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MENDAÑA SE EQUIVOCA, y luego miente. Un rumbo mal escogido convirtió el viaje en
una espantosa pesadilla.
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– Buenas noches, melancólico poeta. No es fácil mantenerse digno y generoso en
las situaciones extremas. En la aventura de Indias, se daban con frecuencia.
Mendaña, como Flores, falló.
- Benvenuto, dottore. Nada más empezar el
camino de vuelta hacia México, dejó atrás desamparada la nave de Sarmiento, y
no lo mencionó en su escrito al rey, pero Pedro sí, y, además, pensando lo
peor, porque creía que Flores estaba
deseándole la muerte para que no diera su propia versión de los errores del
viaje, porque (escribió) “si fuéramos juntos, es razón creer que nos
favoreciéramos los unos a los otros, como teníamos obligación”. Tu turno, my
dear.
- Grazie, poverello. En el pecado llevó la
penitencia: se vieron sorprendidos por un huracán, y Mendaña habla de errores
de cálculo incomprensibles; algunos de sus pilotos creían que les faltaban 70
leguas (400 km) para llegar, en lugar de los 3.500 km reales (Sarmiento jamás habría
sido tan torpe). La situación que le cuenta Mendaña al rey (de los que venían
detrás ni se acuerda) fue dramática; se daban por muertos: “Nadie pensó salir
de aquel peligro, y quebraba el corazón oír las lástimas y el llanto de la
gente. Hízolo muy bien un fraile, que después de cantar él un credo, animaba
mucho a todos a que muriesen como cristianos, y a que tuviesen verdadera
contrición y arrepentimiento de sus pecados. Los que estábamos fuera de
cubierta rogando a Dios y con el mazo dando (vean vuesas mersedes lo antiguo
del dicho), procurábamos echar a la mar el batel (para eliminar lastre), y
viendo que echarlo no aprovechó de nada, mandé cortar el mástil, contra la
voluntad de los pilotos, y diciéndoles que, para 400 km. que quedaban (ya, ya),
con el trinquete los andaríamos, así se hizo”. El barco ganó estabilidad, y comenzó
una odisea marítima como la del Holandés Errante, racionando los alimentos (pan
y agua) “sin darme a mí más que a cualquiera particular. Y así pasamos tres
meses, porque cuando los pilotos calcularon 70 leguas estábamos a más de 600”.
-
Se vieron perdidos, querido Sancho: “Eran muchas las enfermedades y la hambre
que pasaba la gente; hinchábaseles las encías y crecíales la carne sobre los
dientes, y echábamos a la mar cada día un hombre. Y el principal regalo que
hallaban era llamarme para que los viese morir. No solo entonces, sino ahora,
todas las veces que me acuerdo de cómo los veía morir, me llega al alma y me
enternezco”. Qué manera de sufrir. ¿Cómo lo ves, Sancho?
- Está claro que las indias fueron una
trituradora de soñadores. Bye, my dear son.
(Si algún malandrín se quexase por la
repetisión de la foto, le serán devueltos sus tristes maravedíes, e con
intereses de usura). Línea roja: primer viaje de Mendaña al Pacífico (el que
estamos examinando ahora). Volvió desde las islas Salomón por la ruta del
tornaviaje hallada por el gran Urdaneta, que es la que utilizaba el galeón de
Manila. Sarmiento, que iba descolgado detrás, se habría muerto de risa con los
errores de cálculo de los pilotos de Mendaña. Fíjense en algo asombroso: ningún
europeo descubrió las islas de Hawaii, tan próximas a esa ruta, hasta que
apareció por ahí James Cook en 1778. Y es más asombroso aún que estuvieran
pobladas por gentes de la lejanísima Polinesia. Línea azul: segundo viaje de
Mendaña (¡26 años después!); a falta de Sarmiento, le acompañaba otro personaje
muy crítico: el portugués Pedro Fernández de Quirós. Y, en las islas Santa
Cruz, vecinas de las Salomón, murió el “sin ventura” Mendaña. Y aquí mi “secre”,
dentro de unos días, explicará lo que ocurrió en ese segundo viaje, y cumplirá
lo que prometió: hablar de las mujeres de Indias. La primera será Isabel
Barreto, casada con Mendaña. Iba en la expedición y, al quedar viuda, asumió todo
el mando. Veremos si dejó alto el pabellón de las mujeres. ¿Qué creen vuesas
mersedes?
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