lunes, 18 de abril de 2016

(239) LOS ESPAÑOLES ABANDONAN BUENOS AIRES, huyendo hacia la recién fundada ASUNCIÓN. En su carta, ISABEL DE GUEVARA subraya la importancia de la colaboración de LAS MUJERES en el durísimo viaje.


(239) – Ya lo hemos visto, caro amico: el duro y largo cerco de los indios a la recién  nacida Buenos Aires convirtió el lugar en un infierno.
     - Así fue, Sancho. Terminó en una derrota de los españoles, y salieron despavoridos río arriba en las destartaladas naves que les quedaban. A pesar de la imagen que da la carta de Isabel, había en el recinto veteranos oficiales, empezando por el gobernador Pedro de Mendoza, que  nunca se desmoralizaban, y  muy dotados para liderar con energía a la gente. Allí estaban algunos que han pisado fuerte en la historia de Indias, como los burgaleses Juan de Ayolas (Birivesca) y Juan de Salazar (Espinosa de los Monteros), más  el vasco  Domingo Martínez de Irala (Vergara), todos ellos muy duros de pelar. En un momento determinado, Mendoza había ordenado a los dos primeros que avanzaran por su cuenta en tareas de descubrimiento; tardaban demasiado en volver, y además él sentía que la sífilis lo estaba consumiendo. Así que decidió retornar a España, y mandó al otro fuera de serie, Juan de Salazar, que alcanzara a los dos capitanes para comunicarles su voluntad de que Ayolas le sucediera en el cargo de gobernador, sin saber que su elegido y un grupo que iba con él habían sido liquidados por los indios. Ya partido para España Mendoza, Juan de Salazar y de Espinosa, en esas correrías por territorio paraguayo, fundó su capital, Asunción. Demos la palabra a Isabel.
     - Gustosamente, mansebo. Los supervivientes escaparon a la desesperada de Buenos Aires: “Los pocos que quedaban vivos, flacos como estaban, determinaron subir el río, y las fatigadas mujeres los curaban y traían la leña a cuestas, animándolos con palabras varoniles, y en ellas estaba la vida dellos; y tomaban muy a pechos todos los servicios del navío, no haciéndolo por obligación, sino por caridad. Ansí llegaron a esta ciudad de la Asunción”. Termina la carta hablando de su propia situación, ya casada con otro personaje de destino trágico, Pedro de Esquivel, que se encontraba entonces enredado en batallas, y solicitándole a la regente alguna merced o algún cargo para su marido (“a quien tres veces le saqué el cuchillo de la garganta”), por los méritos de ambos. Ella era de una familia bien situada en Toledo; sus padres y un hermano suyo se habían incorporado también a la expedición de Mendoza, aportando una nao. Algo tendría de tarambana Esquivel porque, aunque al morir Isabel hacia 1559, lo nombró heredero, el veterano soldado reconoció que “siempre gastó de la hacienda de su esposa, a quien rogaba le perdonase”. Tarambana y temerario, porque en 1571 se enfrentó a un mal enemigo, el gobernador Felipe de Cáceres, que lo ejecutó, no pudiendo entonces la difunta Isabel, esa extraordinaria mujer, “sacarle el cuchillo de la garganta”. Sic transit…
     - …felicitas mundi, reverendo. Isabel nos ha salido entrañable y llena de coraje. Bye, bye.


     Contemplar y ver los toros desde la barrera lo puede hace cualquiera: todo parece sencillo. Fíjate en el mapa, socio. Desde Buenos Aires hasta Asunción, por la carretera actual, asfaltadita y evitando curvas, hay unos 1.400 km. Los huidos de Buenos Aires empezaron su peregrinación en junio de 1536 sin saber dónde acabarían, hasta  que encontraron el lugar apropiado y fundaron de la nada la ciudad de Asunción. Semilla que cuajó robusta y allí siguen sus frutos. Más tarde se presentó un nuevo gobernador que fue ninguneado y maltratado por el vasco Domingo Martínez de Irala, el incomparable Álvar Núñez Cabeza de Vaca, y llegó con él un capitán seductor que enamoró a Isabel y murió de mala manera: Pedro de Esquivel. Tuvo que ser un colorido gallito, porque el poeta que narró su ejecución lo describió así: “Pedro de Esquivel, un caballero de bella compostura y bella traza”.


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