(241)
NUFRIO DE CHAVES vuelve con soldados y colonos a SANTA CRUZ DE LA SIERRA, y la
encuentra arrasada por los indios. Deciden rec onstruirla. Algunos, ya
desesperados, quieren volver a ASUNCIÓN. Los guía NUFRIO y muere batallando. Le
sustituye el gran JUAN DE GARAY, definitivo fundador de BUENOS AIRES.
(241)
– Viento en popa a toda vela, grandullón, por el mar de Indias.
- Aquello fue un inmenso volcán, patrón,
un monstruoso pero bello Cotopaxi, del que brotó lo mejor y lo peor del ser
humano. Pero es bonito tertuliar sobre mujeres representativas del sufrimiento
y los valores de las muchas que llegaron a aquellas tierras. María de Angulo inició el durísimo viaje, de más de 1.000 km, hacia
Santa Cruz de la Sierra, bien arropada por soldados enamorados de la muerte;
aunque nadie le daría más seguridad que su temible yerno, que iba al mando, Nufrio
(hasta el nombre da miedo) de Chaves, hombre brutal con los enemigos, pero de
un valor sin límites, y tierno para su esposa Elvira y sus cinco hijos, que
también seguían estoicamente el camino hacia la ciudad fundada por él
recientemente. Había en la expedición otro prestigioso capitán.
- Y de talla histórica, ratoncillo de
archivos: ¡Juan de Garay! Mientras no se demuestre lo contrario, defenderemos
que era natural de Villalba de Losa (es de bien nacidos barrer para casa).
Fíjate lo que son las cosas: los de esa tropa (Nufrio y Garay, no) procedían de
la destruida primera fundación de Buenos Aires, pero sería este losino quien,
pasado el tiempo, la volvería a levantar y a darle el impulso que la
convertiría en la impresionante urbe que es hoy. En la trayectoria de aquel
calvario que les llevaba a Santa Cruz (siempre empujados por el sueño de la
tierra de promisión), muchos murieron víctimas de las flechas envenenadas de
los indios. Pero alcanzaron su meta, y lo que vieron fue desolador: la
población que había fundado Nufrio tres años antes había sido arrasada, y no
quedaba ni rastro de los soldados y colonos
que allí dejó. Las lamentaciones en Indias eran casi un delito; así que había
que actuar: reconstruir la población o desandar el larguísimo camino.
Decidieron quedarse. Cuatro años después, algunos habían agotado su cupo de
esperanza, y Nufrio aceptó conducirlos de vuelta hasta Asunción (mamma mía).
Otros, entre ellos toda su familia, María de Angulo incluida, permanecieron
allá, administraron la precariedad y esperaron el retorno del patriarca. Pero
nunca más volvió: lo mataron los indios, y fue Juan de Garay el que consiguió
llegar hasta Asunción al mando de los desventurados soldados. Nufrio había
dejado de jefe en Santa Cruz a su cuñado, Diego de Mendoza, hijo de María de
Angulo, lo que daría un giro tormentoso (otro más) en la vida de la pobre y
admirable mujer. Mañana, más (y sé bueno,
carrozón).
- Qué felicidad estar jubilado, galáctico
Sancho. A domani, caro.
Implacable Nufrio de Chaves: dispuesto a
morir, dispuesto a matar. Pero aquellos demoledores conquistadores volvían a
construir sobre lo arrasado, tanto ciudades como culturas. En el lugar más
perdido de Sudamérica, fundó Nufrio en 1561 Santa Cruz de la Sierra, nombre que
llevaba en su corazón (sí, lo tenía), porque es el del puebluco cacereño en el
que nació, cerca de Trujillo (siempre Trujillo). Allí estaba también Juan de
Garay, nuestro vecino del Valle de Losa.
Años después, hubo que desplazar algo la población para evitar
dificultades, pero fue como trasplantar una maceta, porque la semilla ya había
prendido. Hoy Santa Cruz es la ciudad más poblada de Bolivia (pasa de 1.600.000
habitantes), y sus vecinos han sabido olvidar lo malo, recordar lo bueno y
dedicarle una expresiva estatua a “Ñuflo” (por si su nombre no fuera ya bastante
raro). Lo representa bien: cara de pocos amigos (nuestras bromitas, secre, no
le harían mucha gracia), la temible espada destructora en una mano, y, en la
otra, un documento constructor, el que certifica la sólida fundación de la
ciudad. Y supo acabar sus días siendo fiel al lema de que “una bella muerte
honra toda una vida”. Chapeau.
No hay comentarios:
Publicar un comentario