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ISABEL BARRETO, la mujer del sensato MENDAÑA, se muestra como una mujer
dominante, manipuladora y cruel. El mar se traga una de las naves.
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- Caro trovatore: la vida es sorprendente. Resulta que nuestro querido Sarmiento
(adiós, glorioso héroe)) conocía bien a la familia de Isabel, los Barreto,
porque eran de Pontevedra.
- Certo, dottore. Pero, a lo que íbamos:
durante el largo viaje por el Pacífico, Isabel se destapó como una obsesiva
intrigante, al alimón con sus hermanos. Para evitar problemas, montó una
pequeña red de información que adivinara a tiempo la deriva de los conflictos a
bordo, y hasta se metió a casamentera: apañó 15 bodas. Tras 35 días de
navegación, descubrieron un archipiélago, que Mendaña bautizó con el nombre de
Marquesas de Mendoza en honor al virrey Cañete (García Hurtado de Mendoza).
Llegaron unos ‘buenos salvajes’, subieron a bordo y todo fueron risas hasta que
a alguno de ellos le dio por ‘mangar’ lo que le gustaba; empezaron las malas
caras, un soldado hirió a un nativo, se volvieron todos a las canoas, empezaron
a lanzar piedras y flechas, algún soldado quedó magullado, y la reacción fue
fulminante: un cañonazo mató a varios polinesios. Mendaña lo lamentó, pero no
pudo impedir otros problemas.
- Era un hombre religioso, como Quirós,
ilustre secre; sin duda con sentimientos humanos, y quizá también poco amigo de
imponerse a la brava: mal asunto cuando la tropa es levantisca y no valora a un
jefe así. Entre los mandos subordinados había conflictos sobre las respectivas
competencias (‘yo no hago eso porque soy cabo’). Pero lo más lamentable era la
falta de tacto y el carácter implacable de doña Isabel. Hubo otro
enfrentamiento con los nativos, también resuelto desmedidamente a cañonazos, y
la ‘doña’, sin importarle que estuviera el maestre de campo presente, empezó a
darle el tostón a Mendaña hasta que le ‘convenció’ para que, en plan de
escarmiento, ahorcara a tres indígenas heridos. Dicho y hecho: quedaron
colgados en la playa delante de toda la expedición y a la vista de su propio
pueblo. Todo esto lo va contando, y bien contado, el piloto Quirós en su
crónica, mostrándose contrario a las maniobras de Isabel Barreto, y apoyando
sin reservas el criterio sensato de su marido, Mendaña.
- Además, caro Sancio, era un hombre de fe
con ribetes de poeta. Continuaron navegando, de noche les envolvió una
tormenta, y, como el galeón Santa Isabel tenía especiales dificultades, pasaron
a las mujeres que llevaba a la nao capitana. Con bella frase, dice Quirós:
“Pasó la noche, enviando Dios el día”. Pero fue para constatar una desgracia:
la Santa Isabel se había perdido, con parientes y amigos, entre ellos el
almirante Lope de Vega, marido de Mariana Barreto y cuñado de Isabel. A la
siguiente isla que encontraron, la llamaron Santa Cruz, donde permanecieron
algo más de dos meses, que fueron decisivos
para el resto del viaje porque en ella
Mendaña dejará de aguantar miserias, pasando a mejor vida de la manera que
contaremos mañana. Ciao.
- Así es, caro figliolo: “tó pa ná”. Mas
el río de la vida no para. Be ever happy.
Así me gusta, obsesivo investigador: has
desembrollado el lío. Nos lo explica en francés ese plano de los viajes de
Mendaña. Fijémonos en la línea obscura, la de la segunda expedición. Al navegar
inicialmente un poco más al norte que la primera vez, descubrieron el 21/6/1595
unas islas a las que llamaron Marquesas de Mendoza. En la de Tahuata una placa
conmemora el hecho. En 1791 los norteamericanos descubrieron, dentro del mismo
archipiélago, el resto de las islas. Mendaña siguió avanzando y vio un poco al
sur de las Salomón una isla a la que
puso el nombre de Santa Cruz, donde falleció. Ya bajo el mando de Isabel
Barreto, su viuda, pero dirigiendo la ruta el imprescindible Pedro Fernández de
Quirós, fueron hasta Manila, y desde allí, de vuelta a México. La tierra donde Mendaña
acabó su vida se llama ahora Nendó (con capital en Lata), pero, paradójicamente,
el nombre oficial del conjunto insular es Islas de Santa Cruz. Se ve con
detalle en la segunda foto.
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