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FERNANDO DE CASTRO, nuevo marido de ISABEL BARRETO, fue hombre de gran mérito
en FILIPINAS, adonde quiso volver con una expedición, e impedírselo al (injustamente)
desprestigiado QUIRÓS.
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– Vamos allá, cantarín ruiseñor, con los últimos retazos de Quirós. Resume un
par de documentos que tienes transcritos.
- Creo que merece la pena, caro Sancio.
Isabel Barreto desapareció de escena pero manejaba los hilos tras las
bambalinas. Quirós intentó volver a Polinesia, pero perdió la confianza del rey.
Fernando de Castro, el marido de Isabel, aunque pretendía lo mismo y contaba
con una licencia, tampoco consiguió poner en marcha la expedición. Ambos escribieron
al rey, Quirós solicitando permiso para repetir su aventura, y Castro para
impedirlo, pero ambos expusieron inútilmente sus razones: ninguno de los dos
zarpó hacia el Pacífico. Empecemos con la carta de Fernando (diciembre de
1608). Le recuerda al rey que Quirós partió en 1604 para descubrir por el
Pacífico. Trata enseguida de
desacreditarle: “Y habiendo dejado abandonada la nao almiranta, se volvió, y me
han dicho que está en esa Corte pretendiendo que se le confíe la pacificación y
población de las islas que llaman de Salomón. Los frailes que fueron en el
viaje con él han llegado a esta provincia (Lima), y dicen que no cumplió las
órdenes que llevaba (cambiando el rumbo), y que la tierra que descubrió es de
la Nueva Guinea, que ha más de 40 años que por aquel paraje se ha navegado a
las Filipinas, y la gente y tierra de las que habla son como las de Nueva Guinea, de manera que no descubrió
nueva tierra”.
- Pues miente miserablemente, querido
socio. Cuando escribió su carta, ya se sabían dos cosas: que Espíritu Santo era
territorio desconocido (gran éxito de Quirós), pero también que se trataba
solo de una isla (gran fracaso de
Quirós). Y sigue argumentando (ahora con más fundamento): “Las islas de Salomón
están a mi cargo por muerte del Adelantado Álvaro de Mendaña (brillan en la
oscuridad como ascuas los inquietantes ojos de su viuda), y estoy de partida
hacia esos reinos (España) para suplicar a V. M. disponga esto como convenga,
pues ya tengo licencia para ello y solo me resta juntar mi hacienda, que espero
será dentro de año y medio. Suplico a V. M. se sirva de no consentir que Pedro
Fernández de Quirós pida en mis términos cosa que me agravia”. Por su parte, la
peregrinación administrativa de Quirós fue lastimosa, cayendo incluso en el
ridículo. Se llegó a comparar a sí mismo con Colón, y hasta se parecieron en su
carácter, ciertamente mesiánico pero de grandes hechos, aunque, ante los logros
del genovés, su currículum resultaba insignificante. Hay quien se ha atrevido a
llamarle “El Quijote de los Mares del Sur”. A domani.
- La carta que Quirós le mandó al rey
resultará sorprendente, sobre todo teniendo en cuenta que el monarca estaba
bien informado. Ciao, reverendo.
El matrimonio Castro-Barreto llevó, al fin,
una tranquila vida de retiro en Perú. Isabel murió en 1612 dejando heredero a
su marido, Fernando, al que le llevaba 4 años. Y no está bien, querido escribano,
que hayamos desprestigiado sin piedad a este ilustre gallego, no solo porque
sea pariente lejano mío, sino también porque tuvo una importante carrera
militar. Tanto su tío Gómez Pérez de las Mariñas (al que se confunde con un
primo homónimo, esposo de mi sobrina Juana Ortiz de Matienzo), así como el hijo
de este y primo suyo, Luis, fueron gobernadores de Filipinas y murieron
trágicamente. El hijo luchando contra los chinos, y, el padre, de forma
rocambolesca. Observen el mapa: Filipinas era un polvorín en el que chinos,
japoneses y variopintos piratas europeos (menos los portugueses, porque
formaban parte de la corona española) no dejaban de crear problemas. Sirva de
ejemplo la muerte del gobernador Gonzalo: unos chinos que llevaba a bordo lo
mataron, se apoderaron del barco y se fueron en él a la zona de Hong Kong. Lo
que nos lleva de nuevo a Fernando de Castro: uno de sus muchos méritos fue el
de echarle valor, presentarse ante las autoridades chinas y conseguir recuperar
la nao por vía diplomática.
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