miércoles, 20 de abril de 2016

(241) NUFRIO DE CHAVES vuelve con soldados y colonos a SANTA CRUZ DE LA SIERRA, y la encuentra arrasada por los indios. Deciden reconstruirla. Algunos, ya desesperados, quieren volver a ASUNCIÓN. Los guía NUFRIO y muere batallando. Le sustituye el gran JUAN DE GARAY, definitivo fundador de  BUENOS AIRES.

(241) – Viento en popa a toda vela, grandullón, por el mar de Indias.
     - Aquello fue un inmenso volcán, patrón, un monstruoso pero bello Cotopaxi, del que brotó lo mejor y lo peor del ser humano. Pero es bonito tertuliar sobre mujeres representativas del sufrimiento y los valores de las muchas que llegaron a aquellas tierras. María  de Angulo inició el  durísimo viaje, de más de 1.000 km, hacia Santa Cruz de la Sierra, bien arropada por soldados enamorados de la muerte; aunque nadie le daría más seguridad que su temible yerno, que iba al mando, Nufrio (hasta el nombre da miedo) de Chaves, hombre brutal con los enemigos, pero de un valor sin límites, y tierno para su esposa Elvira y sus cinco hijos, que también seguían estoicamente el camino hacia la ciudad fundada por él recientemente. Había en la expedición otro prestigioso capitán.
     - Y de talla histórica, ratoncillo de archivos: ¡Juan de Garay! Mientras no se demuestre lo contrario, defenderemos que era natural de Villalba de Losa (es de bien nacidos barrer para casa). Fíjate lo que son las cosas: los de esa tropa (Nufrio y Garay, no) procedían de la destruida primera fundación de Buenos Aires, pero sería este losino quien, pasado el tiempo, la volvería a levantar y a darle el impulso que la convertiría en la impresionante urbe que es hoy. En la trayectoria de aquel calvario que les llevaba a Santa Cruz (siempre empujados por el sueño de la tierra de promisión), muchos murieron víctimas de las flechas envenenadas de los indios. Pero alcanzaron su meta, y lo que vieron fue desolador: la población que había fundado Nufrio tres años antes había sido arrasada, y no quedaba ni  rastro de los soldados y colonos que allí dejó. Las lamentaciones en Indias eran casi un delito; así que había que actuar: reconstruir la población o desandar el larguísimo camino. Decidieron quedarse. Cuatro años después, algunos habían agotado su cupo de esperanza, y Nufrio aceptó conducirlos de vuelta hasta Asunción (mamma mía). Otros, entre ellos toda su familia, María de Angulo incluida, permanecieron allá, administraron la precariedad y esperaron el retorno del patriarca. Pero nunca más volvió: lo mataron los indios, y fue Juan de Garay el que consiguió llegar hasta Asunción al mando de los desventurados soldados. Nufrio había dejado de jefe en Santa Cruz a su cuñado, Diego de Mendoza, hijo de María de Angulo, lo que daría un giro tormentoso (otro más) en la vida de la pobre y admirable  mujer. Mañana, más (y sé bueno, carrozón).
     - Qué felicidad estar jubilado, galáctico Sancho. A domani, caro.


     Implacable Nufrio de Chaves: dispuesto a morir, dispuesto a matar. Pero aquellos demoledores conquistadores volvían a construir sobre lo arrasado, tanto ciudades como culturas. En el lugar más perdido de Sudamérica, fundó Nufrio en 1561 Santa Cruz de la Sierra, nombre que llevaba en su corazón (sí, lo tenía), porque es el del puebluco cacereño en el que nació, cerca de Trujillo (siempre Trujillo). Allí estaba también Juan de Garay, nuestro vecino del Valle de Losa.  Años después, hubo que desplazar algo la población para evitar dificultades, pero fue como trasplantar una maceta, porque la semilla ya había prendido. Hoy Santa Cruz es la ciudad más poblada de Bolivia (pasa de 1.600.000 habitantes), y sus vecinos han sabido olvidar lo malo, recordar lo bueno y dedicarle una expresiva estatua a “Ñuflo” (por si su nombre no fuera ya bastante raro). Lo representa bien: cara de pocos amigos (nuestras bromitas, secre, no le harían mucha gracia), la temible espada destructora en una mano, y, en la otra, un documento constructor, el que certifica la sólida fundación de la ciudad. Y supo acabar sus días siendo fiel al lema de que “una bella muerte honra toda una vida”. Chapeau.

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