces bueno.  Nos toca hablar de una de las mujeres más grandes (y me cae bien): Inés Suárez.
     - Y eso, reverendo, que estaba amancebada con Pedro de Valdivia (cómo has cambiado), pero te entiendo: contribuyó como nadie a sacar de la nada Chile enterito. Quintaesencia de gran mujer detrás de un gran hombre, tuvo la máxima influencia que los tiempos le permitían. Tras el horror y el fracaso que vivió Almagro en la zona chilena, solo un trastornado como Valdivia, cuyo único sueño era la gloria, podía cocear de nuevo en ese aguijón. Inés Suárez, tan insensata como él, había partido de España para buscar a su verdadero marido, soldado en Perú. Llegó y se enteró de que era uno de los muertos en la batalla de Salinas, donde los Pizarro, en cuyo ejército luchaba, derrotaron y ejecutaron a Almagro. Los vencedores compensaron a la viuda con una encomienda de indios en Cuzco, y allá conoció a otro beneficiado por batallar en el mismo bando ganador: Valdivia.  Hubo flechazo inmediato, e Inés se entusiasmó con el temerario proyecto de su enamorado. Francisco Pizarro les permitió llevar a cabo la expedición. Llegado el  momento de ponerse en marcha, evitan los gélidos Andes y la ruina económica de ir por mar, y héteme aquí que repiten la insensatez de Almagro: atravesar los  670 km del desierto más asesino del globo, el de Atacama. Por el camino (2 meses) ven cadáveres congelados de la expedición anterior. Pero superan la terrible prueba. Valdivia, siempre apuntalado, si hace falta, por su tesoro de compañera, construye poblaciones a diestro y siniestro, con las amenazas y los ataques constantes de los nativos más belicosos y crueles de Indias, los mapuches (llamados araucos por los incas, que jamás los doblegaron). Añadamos la ‘gozada’ de las constantes conjuras de su socio en la empresa, Pedro Sancho de la Hoz, a varios de cuyos cómplices tuvo que ejecutar. Estando ausente Valdivia, quien liquidó a Sancho fue su sustituto, Francisco de Villagrá (otro ‘grande’ que hemos de dejar de lado). Cuenta tú, reve, la imprudente maniobra de Valdivia.
     - Salió ciego de rabia de Santiago, con la idea fija de castigar los desmanes de los nativos, que no esperaban otra cosa y cercaron la ciudad mientras Valdivia iba saboreando la escabechina de mapuches que  pensaba hacer allá a lo lejos. En el fuerte había 4 capitanes capaces de matar a su madre si era necesario, y, presos en los calabozos, 7 caciques que fueron al poblado para espiar fingiéndose negociadores. Pero, cuando Santiago iba a ser aniquilada, fue Inés la que se atrevió a tomar una medida  brutal y muy arriesgada: decapitar a los 7 cautivos, mostrar desafiante sus cabezas a los enemigos y lanzárselas desde el fuerte. Resultó un éxito fulminante. Los bravísimos indios, totalmente desmoralizados por semejante teatralidad, se retiraron de inmediato. Ciao, caro.
     - Remata la faena, maestro, en el apartado ‘paredaño’. Sayonara.


     La cosa funcionaba así, hijos míos. Tomemos a los 4 grandes de Indias. Cortés se “alza” del gobernador de Cuba, Velázquez; Pizarro, del de Panamá, Pedrarias; Quesada, más diplomáticamente, del de Santa Marta, el gobernador Lugo; y Valdivia, de Pizarro. Todos quedan exculpados y con la cabeza en su sitio mediante sus ‘regalitos’ al rey: México, Perú, Colombia y Chile. Pero solo Valdivia tuvo a su lado una colaboradora de enorme valía, a pesar de su analfabetismo. Inés Suárez nació en la cacereña Plasencia, y ningún sitio mejor que su catedral (la de la foto) para tomar la heroica decisión de ir a Indias. A Valdivia se le perdonó todo, como al otro trío, pero no el amancebamiento (las presiones  de la Iglesia no eran ninguna broma). Le exigieron que regularizara la situación trayendo de España a su abandonada mujer, Marina Ortiz de Gaete. Por su parte, Inés fue obligada a casarse para poder seguir en Chile, y lo hizo con un regidor (concejal) de Santiago llamado Rodrigo de Quiroga. Cuando llegó Marina Ortiz, año 1554, los mapuches ya habían matado a Valdivia. La buena dama vivió hasta el año 1592.  Inés Suárez, que murió 12 años antes, había pasado el resto de su existencia muy bien situada, haciendo obras de caridad y fundando con su marido el convento de la Merced, donde reposan los restos de ambos. No hay la menor duda de que fue una de las mujeres más extraordinarias de aquella epopeya de Indias. 


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